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DOCUMENTO 1037. O.C.B. DEL ORIGINAL. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL GENERAL FRANCISCO DE PAULA SANTANDER. FECHADA EN MAGDALENA EL 21 DE FEBRERO DE 1826, LE INFORMA SOBRE LA SITUACIÓN POLÌTICA DEL PERÚ Y DE LOS INGRATOS INFORMES QUE HA RECIBIDO SOBRE VENEZUELA Y EL GENERAL PÁEZ.

Magdalena, 11 de febrero de 1826.

A S. E. EL GENERAL F. DE P. SANTANDER.

Mi querido general y amigo:

Ya dije a Vd. que había venido aquí con la intención de devolver el mando al congreso peruano, mas me hallo resuelto a no hacer otra cosa que ayudar con mi influencia al bienestar de los pueblos. El mecanismo del gobierno me fastidia extraordinariamente, y además mis enemigos no se convencen de que yo aborrezco la autoridad: en prueba le diré a Vd. después una cosa bien rara.

Lima me ha recibido divinamente; estos señores se disputan con los colombianos el amor que nos tienen y me quieren forzar a que los mande. El general La Mar se halla enfermo y no quiere servir en el gobierno; así mi posición es extrema. El congreso se reunirá en esta semana para decidir éste y otros puntos, que no dejará de dar mucha perplejidad a la sabiduría. En fin, yo les diré que no puedo absolutamente ser su jefe constitucional y que además Colombia me espera. Yo no tengo otro mando que el militar y será el que conserve hasta que me vaya del país. Muchos señores del congreso piensan proclamar esta República Boliviana como la del Alto Perú, precediendo un tratado con aquel país. Su mira es retenerme por esta lisonja, tomar a Sucre por jefe y llevar la constitución que yo he formado en lugar de la mala que tienen en el día. Si esta operación se logra, necesitan ambos pueblos de nosotros para arreglar sus asuntos. También hay otros que quisieran que yo fuese jefe absoluto del Sur, contando con que Chile y Buenos Aires van a necesitar de mi protección este año, pues la guerra y la anarquía los está devorando.

Por supuesto, yo rechazo este partido a todo trance porque no entra en mis miras.

En cuanto a las propuestas de ese gobierno con respecto a la federación, diré a Vd. que yo, por delicadeza, me he abstenido de intervenir en las resoluciones de este gobierno sobre esta materia. Preveo que aquí no se quieren meter de bruces en una federación muy estrecha por miras diversas: las que a mí presentan son honrosas para mí mismo, pero siempre habrá una segunda intención. También tienen miedo a los gastos, porque están muy pobres y muy adeudados: aquí se debe mucho y a todo el mundo. No quieren ir a La Habana, porque tienen que ir a Chiloé que les pertenece y pueden pagar a Chile con aquella isla. Les sobra marina militar, sin tener que hacer de ella y, por lo mismo, no querrán comprar más buques. Le temen a los ingleses para ligarse con ellos, y no le temen a la revolución de colores, porque el pueblo es muy sumiso. Todo esto lo advierto para que tenga Vd. entendidas las ideas capitales que se pueden oponer a las de Colombia.

Reservadísimo. En estos días he recibido cartas de diferentes amigos de Venezuela proponiéndome ideas napoleónicas. El general Páez está a la cabeza de estas ideas sugeridas por sus amigos los demagogos. Un secretario privado y redactor de "El Argos" ha venido a traerme el proyecto. Vd. lo verá disfrazado en la carta que incluyo original que Vd. deberá guardar con infinito cuidado para que no la vea nadie. El redactor de esta carta es Carabaño. El general Briceño me ha escrito diciéndome que él ha tenido que contener a los que querían dar el golpe en Venezuela y que les aconsejó que me consultasen. [1] El General Marino escribe también y otros menos importantes, pero más furiosos demagogos. Por supuesto, Vd. debe adivinar cual será mi respuesta. Mi hermana me dice que en Caracas hay tres partidos, monárquicos, democráticos y pardócratas, que sea yo Libertador o muerto es su consejo. Este será el que yo seguiré, aun cuando supiera que, por seguirlo, pereciera todo el género humano. Yo enviaré al general Páez mi proyecto de constitución para Bolivía por toda respuesta, a fin de que considere mis ideas sobre la estabilidad unida a la libertad y conservación de los principios que hemos adoptado. También le añadiré que no debe desesperar a sus amigos, a fin de que no caigan en otro extremo más cruel que éste, pues ya no les queda otro que el de la pura anarquía; porque debe Vd. tener presente que esos caballeros han sido federalistas primero, después constitucionales y ahora napoleónicos, luego no les queda más grado que recibir que el de anarquistas, pardócratas o degolladores. En el día, dicen que están moderados y arrepentidos de sus antiguas opiniones, pero Briceño añade que todo esto es precario hasta que yo resuelva. Ellos quieren vencer o morir a todo trance en la última batalla, después de haber perdido las primeras.

Yo diré al general Páez que haga dirigir la opinión hacia mi constitución boliviana, que reúne los extremos y todos los bienes, pues hasta los federalistas hallan en ella sus deseos en gran parte; y que en el año de 31 puede hacerse una reforma favorable a la estabilidad y conservación de la república; que debe temer lo que Iturbide padeció por su demasiada confianza en sus partidarios, o bien debe temer una reacción horrible de parte del pueblo por la justa sospecha de una nueva aristocracia destructora de la igualdad. Esto y mucho más diré para borrarles del pensamiento un plan fatal, tan absurdo y tan poco glorioso; plan que me deshonraría delante del mundo y de la historia; que nos atraería el odio de los liberales y el desprecio de los tiranos; plan que me horroriza por principios, por prudencia o por orgullo. Este plan me ofende más que todas las injurias de mis enemigos, pues él me supone de una ambición vulgar y de una alma infame capaz de igualarse a la de Iturbide y esos otros miserables usurpadores. según esos señores, nadie puede ser grande, sino a la manera de Alejandro, Cesar y Napoleón. Yo quiero superarlos a todos en desprendimiento, ya que no puedo igualarlos en hazañas. Mi ejemplo puede servir de algo a mi patria misma pues la moderación del primer jefe cundirá en los últimos, y mi vida sera su regla. El pueblo me adorará y yo seré la arca de su alianza. Soy de Vd. de todo corazón.

 [2] Carta de Briceñey de Panamá, 23 de diciembre de 1825. O’Leary, VIII, 183. Se reproduce más adelante en nota a la carta de 6 de marzo dirigida a Páez, pág. 1.284.

Bolívar.

Somos 26: En este momento recibo la carta de Vd. del 21 de noviem-bre y no sé como es que las mías de La Paz no han llegado a sus manos sabiendo que yo estaba allí hasta el día 9. Mucho me ha gustado el artículo de De Pradt. Es, sin duda, una felicidad para nosotros la vida de tan buen escritor. El "Drapeau-blanc" me ha hecho reír más que ninguna otra cosa.

Carta de María Antonia Bolívar en que se refiere a la corona: del original. duplicada).

Caracas, 30 de octubre de 18Í5.

al Exmo. señor libertador simón bolívar.

Mi querido Simón:

Con el mayor gusto he recibido la tuya del Cuzco, y letra de cinco mil pesos para el señor Codecido, la que aun no está paga porque la señora su madre, a quien vino la orden de recibir, no ha querido admitir las onzas a 18 pesos que es su precio corriente aquí, y todos las toman como las he recibido yo; pero el día que quiera tiene su dinero pronto como se lo he dicho por vía de Peñalver. Lo mismo ha sucedido con el Dr. Peña que no ha querido recibir las onzas, sino fuertes; y esta moneda no hay aquí ni yo la tengo; conque sírvate de gobierno para cuando te vayan con mentiras. A la sonora viuda de Paúl he dado los quinientos pesos como consta de su recibo. A la de Valero doscientos pesos. A la de Carreño trescientos por haberme significado estar muy adeudada; todo lo que me has mandado he ejecutado a excepción de las casas de La Guaira, que no he tomado ni compuesto, porque Juanica y Josefa María las tienen por sus mesadas; ellas reditúan, según me ha dicho el que las tiene, más de trescientos pesos al mes. Juanica está ya viviendo en la casa del vínculo, y Josefa María en la cuadra. A esta le fue tan sensible e inesperada la determinación de este acontecimiento que habló y dijo cuanto puede decir una mujer frenética o furiosa, de mi se queja amargamente pero es infundado, y yo se lo perdono. Benigna se ha casado con Briceño hacen ocho días. Te felicito por este enlace tan bueno que ha hecho esta niña con un sujeto apreciable y benemérito como él. Te aseguro que este hombre vino del cielo en unos momentos críticos en que un tal coronel Lima le tenía el juicio trastornado a esta pobre muchacha, pero quiso Dios libertarla de este famoso calavera, porque asesinó a uno de los redactores, y lo encajaron en la cárcel, y luego al castillo de Maracaibo. Yo, a la verdad, me alegré infinito, porque es uno de los muebles despreciables que tenemos en Costa Firme. Briceño asistió a su consejo de guerra. La casa la compuse perfectamente para el casamiento, puse un refresco y un concierto de música. Todo lo que te participo por si te parece bien.

He hablado con los arrendatarios de las minas y dicen que la de oro no está limpia, que está llena de piedra y arena desde el terremoto. Yo les he dicho que para fin de año voy a mandar un comisionado para que la vea y me avise. Pienso mandar a Pablito mi hijo con un español inteligente en minas que hay aquí y entonces te avisaré. También les hablé sobre el dinero que deben poner en el banco de Inglaterra, pero aun no han contestado, porque como que esta contrata está hecha con varios comerciantes de Londres, es preciso consultarles todo.

He recibido tu poder general, en este mes voy a hacerme cargo de todos tus intereses. Sé que me voy "a adquirir muchos enemigos porque no quieren soltar lo que han cogido, pero nada se me da como tu estés contento y servido. Dame tus instrucciones de lo que debo hacer con las haciendas, si también me hago cargo del mayorazgo del Tuy o Padre Aristeguieta, o si se le deja a Anacleto para que acabe de perderlo. Todas las haciendas voy a recibirlas por inventario para que en todo tiempo conste como las recibí y como las entrego, y entonces verás como puedes contar con treinta mil pesos de renta sin necesidad de empleos ni cosas que te molesten. El amo de la hacienda de La Vega, aquélla que tú compraste, quiere venderla y dice te pregunte si no la quieres; dime si le diste algún dinero, para cobrárselo, pues yo tengo no sé que especie de que se le dieron tres mil pesos, pero no estoy segura de esto; él ha querido cobrarme los atrasos y perjuicios que le hicieron los de Boves el año de 14, que desde entonces está en su poder dicha hacienda; avísame lo que tengas por conveniente. Mi tío Feliciano dice que nada tiene que pagar de Chirgua, y que allí no hay otra cosa de nosotros que tierras y medias en las-máquinas, ya he pedido se haga inventario de todo lo que haya existente para hacer división de lo que sea de Juan Vicente. Me parece que no se les puede dar a los niños esta finca sin la precisa condición de que no pueda ser vendida hasta que no muera el último de ellos, porque Josefa María, al momento que se vea con algo, comienza a vender, y esos infelices muchachos se quedan a perecer. Ella gasta mucho lujo, y sin fondos no se puede mantener. Bienes libres de Juan Vicente no hay nada más que eso de Chirgua, porque vendió todo lo demás, que era la casa que tiene Madriz, y el hato del Limón, que le compró don Diego Toro.

Celebro infinito que vengas aquí con tropas como me dices. Esto está muy necesitado de tu presencia: hay mil picardías y partidos, pero en el momento que te presentes desaparece todo. Mandan ahora un comisionado a proponerte la corona. Recíbelo como merece la propuesta, que es infame, y parto de las potencias de Europa, a ver si concluyen con nuestra existencia miserable a manos de los partidos; pero di siempre lo que dijiste en Cumaná el año de 14: "que serías Libertador o muerto". Ese es tu verdadero título, el que te ha elevado sobre los hombres grandes y el que te conservará las glorias que has adquirido a costa de tantos sacrificios. Detesta a todo el que te proponga corona porque ese procura tu ruina. Acuérdate de Bonaparte, e Iturbide y de otros muchos que no ignoras; estoy bien satisfecha de tu modo de pensar, y te creo incapaz de permitir semejante cosa, pero no puedo menos que declararte los sentimientos de mi corazón por el interés que tengo en tu felicidad.

La Francia acaba de reconocer la república de Haití, y no será extraño que haga lo mismo con nosotros.

Anacleto sigue haciendo calaveradas en Bogotá, en términos que el general Santander lo hizo echar de la Quinta, en que estaba viviendo con porción de pillos, y entre ellos unos franceses que se descubrió ser espías. Su mujer quiere quitarte el mayorazgo del Padre Aristeguieta porque dice corresponde a su marido. Ella es una fatua que le hacen hacer cuanto quiere un cuñado que tiene abogado; pero nada conseguirá porque es tuyo, y nadie tiene derecho a él, mientras tú vivas como está declarado últimamente en el pleito de Lecumberri.

Dime si me hago cargo de él o no \ porque, como que Anacleto era tu apoderado, ahora debes decirme lo que tengas por conveniente en esto; él era el que tenía las haciendas y por él su mujer; me han querido comer porque les propuse me las entregaran, según tu poder; pero si quieres se las quito con toda la abogacía de su cuñado; he pagado por él mil y doscientos pesos de sus juegos y ahora dicen que debe en Bogotá ocho mil pesos de lo mismo, conque mira que famoso mozo tenemos.

Inmediatamente que recibas ésta, dime si quieres que te haga preparar con algún comerciante abastos para las tropas que traes, porque aquí no hay nada, nafta; esto está miserable en términos que no se halla maíz, ni caraotas, y la carne a real la libra. Bestias no las hay por ningún dinero, porque las extraen para las colonias; en fin, esto está tan perdido que te vas a asombrar cuando sepas y palpes el estado de este infeliz país. Dime igualmente si quieres que te prepare casa, y si la tuya o la mía u otra, en fin, no quiero molestarte más.

Es tuya que te quiere y desea toda felicidad.

Antonia.

P. D.—Te estimaré me remitas un pasaporte o permiso para que se venga ese pobre viejo, de Curazao, don Juan Esteban Echezuría, con 80 años y enfermo; mira que no se te olvide. Igualmente me mandas o traes un retrato tuyo, que no tengo.

Notas

[1] (*)

[2] (*)

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