Maracaibo, 16 de septiembre de 1821.
Al Dr. José María del Castillo Rada.
Mi querido amigo:
He recibido la apreciable carta de Vd., que me trajo mi edecán Alvarez. Por ella veo, con mucha satisfacción, que Vd. me desea ver, y que me cree necesario por allá. Esos son terrores pánicos que Vds. tienen con respecto a la república. Ella puede gobernarse perfectamente sin mí, con tal que el ejército la defienda bajo mis órdenes, quiero decir, bajo las órdenes de un ciudadano cualquiera que le desee libertad. Yo quiero suponer, amigo mío, que yo fuese indispensable para hacer lo que hemos hecho; no es ésta una razón que persuada la necesidad que se tiene de mí para hacer lo que falta. Un hombre puede levantar el peso de muchos quintales, no por eso otro no podrá levantar el de algunas arrobas. Este es el caso presente, amigo mío; y es, por lo mismo, que estoy resuelto a dar el ejemplo de un gran republicanismo, para que este mismo acto sirva a otros de precepto. No conviene que el gobierno esté en las manos del hombre más peligroso; no conviene que la opinión y la fuerza estén en las mismas manos, y que toda la fuerza esté concentrada en el gobierno; no conviene que el jefe de las armas sea el que administre la justicia; porque entonces el choque universal será contra este individuo; y derrocado él, será derrocado todo el gobierno. Es menos peligroso que haya dos potestades que una sola; y siempre se me debe suponer una potestad en este país, teniendo un mando militar que, probablemente, debo conservar.
Todo el mundo sabe que yo tengo enemigos; muchos piensan que aspiro al poder absoluto; ¿no será un gran golpe para la república que las enemistades y los celos, conspirando contra mí, derriben el gobierno? Mandando el ejército, Colombia me tendrá siempre en la reserva y el gobierno a la vanguardia. Sufro una derrota, el gobierno reparará las pérdidas. Suponiendo lo contrario, la cabeza del ejército es la cabeza del gobierno. Sufriendo todos los tiros, deberá al fin caer y arrastrar con su caída la suerte de la sociedad.
Estas consideraciones son fuertes, profundas y exactas. Procure Vd. penetrarlas y se conformará con mi opinión. Después hágales Vd. entender a todos, para que se conformen a ella, porque nadie me arrancará la íntima persuasión en que estoy; y si me obligan a mandar, deserto.
Tenga Vd. la bondad de comunicar esta carta a Gual, que también necesita de su lectura y a quien no escribiré sino algunas pocas letras, para responderle a su apostrofe.
Mañana parto para Santa Marta con ánimo de tomar a Cartagena, si puedo; y después seguiré mi ruta, sin desatender las advertencias que Vd. me ha hecho. Mándeme Vd. el dinero, que venga por Ocaña a Santa Marta, y mande Vd. a su afectísimo que le ama de corazón.
BOLIVAR
P.D. — Vd. no debe renunciar, porque no está en mi caso.
* O.C.B. Tomo I, págs. 588-589.
Nota: Después de redactada esta carta, el Libertador recibió la comunicación del Congreso de Cúcuta donde se le participa que había sido electo Presidente Constitucional de Colombia y se le invitaba a pasar para juramentarse. Entonces, el Libertador desistió de mandar la expedición sobre Santa Marta, Cartagena y el Istmo de Panamá y decidió enviar las tropas al mando del Coronel Bartolomé Salom (ver septiembre 17).
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