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DOCUMENTO 7504. CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER, FECHADA EN BABAHOYO EL 14 DE JUNIO DE 1823, EN LA CUAL ABORDA VARIOS TÓPICOS: SU ESPERADO VIAJE AL PERÚ, LOS SUCESOS DE EUROPA, CORRESPONDENCIA DEL ABATE DE PRADT Y VARIOS POR MENORES MAS.*

Babahoyo, 14 de junio de 1823.

A S.E. el general F. de P. Santander.

Mi querido general:

He venido a este pueblo con el motivo de ver un poco el campo que es bien hermoso, y por descansar algo de la etiqueta de la ciudad mientras me preparo para esta infernal empresa del Perú, donde hasta ahora no ha habido novedad particular a pesar de que Canterac ha movido casi todo su ejército sobre aquella capital. Parece que ha tenido miedo y no se ha atrevido a atacarla, aunque yo más bien creo que el mayor miedo que él tiene es el que la expedición de Santa Cruz logre un éxito feliz en el Alto Perú, por lo mismo habrá ¿estacado algunas fuerzas contra él, como en efecto se dice. Si realmente vienen los tres mil hombres de Chile de que hace mención Mosquera y el general Sucre, entonces debemos dar tres mil colombianos para que, unidos a los chilenos y los peruanos, vayan al Alto Perú a hacer la guerra por el Desaguadero [...] españoles. Todo esto lo he pensado así impulsado por la necesidad y no por el cálculo, pues bien conozco los inmensos inconvenientes que tiene que vencer el jefe que vaya mandando dicha expedición. La necesidad es de recursos que no tenemos en Lima para mantener seis mil hombres que tenemos en aquella capital, después de haber hecho tantos otros gastos; esta necesidad es imperiosa y no podemos menos de atender a ella.

Mando a Vd. la última carta del general Sucre para que vea lo que me dice.

Recibí ayer el correo del 6 de mayo con la mayor satisfacción posible, y voy a contestar por orden de materias; pero ante todo diré que el congreso y su respuesta me ha parecido muy bien, y que de mi parte quisiera que le diera Vd. las gracias a sus miembros por la prudencia y patriotismo con que lo conducen. Sobre las leyes de hacienda me parece que las reformas deben ser muy importantes [...] así ese caballero puede informar al gobierno sobre el particular. Tenga Vd. la bondad de manifestarle de mi parte el aprecio que hago de su persona por la magnífica recomendación de Mr. De Pradt: ofrézcale Vd. mis servicios del modo más cordial. La deuda pública es un caos de horrores, de calamidades y de crímenes, y el señor Zea, el genio del mal, y Méndez, el genio del error, y Colombia una víctima cuyas entrañas despedazan esos buitres: ellos devoraron con anticipación los sudores del pueblo de Colombia; ellos han destruido nuestro crédito moral, en tanto que no hemos recibido sino los más escasos auxilios. Cualquiera que sea el partido que se tome con esta deuda, es horrible: si la reconocemos dejamos de existir, si no [...] el oprobio de esta nación[...] infames que la ligue a un yugo ignominioso y mise [...] Consumiríamos la substancia de nuestros hijos [...] abominación haría execrable [...] tras proezas; hasta ahora hemos [...] y vamos a llevar la fama [...] fusos del bien ajeno.

No entiendo los que Vd [...] aquel congreso se iba tranq [...] antes se había alborotado [...] gran bien el que es este congreso [...] una marcha regular.

Mucho me […] mal hace daño: en uno o en otro caso, es alabanza o ridículo, porque nadie puede hablar de sí sin degradar de algún modo su mérito. Es tan fuera de propósito el que el primer magistrado sea redactor de un papelucho, que no puede imaginar el mal que se hace. Vd. me contestará que ha tenido que defender a Colombia y a la constitución, nuestras primeras deidades: nada es más santo en el principio y en el defecto: Vd. ha aterrado a sus enemigos; Vd. ha hecho a Colombia y al gobierno un gran bien; y si yo no consultase más que el interés general le diría a Vd. que continuase para que continuasen los triunfos del gobierno. Sin embargo, le digo a Vd. que no continúe porque este es uno de aquellos oficios que aunque producen bienes hacen odiosos a sus profesores. Muchas cosas son útiles y los que las ejecutan quedan aborrecidos. Creo haber dicho bastante a Vd. sobre este particular.

Espero con impaciencia la respuesta del congreso sobre mi ida al Perú, pues estoy sólo detenido por ella y dicen que por allá hago falta.

No sé qué medidas pueda Vd. hacer adoptar al congreso que arranque los gérmenes de la anarquía futura. Creo que deben ser muchas, pero todas suaves para que produzcan su efecto. También creo que en las relaciones exteriores se encuentra el departamento de nuestra policía interior. Medite Vd. bien esto y obre Vd. en consecuencia.

La guerra de Europa no puede menos que ser universal, y la Inglaterra no puede vacilar un momento sin tomar el partido de España. Tampoco pueden los ingleses vacilar un momento en hacer reconocer nuestra independencia; nada de esto admite duda, si los efectos corresponden a los principios. Tampoco vacile Vd. un momento en preferir una tregua a una paz; y en preferir seis [1] a diez de tregua; tampoco insista Vd. en que vuelvan a Puerto Cabello para que nosotros no tengamos que volver los bienes nacionales que por ahora valen más que Puerto Cabello. La tregua es preferible por todas razones: primera, porque no nos exigirán devoluciones, indemnizaciones y auxilios; segunda, porque no nos comprometeremos definitivamente a nada; tercera, porque no nos meterán en su alianza contra los soberanos lo que es capital y de ningún modo justo ni posible; y cuarta, porque en seis años de tregua podemos hacer la paz con más medios de represión y más consistencia política y militar.

A estas ventajas añada Vd. todas las que sacaremos por esta parte con respecto al Perú, pues cada uno quedará en sus posiciones en el acto del armisticio y habrá menos que disputar sobre límites y cesiones y, por consiguiente, el efecto será más pronto y más provechoso, por la misma razón. En cuanto a Venezuela, Puerto Cabello es un freno para contener las facciones interiores, se entiende en poder del enemigo. Digo lo mismo con respecto a Canterac por esta parte, que impedirá el partido que naturalmente habría de levantarse entre peruanos y colombianos. Dentro de seis años estamos constituidos y fuertes y también consagrados por el tiempo: entonces estaremos en estado de rehusar y de pedir a Puerto Cabello y al Perú o hacer la guerra con gran suceso. Este mismo miedo servirá de garantía a la constitución de Colombia y a la unión íntima entre los ciudadanos. Siempre estaremos temiendo a los españoles y siempre aborreciéndolos: sentimientos que es de utilidad suma expelerlos fuera de las fronteras para que no vuelvan sus armas contra el seno de la patria.

No debe Vd. esperar que los españoles nos busquen para negociar: si no vienen pronto escriba Vd. a los comisionados que venían a tratar de armisticio y comercio, convidándolos para un armisticio promisorio e instándoles a que vengan a tratar con el gobierno. Tome Vd. por pretexto el nuevo estado de la España y el oficio interceptado en la goleta Galga por el cual se sabe la determinación del gobierno español a tratar sobre un armisticio y comercio provisorios. Este paso me parece importante y útil, mientras tanto a Montilla que apure a Morales a ver si lo destruye o lo echa de Maracaibo: uno y otro es casi lo mismo en mi opinión. No debemos dejar a Maracaibo en poder de los españoles y, por lo mismo, debemos hacer un grande esfuerzo para tomarlo o sitiar la ciudad, por lo menos.

No tema Vd, a los aliados, porque el foso es grande y la marina inglesa más grande; mas conviene que aprovechemos este momento para negociar con España.

No dudo que el erario esté agotado porque nunca le hemos tenido.

Mando a Vd. una copia de la carta del Sr. De Pradt para que la haga correr, sin imprimirla, de Bogotá a Caracas. Es un modelo de hipérbole.

Me alegro de la muerte de El Venezolano.

La cosa de Ibáñez no es nada: él no ha querido irse a Bogotá como yo se lo mandé porque creo que está enamorado en Guayaquil, y pidió su retiro por esto. Yo mandé que ningún general tuviera más que un edecán y, por lo mismo, me quedé con cuatro solamente de los más antiguos; antes tenía once y era una ruina para el estado y para mí.

No le diga Vd. nada al congreso sobre mi haber porque ya no quiero nada, nada, nada, sino armisticio o paz, y después veré como me compongo.

Incluyo a Vd. una carta del general Roche sobre un proyecto de federación que es bien hermoso.

Soy de Vd. de corazón.

BOLÍVAR

* De un impreso moderno. "Cartas del Libertador" (Fundación Lecuna), Tº III, págs. 415-420.

Notas

[1] Las dos primeras hojas de esta carta están semidestruidas. Hemos puesto en letra corriente las frases que existen en el original, y en bastardilla las tomadas de la versión del Archivo de Santander (X, 224 y 225).

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