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DOCUMENTO 953. DEL ORIGINAL. O.C.B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL GENERAL FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, FECHADA EN POTOSÍ EL 10 DE OCTUBRE DE 1825, SOBRE LA REUNIÓN CELEBRADA CON LA DELEGACIÓN DEL CONGRESO DE RÍO DE LA PLATA Y LA POSIBLE GUERRA CON BRASIL.

Potosí, 10 de octubre de 1825.

A S. E. EL GENERAL F. DE P. SANTANDER.

Mi querido general:

Me es muy agradable participar a Vd. que antes de ayer han llegado a esta villa los señores general Alvear y Dr. Díaz Vélez, enviados por el gobierno y congreso del Río de la Plata. Hasta ahora no los he visto sino privadamente, mostrándose sumamente atentos, agradables, y manifestando en todos sus sentimientos una profunda consideración y aprecio por mi. Ellos no han tenido embarazo en decirme francamente que su gobierno no tiene dificultad alguna en reconocer la existencia política de la república Bolívar, puesto que el mismo congreso argentino había declarado, y también repitió el general Arenales, que las provincias altas quedaban en aptitud de pronunciarse libremente sobre sus inte-reses y gobierno. Por esto verá Vd. que por la parte que parecía natural se opusiesen más dificultades con respecto al reconocimiento del Alto Perú, esta misma parte quiere allanarlas y aun adelantarse en su favor. Sobre este importante negocio yo les he hablado, a la vez, con la moderación propia del caso y el interés que debo tomar .por este naciente estado, que ha querido apropiarse mi ser, librando su suerte entre mis manos. También diré a Vd. confidencialmente, que estos señores me han hablado con una excesiva franqueza sobre el actual estado de Buenos Aires con respecto al Brasil, que, al parecer, es el principal encargo de su comisión. Me han dicho, sin ningún rodeo, que ellos creen inevitable la guerra entre el Brasil y Buenos Aires, tales eran sus mutuos resentimientos; y más que todo la opinión general del pueblo, que al fin arrastraría la del gobierno en contra de los portugueses. Además, me han añadido que los representantes de la provincia de la Banda Oriental habían tomado asiento en el congreso general; lo que prueba que el mismo congreso los reconoce, como a representantes de una parte de su territorio. En una palabra, estos comisionados han dejado penetrar, sin el menor disfraz, que esperan la guerra con el Brasil; que no se creen bastante fuertes para resistirla; y últimamente, que tienen esperanzas que yo los auxilie haciendo uso de los recursos del Perú y Colombia. Por la secretaría remito al gobierno una copia de nota de la contestación dada a otra que me han dirigido estos enviados, pidiendo la audiencia pública de estilo. Yo he tenido que contestarles que, residiendo cerca del consejo de gobierno el ministerio de relaciones exteriores, me hallaba dolorosamente privado de las facultades de tratar de un modo solemne con la misión, y concluyo ofreciéndoles que, por mi parte, contribuiré al mejor éxito de una negociación que interesa a toda la América. Estas palabras han puesto a estos caballeros en un embarazo bastante desagradable, viendo que en mí no residen las facultades exteriores del Perú, de que me he desprendido al salir de Lima; conociendo que, con respecto a Colombia, nada me es permitido decidir, y, últimamente, calculando que hallándonos reunidos federalmente en Panamá, nuestras decisiones en guerra, sobre todo, deben ser federales. Esta es, mi querido general, la delicada posición en que me hallo en este instante, y qué la comisión ha penetrado con harto sentimiento. Así lo han manifestado en una conferencia que acaban de tener con el secretario, por lo cual me ha parecido oportuno citarlos a una entrevista con el objeto de allanar, como mejor podamos, las dificultades que naturalmente se oponen al éxito de una negociación tan importante para la América, como delicada para mí. Yo los aguardo y diré a Vd. el resultado. Somos 11. Acabo de tener una larga conferencia con los señores Alvear y Díaz Vélez sobre el punto de nuestras dificultades. Ellos me han repetido fuerte y enérgicamente, que la guerra con el Brasil es inevitable por los motivos que antes he dicho; que ellos no son bastante fuertes para rechazarla, y, por fin, me han pedido auxilios de Colombia y el Perú. Me han dicho terminantemente, que yo debo ejercer el protectorado de la América, como único medio de salvarla de los males que la amenazan, muy particularmente por la actitud hostil que ha tomado el Brasil contra Buenos Aires, y que puede adelantarse a medida de las ventajas que obtengan. Yo creo que esto sólo es probable, pero no muy distante de suceder. Yo sé que el emperador del Brasil está muy orgulloso con la protección que le dispensa la Inglaterra, y si Vd. ha visto las relaciones que ha entablado Sir Charles Stewart en Lisboa, conocerá que el Emperador tiene razón, no solamente para estar orgulloso, sino para esperar mucho de la Inglaterra. Además, no sería extraño que el emperador del Brasil esté destinado a ser el instrumento de que se valga la Santa Alianza, para destruir nuestras instituciones liberales, comenzando por Buenos Aires que es la parte más débil. En este mismo instante recibo avisos de Santa Cruz de la Sierra, participándome que de la corte del Brasil ha llegado un nuevo general con tropas, destinadas a la provincia de Matogroso, que linda con la de Chiquitos por el lado de Santa Cruz, y que han adelantado dos avanzadas sobre el territorio de Chiquitos que pertenece al Alto Perú, insultando de un modo tan atroz la neutralidad, que nosotros no hemos querido violar en represalia de la ocupación que hicieron los portugueses de Matogroso sobre Chiquitos. Medite Vd. bien estas noticias que son de una gravedad vital, y no le será difícil penetrar que el Brasil, no sólo está dispuesto a romper las hostilidades contra Buenos Aires y nosotros, sino que se adelanta a insultarnos y provocarnos. Los señores Alvear y Vélez se han avanzado a proponerme, como uno de los principales objetos de su misión, que destine una expedición a libertar el Paraguay, oprimido por Francia. Aquellos señores dicen que nosotros estamos en la aptitud más favorable para ejecutar esta operación, de la cual resultarían grandes ventajas para Buenos Aires, muy particularmente en la guerra contra el Brasil.

Estos son los principales objetos que forman la comisión de los señores Alvear y Díaz Vélez, sobre los cuales me han hablado con un interés y una seguridad, que me han causado una impresión que yo deseo estampar en la mente de Vd. Entre los auxilios que me han pedido estos enviados, me han indicado, como el más eficaz, la marina de Colombia, o parte de ella, que, por la naturaleza de la guerra con el Brasil y por la superioridad de su escuadra, podría la nuestra servirles infinitamente. Me han hablado con asombro del buen estado de nuestra marina, añadiendo que al paso que nos causa inmensos gastos para mantenerla, podría el gobierno de Colombia, si creyese de su interés tomar parte en la guerra del Brasil, ahorrar estos costos, que sufragaría Buenos Aires para la mantención de nuestros buques de guerra, que tendrían la dicha de cooperar a la gloria de sostener nuestros principios y defender la libertad del pueblo argentino. Para animarme a dar mi consentimiento a la cooperación de nuestra marina, estos señores me han asegurado que el gobierno de Buenos Aires tiene tres millones disponibles para atenderla. Esto es, en substancia, lo que estos señores me han expresado en la conferencia que acabamos de tener, que, bien meditada, es de un interés que hasta ahora no ha tenido ninguna negociación en la América del Sur. Piense Vd., pues, cual debe ser el embarazo en que me hallo sumergido, hallándome a la cabeza de dos estados, y sin poder decidir de sus opiniones ni menos aun de sus intereses. Así es que yo me veo en la dolorosa necesidad de no poder tratar decididamente con esta comisión, ni prestar mi consentimiento absoluto a sus demandas. Yo les he dicho francamente, que haré por el Río de la Plata cuanto me es permitido en mi actual posición, y que tomaré el mayor empeño en recomendar con todo mi influjo y con toda mi alma los auxilios, y aun sacrificios que ellos crean necesarios pedir a Colombia y al Perú, para asegurar la libertad de su patria. Yo espero, mi querido general, que Vd. tomará en consideración lo interesante de esta carta, y que hará de ella el uso que crea oportuno para dar al congreso los informes necesarios en una materia tan difícil, tan interesante y tan delicada.

Vd. habrá leído lo que digo con respecto al reconocimiento de la República Bolívar por la de Buenos Aires. Mas esto no tendrá lugar sin exigir a su vez algunos sacrificios de parte de este estado, los que yo no podría rehusar: primero, porque con respecto a este país puedo obrar libremente sin el menor obstáculo; segundo, porque nada sería más justo que corresponder a los sacrificios que Buenos Aires hizo en su primera época en favor de estas mismas provincias; y, últimamente, porque ellas tienen ultrajes recientes que vengar contra los portugueses, que han invadido una provincia entera, llevándose de regreso seiscientas familias y saqueando los templos, las haciendas, las casas, ganados y todo.

De paso diré a Vd. que cuando el emperador del Brasil supo el contraste (*) que sufrimos en Matará dijo estas palabras en la corte: que se complacía de la noticia, porque era una fortuna que el malvado Bolívar hubiese sido destruido. Sin embargo, a los tres días tuvo la mortificación de saber la victoria de Ayacucho. Pese Vd. estas palabras del Emperador y descubrirá el odio que nos profesa: por todas estas poderosas razones, que no he podido desatender, doy hoy mismo orden al general Salom para que suspenda el embarque del batallón del Callao y la compañía de caballería, que debía verificarse luego que se rindiese la plaza, pero, al mismo tiempo, le advierto que si el gobierno de Colombia le pidiese éstas o todas las tropas que están a sus órdenes, pertenecientes al ejército de Colombia, las envíe, porque nuestro primer deber es obedecer al gobierno y defender nuestra patria. El emperador del Brasil está actualmente animado de dos principios opuestos, que componen un monstruo. El profesa un odio mortal a nuestras repúblicas a ejemplo de la Santa Alianza, y está orgulloso por la protección de los ingleses, que, por causa de conveniencia, quieren lisonjearlo. La Inglaterra quiere dominar al Portugal por el Brasil, y al Brasil por el Portugal, y por esta mira se muestra amiga de uno y otro.

Vd. hará sus combinaciones, y sacará sus consecuencias; y es que la Santa Alianza por principios quiere al Brasil, y la Inglaterra por conveniencia. Por lo mismo, en todos los casos tendrá un protector, o un mediador amigo. A propósito de Buenos Aires, me quieren por mediador de preferencia a los Estados Unidos y de la Inglaterra. Yo he respondido a todo, no, no, esperando a ver lo que dicen Vd. y la Inglaterra. Me parece bien, ahora que se trata de la Inglaterra, decir a Vd. que de Buenos Aires me escribe un sujeto muy respetable, que aquel gobierno había nombrado a un hermano suyo de agente o encargado de negocios cérea de Inglaterra, con el objeto de explorar la opinión del gobierno británico con respecto a la guerra del Brasil. Vd. se acordará que antes de ahora ya yo le había indicado esta medida antes de dar otro paso, y vuelvo a recomendarla a la previsión de Vd. como que es cosa que no debemos olvidar. Al terminar esta carta, tendré que confesar a Vd. que ella no está dictada por mí y por eso los asuntos van todos embrollados y no tienen ninguna claridad. Imagínese Vd. que era necesario redactar dos conferencias de cinco horas; y en muy pocos minutos yo las he referido a Santana para que se las escribiese a Vd. Por la misma causa ha salido muy defectuosa la relación de las dos conferencias hechas por el secretario. Le escribiré a Vd., en otra ocasión con mejor orden toda la substancia de las conferencias y pretensiones de estos señores diputados. Por mi parte, no he hecho más que denegarme a todo porque no tengo autoridad para nada; pero les he manifestado muy buena voluntad y

(*) Esta palabra está muy clara en el original. Los editores del archivo de Santander pusieron desastre estampando esta misma voz en lápiz en el original.

muy buenos deseos. También les he dado algunas esperanzas con res pecto a las fuerzas de la República Boliviana. Buenos Aires está en el mismo estado en que estaba Lima cuando me llamaron de Guayaquil y, por lo mismo, me hacen mil y mil ofertas de mando etc. Soy de Vd. de corazón.

Bolívar.

En la colección de O’Leary se reprodujo esta carta del borrador existente en el archivo omitiendo las últimas líneas.

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