Pativilca, enero 12 de 1824.
Al señor Intendente del Departamento de Guayaquil.
Señor General:
El armamento que ha venido del Istmo es de tan mala calidad, que la mayor parte de los fusiles son del calibre de a veinte en libra, además, han venido sumamente maltratados. Así dispone S.E. el Libertador que las tropas que vengan de esa plaza traigan el mejor armamento que sea posible.
Las tropas que vienen por el Istmo no son soldados, son reclutas que vienen a enrolarse en los cuerpos del ejército. Como tales vienen desnudos, sin fornituras, sin armamento, y sin nada que merezca la pena. Ni es decente que estos hombres salten a tierra en las costas del Perú, desnudos de todo el aparato que constituye a un soldado, ni la miserable situación de este país permite comenzar haciendo grandes sacrificios en obsequio de las tropas auxiliares. Con lo que únicamente podemos contar es que con los vestuarios serán reemplazados y el equipo y armamento serán repuestos. Repito a V.S. que el Perú no tiene fondos, que su erario está exhausto, que sus ingresos son muy cortos, que el vestuario es muy caro, y que los medios de hacerlo son muy difíciles.
En este concepto S.E. me manda repetir a V.S. sus órdenes anteriores para que se construyan vestuarios completos, capotes, fornituras y todo el equipo necesario, y en más que suficiente número para que logren dichas tropas este beneficio que cede al mismo tiempo en decoro de los cuerpos de la República de Colombia.
Dios, etc.
[JOSÉ GABRIEL PÉREZJ
* De un copiador del Archivo del Libertador, Sección O’Leary, T° XXI, parte primera, Fº 109 vuelto al 110