Lima, 13 de octubre de 1823.
Mi querido general:
Prepárese usted a oír dos inmensas y horribles noticias: la primera es la dispersión de 5.000 peruanos por el Desaguadero a las órdenes del general Santa Cruz, sin haber combatido, y sólo por haberse puesto en plena retirada. Se dice que de estos 5.000 hombres sólo han escapado 600, y yo supongo que serán los oficiales y la caballería. El general Sucre estaba en marcha para incorporarse a Santa Cruz, y nada sabemos de esa División, sino que debería reembarcarse en Quilca, que fue donde desembarcó para tomar a Arequipa. Lo cierto es que no tengo ni una palabra de oficio, ni sé nada de cierto más que la dispersión de las tropas de Santa Cruz.
La segunda noticia es que Riva-Agüero está en comunicación con los godos, y que éstos dicen que se quiere pasar con sus tropas; esto no es imposible, pero tampoco es fácil, y sin embargo todo puede suceder.
Ahora vamos a las demandas.
Necesito de 6.000 veteranos con armas, y todo, todo lo que sea necesario para su equipo. Para auxiliar el sur, vuelva usted la cara hacia mí y vuelva la espalda hacia el norte, y si no, espere usted por allá a los reconquistadores de la América Meridional. Estos hombres son los nuevos Pizarros, Almagros y Corteses; y usted sabe que yo no soy mal profeta, y que en todo lo que he dicho sobre el Perú ha salido más de lo que he temido. Este país está agotado de paciencia, de dinero y de elementos; esté usted cierto de que sólo nosotros sentimos esta derrota, porque a los peruanos les importa muy poco. No tienen esperanza ninguna, y así todo lo harán a viva fuerza, como hombres que nada esperan de nuestros sacrificios; pero si nosotros perdemos el Perú, adiós de Colombia. El Perú tiene muchas ventajas para defenderlo; tenemos una plaza fuerte y horrorosos desiertos; en Colombia todo es fácil, sólo el Juanambú es difícil por estar lleno de enemigos, y no tiene recursos de vida.
Yo, pues, por el bien de Colombia, voy a hacerle frente a la tempestad; todo lo puedo con recursos y medios adecuados; agotaré mi energía y mi política; saldré al paso por la victoria o por la paz; pero para conseguir esta última, debemos prepararnos para la primera. Mándeme usted todo lo que sirva para vencer a un enemigo poderoso, vencedor y muy capaz de todo, todo. Espérele usted allá, o mándeme usted cuanto tenga disponible en Colombia, y aun dinero si es posible, pues siempre es mejor combatir en campo ajeno que en el propio. Hasta las ventajas cuestan en la propia casa.
El enemigo vive de nuestras costillas, y la guerra ofensiva no da espera después del primer triunfo. Quiero decir que mejor es aniquilar este país antes de defender el nuestro.
El buque se va y adiós.
Soy de usted de todo corazón,
BOLÍVAR.
* De un impreso moderno. "Correspondencia dirigida al General Santander", volumen II, págs. 427-428.
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