Rumipamba, 1 de abril de 1829.
SEÑOR GENERAL JOSÉ MARÍA CÓRDOBA.
Mí querido general:
Casi diariamente recibo comunicaciones de los generales Flores, Illingworth, y todas ellas traen algo que compruebe la resolución e que están los jefes peruanos en Guayaquil de romper el tratado de Girón y continuar las hostilidades contra Colombia.
La proclama de Prieto es un monumento de perfidia.
Sin embargo, de esas provocaciones y de la grande impotencia en que se halla hoy el Perú, agitado por facciones y amenazado de un millón de revoluciones intestinas, permanezco en el firme propósito de hacer la paz con el Perú a todo trance respetando así la voluntad nacional de Colombia.
Así es que al general Flores le he prevenido reclame constantemente el cumplimiento del convenio de Girón y que ocupe, si puede, el departamento de Guayaquil sin comprometer sus fuerzas y sin disparar un solo tiro, a menos que le opongan una resistencia a mano armada, en cuyo caso habría que repeler la fuerza con la fuerza, y tan sólo para reincorporar aquel departamento que por tantos títulos corresponde incuestionablemente al territorio de Colombia.
Desconociendo los peruanos la buena fe y lo más sagrado de todos los derechos, de todos los deberes, me inclino a creer que la aleve conducta de Prieto esté de acuerdo con el gobierno del Perú, para anular el tratado de Girón, para robarnos cuanto tenga Guayaquil ¡y quién sabe! Por más que yo haga, tendremos que sostener una nueva guerra con el Perú, para lo cual debemos prepararnos. Desde luego, creo que debemos reforzar nuestras fronteras con nuestros cuerpos de tropas.
Por lo mismo, Vd. debe conservar la división de su mando en un estado de perfecta movilidad a la primera orden que reciba. Doy órdenes para que vengan las municiones; que se recoja el plomo de donde quiera para construir cartuchos con la pólvora que hay al granel en este departamento.
Mientras no llegue nuestra escuadra y cesen las aguas, nada podrá hacerse con fruto, ni podrá emprenderse con seguridad de buen suceso, porque los caminos están intransitables y Guayaquil inundado por el invierno.
Hablo a Vd. con ingenuidad: deseo cordialmente la paz, dificulto que los Peruanos deseen emprender nuevamente la guerra, creo no estén de acuerdo el gobierno y el pueblo. Con todo sería muy perjudicial que confiados nosotros en la debilidad del enemigo, descuidásemos nuestra posición embarazosa y expuesta.
Porque aunque el ultimo cuerpo del Perú repasaba el Macará el 15 de Marzo pudieran tal vez moverse nuevamente sobre Loja, batir nuestras fuerzas en detalle reforzar a Guayaquil; rechazar los cuerpos nuestros que intenten recuperar aquella plaza, en fin despedazarnos miserablemente, por pequeño que fuese el triunfo que les diésemos seria contra nosotros de incalculable trascendencia.
Yo pienso colocarme hacia el Sur en mejor posición que la que tengo, y desde la cual pueda acudir a donde convenga. Para ello sólo aguardo muy pocos días de restablecimiento de mi cansancio.
Entre tanto, pues, que doy a Vd. mis órdenes de movilidad, alístese Vd. con esa brillante división.
Adiós, mi querido general, soy de Vd. afectísimo amigo.
Bolívar.
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