Pativilca, febrero 25 de 1824.
Al Señor Secretario de la Guerra de Colombia.
El 5 del presente se sublevó el regimiento del Río de la Plata que guarnecía las fortalezas del Callao, prendió a todos sus Oficiales y al Gobernador puso en libertad a los prisioneros españoles retenidos en las bóvedas, proclamó al Rey de España y enarboló su pabellón en los tres Castillos. Mil y mil tentativas se han hecho para hacer una contrarevolucíón y poner de nuevo en nuestro poder las fortalezas; pero todo hasta ahora ha sido inútil, y los facciosos continúan siendo dueños de ellas.
Este desgraciado acontecimiento que nos ha arrancado el único punto fortificado del Perú, y nos ha privado de los depósitos considerables de elementos de guerra de todo género que contenía, es de una trascendencia incalculable.
Se perderá la ciudad de Lima porque no hay tropas que oponer al Brigadier Rodil que se movió ya sobre ella desde Pisco, que sólo dista 60 leguas, y con la pérdida de la Capital perderemos una gran parte de la moral, y los infinitos recursos que da una Capital tan populosa como aquella.
Las noticias de la Sierra aseguran que se espera a Valdéz en Jauja, donde se halla Canterac actualmente con cerca de 7.000 hombres y será reforzado por Valdéz con más de 4.000. Reunidos Canterac y Valdéz marchaban sobre nuestras posiciones de la Provincia de Huamalíes en la Sierra y nosotros no podemos hacer frente con 4.000 colombianos a 11.000 realistas. Estamos faltos de Caballería, pues la tropa colombiana de esta arma, apenas pasa de 400 hombres. El Ejército del Perú apenas asciende a 3.000 hombres bisónos, llenos de vicios por los partidos en que han estado envueltos, y no son dignos de confianza. Los Españoles pues, ocupan las fortalezas del Callao: ocuparán la Capital y marcharán sobre nosotros todo a la vez, porque tienen fuerzas para todo, contando con más de 14.000 hombres y con todo el pingüe y rico país del Perú. Esta es la situación exacta de este Estado, y la de S.E. el Libertador que no tiene fuerzas suficientes que oponer al enemigo; y si se retira por países infernales, desiertos, desprovistos, malsanos, va a perder todo el Ejército de Colombia en una retirada inmensa y llena de dificultades.
Desde que S.E. pidió a principios del año pasado, auxilios al Gobierno para el Perú, le hizo una descripción exacta del estado militar y político de esta nación. En todo el curso del año de 23 no ha dejado S.E. de repetir el triste cuadro que esto presentaba, y que cada día se empeoraba y de repetir sus demandas de hombres, de armas, de municiones y de dinero; pero hasta hoy sólo se han recibido algunos fusiles, pólvora y plomo, y poco más de 400 hombres del batallón Istmo, de ellos, la mayor parte reclutas.
S.E. repite hoy lo que ha dicho tantas veces que si no es auxiliado por el Gobierno lo menos con 12 ó 16.000 hombres armados y equipados, entre ellos mil por lo menos de caballería de Llaneros de Venezuela, no puede responder ni del Perú, ni de la salvación del Ejército de Colombia que se halla aquí, ni de los Departamentos del Sur; que todos caerán en poder del enemigo, pudiendo quizás ir a hacer alto del otro lado del Juanambú, si los pastusos están para entonces ya exterminados. La opinión y la prontitud con que S.E. reclama y espera estos auxilios debe conocerla el Gobierno por la posición en que se halla S.E. frente al enemigo, con menos fuerzas que él y con inmensos desiertos para una retirada. Así es Señor Secretario, solo la actividad y el celo de nuestro Gobierno puede salvar al Perú y puede salvar nuestro Ejército, enviando a S.E. prontos y poderosos auxilios de soldados veteranos, armados y equipados, enviando auxilios de municiones y de elementos de guerra de todo género.
Muchas veces ha demostrado S.E. el Libertador al Gobierno que la pérdida del Perú producirá necesariamente la de todo el Sur de Colombia, y que el enemigo, poderosamente reforzado aquí, comenzará en Colombia una nueva guerra: que cuantos esfuerzos y auxilios se envíen en favor del Perú son otros tantos ruedios de seguridad propia que emplea Colombia, y que es más ventajoso venir a hacer la guerra en un país ajeno que esperarla en el corazón del suyo, como sucederá infaliblemente si el Libertador es derrotado aquí o se retira a Colombia; lo que también sucederá infaliblemente, si no recibe prontos y poderosos auxilios de nuestro Gobierno.
Ha pedido también S.E. algunos oficiales para nuestra Marina del Sur, que está absolutamente escasa de ellos y puesta en manos de extranjeros. Ha pedido también, lona, jarcias, hierro para nuestros buques, que están desprovistos de todo, y en estos mares, estos artículos son caros y escasos.
Ha pedido también S.E. que se le remitan dos millones de pesos para la subsistencia de las tropas, y para hacer la guerra, y S.E. repite ahora su instancia pidiendo que se le manden vales contra el empréstito de Londres, si éste ha tenido efecto, para ver si aquí se logra que entre los comerciantes extranjeros hay quien quiera cambiar estos vales, dando algunas cantidades en dinero. De resto no puede el Gobierno calcular cual es la miseria de numerario a que esto está reducido, ni cuales los obstáculos invencibles que se tocan de poder conservar un ejército sin paga, que está expuesto a cometer el mismo crimen que los soldados del Río de la Plata por las privaciones que sufre y por el mal ejemplo que acaba de recibir por los facciosos del Callao.
No hay como ponderar a V.S. la escasez de numerario que tenemos, así es que S.E. insta porque los dos millones que pide no se le remitan todos en letras, que son muy difíciles de cambiar, sino que se le remita en numerario tanto cuanto se pueda, y si es posible la mayor parte.
Dios guarde &.
[JOSÉ GABRIEL PÉREZ]
* De un copiador del Archivo del Libertador. Sección O’Leary. Tº XXII, 1ª parte, Fº 26 al 28
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