Lima, 1 de Septiembre de 1826.
Mí Querido General:
Dentro de tres días me embarco para Guayaquil, y volveré sin falta dentro de un año, cuando más tarde. Nada temo durante mi ausencia porque tengo mucha confianza en los actuales funcionarios. Estoy cierto de que todos se ligarán estrechamente y que la discordia no podrá levantar su cabeza. Me voy lleno de gratitud por las inmensas y generosas demostraciones que me ha hecho este pueblo. El espíritu humano no puede inventar ya más. Me han arrancado el corazón, y yo no puedo sino unir para siempre mi suerte a la de Vds.
Le recomiendo a Vd. que envié, a Lima todo el dinero que pueda para pagar los cuerpos colombianos. Vd. ha sido siempre decidido por ellos; y los ha servido con preferencia y con generosidad. Continúeles Vd. su protección. En esta capital hay enormes gastos y muy poco dinero.
Mi confianza está en las remisiones que Vd. haga.
¿Qué le podré yo decir con respecto a Arequipa? Nada que Vd. no sepa muy bien; Vd. lo ha gobernado de un modo que sus habitantes aumentan cada día su felicidad. Continúe Vd. por la misma senda, y Vd. y todos serán dichosos.
Le recomiendo muy particularmente al señor Solar que va a establecerse en Arequipa. Este caballero, después de ser muy recomendable por sus excelentes cualidades, es uno de los expatriados de Chile por amigo del orden. Con él envió a Vd. la nota para el general Sucre, en que lo declaro acreedor al millón de Bolivia, de veinte mil pesos. Entiéndase Vd. sobre esto con el general Sucre.
Adiós, mi querido general y amigo: reciba Vd. con este adiós, el afecto más sincero de mi corazón.
BOLÍVAR.
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