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DOCUMENTO 1233, DEL ORIGINAL, O.C.B., CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL GENERAL JOSÉ ANTONIO PÁEZ, FECHADA EN CORO, 23 DE DICIEMBRE DE 1826, EXPRESANDO SU DESEO DE VER FELIZ A VENEZUELA Y LA AMERICA TODA; RECHAZA QUE SE DISPUTEN SU AUTORIDAD SUPREMA.

Coro, 23 de diciembre de 1826.

A S. E. EL GENERAL EN JEFE JOSÉ ANTONIO PÁEZ.

Mi Querido General:

Al llegar aquí he visto con satisfacción una Proclama "de Vd. del 15 de diciembre, en manuscrito venido de Curazao: en ella están mis verdaderos sentimientos. Yo he celebrado infinito que la carta llevada a Vd. por el Coronel Ibarra haya causado este documento tan honroso a mí como a Vd. ¡Quiera el cielo que los presagios de Vd. se realicen aún más allá de lo que yo deseo! Mi ambición es la felicidad de Venezuela y de la América toda, si fuera posible. Aseguro a Vd., con toda mi sinceridad, que estoy sumamente fastidiado de la vida pública y que el primer momento dichoso de mi vida será aquél en que me desprenda del mando delante de los representantes del pueblo en la gran convención. Entonces se convencerán todos de mis más íntimos sentimientos. Y, a la verdad, ¿a qué puedo yo aspirar? Yo tiemblo de descender desde la altura en que la fortuna de mi patria ha colocado mi gloria. Jamás he querido el mando: en el día me abruma y aun me desespera. No combatiré yo por él, digo más, me harían favor en sacarme del caos en que me hallo por una pronta muerte. Yo me estremezco cuando pienso, y siempre estoy pensando, en la horrorosa calamidad que amaga a Colombia. Veo distintamente destruida nuestra obra, y las maldiciones de los siglos caer sobre nuestras cabezas como autores perversos de tan lamentables mutaciones. Quiero salir ciertamente del abismo en que nos hallamos, pero por la senda del deber y no de otro modo.

La Proclama de Vd. dice que vengo como un ciudadano: ¿qué podré yo hacer como un ciudadano? ¿Cómo podré yo apartarme de los deberes de magistrado? ¿Quién ha disuelto a Colombia con respecto a mí y con respecto a las Leyes?

El voto nacional ha sido uno solo: reformas y Bolívar. Nadie me ha recusado, nadie me ha degradado. ¿Quién, pues, me arrancará las riendas del mando? ¿los amigos de Vd., y Vd. mismo?!! La infamia seria mil veces más grande por la ingratitud que por la traición. No lo puedo creer. Jamás concebiré que Vd. lleve hasta ese punto la ambi­ción de sus amigos y la ignominia de su nombre. No es posible, general, que Vd. me quiera ver humillado por causa de una banda de tránsfugas que nunca hemos visto en los combates. No pretenda Vd. deshonrar a Caracas haciéndola aparecer como el padrón de la infamia y el ludibrio de la ingratitud misma. ¿Qué no me deben todos en Venezuela, y hasta Vd. no me debe la existencia? [1] El Apure sería la habitación del vacío, el sepulcro de sus héroes sin mis servicios, sin mis peligros, y sin las victorias que he ganado a fuerza de perseverancia y de penas sin fin. Vd., Mi Querido General, y los bravos de aquel ejército, no estarían mandando en Venezuela, y los puestos que la tiranía les habría asig­nado serían escarpias y no las coronas de gloria que ahora ciñen sus frentes.

Yo he venido desde el Perú por evitar a Vd. el delito de una Guerra Civil: he venido porque Caracas y Venezuela no volvieran a mancharse con la sangre más preciosa. ¡Y ahora me quiere Vd. como un simple ciudadano! ¡sin autoridad legal! No puede ser. Este tÍtulo me honraría millones de veces recibiéndolo por fruto de mi desprendimiento.

No hay más autoridad legítima en Venezuela sino la mía, se entiende Suprema. El Vicepresidente mismo ya no manda nada aquí, como lo dice mi Decreto. Ya no habrá motivo para queja ni desobediencia: El origen del mando de Vd. viene de municipalidades, data de un tumulto causado por tres asesinatos. Nada de esto es glorioso, Mi Querido General.

Ofrezco a Vd. con la mayor franqueza toda mi amistad, todos mis servicios y cuanto pueda serle honroso; mas todo debe marchar por la senda del orden, por la verdadera Soberanía, que es la mayoría nacional. Cumaná misma no ha desconocido al Gobierno. Ojalá que el General Marino haya sido bien recibido, para que Cumaná no se convierta en Nueva Guinea y se entienda conmigo para restablecer la paz pública.

Lo que más me asombra de todo es que Vd. no habla una palabra de mi autoridad suprema ni de mi mediación. Vd. me ha llamado, y ni siquiera me escribe una letra después de tan graves acontecimientos; todo esto me deja perplejo. Crea Vd., General, que a la sombra del misterio no trabaja sino el crimen. Quiero desengañarme: deseo saber si Vd. me obedece o no, y si mi patria me reconoce por su jefe. No permita Dios que me disputen la autoridad en mis propios hogares, como a Mahoma, a quien la tierra adoraba y sus compatriotas combatían. Pero él triunfó no valiendo su causa tanto como la mía. Yo cederé todo por la gloria; pero también combatiré contra todo por ella. ¿Será esta la sexta Guerra Civil que he tenido que apagar? ¡Dios mío, me estremezco!

Querido General, conmigo será Vd. todo, todo, todo. Yo no quiero nada para mí: así Vd. lo será todo sin que sea a costa de mi gloria, de una gloria que se ha fundado sobre el deber y el bien.

La prueba más invencible de mis sacrificios a Venezuela y a Vd. es mi Decreto que ahora le mando. Yo me comprometo con el deber y con la Ley al convocar la convención nacional; no le debo, y sin embargo me inmolo para evitar una Guerra Civil. ¿Y aun quiere Vd. más de mi consagración?

Crea Vd. que no pretendo, [2] hacer triunfar un partido sobre otro ni en la convención ni fuera de ella. No me opondré a la federación; tampoco quiero que se establezca la constitución boliviana. Sólo quiero que la Ley reúna a los ciudadanos; que la libertad los deje obrar y que la sabiduría los guíe para que admitan mi renuncia y me dejen ir lejos, muy lejos de Colombia. Testimonio de este sentimiento es la venta de Aroa y la venta de todos mis bienes, que mi hermana negocia.

Adiós, Querido General, yo parto mañana para Puerto Cabello: allí espero la respuesta de Vd. Puerto Cabello es un gran monumento de su gloria: ¡Ojalá que allí se alce tanto que pase la mía! Este voto es sincero porque no tengo envidia de nadie.

Reciba Vd. la expresión de ardiente afecto con que le amo de corazón.

BOLÍVAR.

El original tiene la siguiente nota: "Esta carta se ha recibido hoy 15 de febrero de 1827".

Notas

[1] Páez, prisionero de los españoles en Barinas, en diciembre de 1813, salvó la vida por la victoria de Araure.

[2] En el borrador, "ni pretenderé jamás",

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