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DOCUMENTO 1207. DE UNA COPIA, O.C.B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR DIRIGIDA AL GENERAL JOSÉ ANTONIO PÁEZ, FECHADA EN BOGOTÁ EL 15 DE NOVIEMBRE DE 1826, EN ELLA LE ANUNCIA SU INTENCIÓN DE SALVAR A VENEZUELA ANTE LA GRAVE CRISIS QUE SE HA DESATADO.*

Bogotá, 15 de noviembre de 1826.

AL EXMO. SEÑOR GENERAL JOSÉ ANTONIO PÁEZ.

Mi querido general:

Ya estoy en la capital de la república y lleno de celo por salvar a Venezuela y a Vd. He sabido todos los males que padece mi país nativo, los peligros que corren mis primeros y más queridos amigos y compañeros de armas, los que me han dado gloria y me han llevado hasta el Potosí, los hijos de Venezuela, aquéllos que han formado montones de cadáveres de sus propios cuerpos para elevarme sobre la América. ¿Podría yo ser insensible a sus dolores? ¿Podría yo dejar de aliviarlos hasta con mi sangre? Sí, mi querido general, estoy resuelto a todo por Venezuela y por Vd.: ella es mi madre, de su seno ha salido mi ser y todo lo que es mío; a ella, pues, debo consagrar todos los sacrificios, hasta el de la gloria misma, y Vd., que es el primer soldado y el primer representante del ejército de mis hermanos, tiene el primer derecho a todos mis conatos y cuidados después del suelo patrio. Repito nuevamente: esa patria y Vd. me han traído a Colombia y ya son infinitos los esfuerzos que he hecho por darle cuanto desea. Los papeles públicos me han tratado aquí de un modo que, a la verdad, me ha asombrado. Saben los enemigos de Vd. que mi única misión es salvar lo que lleva el nombre venezolano; que he proclamado una absoluta amnistía para todos, todos los comprometidos. He dicho altamente que Vd. ha tenido derecho para resistir a la injusticia con la justicia, y al abuso de la fuerza con la desobediencia. Estoy rodeado de calumnias y de enemigos, porque no vengo a servir de vil instrumento de venganza. Vd. lo sabrá todo con respecto a Venezuela, a Vd. y a sus amigos, a quienes el señor O’Leary fue a espantar con amenazas y con injurias, según tengo entendido, por el resultado de su misión. Mi indignación con O’Leary ha llegado al colmo: no he querido ni verlo, ni oírlo, porque él no llevó mi pensamiento donde Vd., sino el ajeno, y en lugar de llevar mi amor a Venezuela y mi amistad a Vd., llevó pasiones indignas de un emisario mío y de un mediador. Yo lo he sospechado tanto, que no he dudado que él fue con mira de conspirar contra Vd. y de ganar, por este medio, algún ascenso en su carrera. ¡Insensato!! como si privar a Venezuela de Vd. no fuera privarla de su primer columna. En fin, Vd. sabrá todo luego que nos veamos, que será muy pronto, pues, aunque estoy extraordinariamente fatigado y casi muerto, me hallo en la resolución de partir de aquí dentro de ocho días a calmar la agitación del espíritu de Vd. y de todos mis pobres compatriotas. Esta oferta no será vana. En el día no tengo más mira que servir a Venezuela; demasiado he servido a la América; ya es tiempo, pues, de dedicar a Caracas todo mi conato, toda mi solicitud; por Caracas he servido al Perú; por Caracas he servido a Venezuela; por Caracas he servido a Colombia; por Caracas he servido a Bolivia; por Caracas he servido al Nuevo Mundo y a la libertad, pues debía destruir a todos sus enemigos para que pudiera ser dichosa: mi primer deber, hacia ese suelo que ha compuesto mi cuerpo y mi alma de sus propios elementos, y que en calidad de hijo debo dar mi vida y mi alma misma por mi madre.

Guzmán debe haber visto a Vd.; no dudo que le haya descubierto hasta el fondo de mi corazón; él lo ha visto hasta en sus últimos repliegues; lo ha visto todavía más de lo que en el día es. Era americano en Lima; era colombiano cuando vine al Sur; pero las abominables ingratitudes de Bogotá me han hecho renunciar a todo, excepto a ser caraqueño; y si puedo, seré venezolano si no se me paga en el Zulla y en el Oriente con la moneda de Cundinamarca.

Diré a Vd., de paso, que la carta de ese infame embustero Michelena no puede ser genuina, aunque él es tan fatuo y tan mentiroso como su carta. Michelena decía horrores de Vd. y de Santander cuando estaba en Lima, y yo lo llamé para decirle horrores indirectamente. Para esto le pregunté qué decían de Vd. y de Santander: me respondió con un poco de moderación pero nada bien. Yo le repliqué que los enemigos de Vd. y Santander eran unos facciosos y godos refiriéndome a él mismo, a su hermano y a su pérfida cábala, que, por sus iniquidades y torpezas, nos han reducido a la desesperación a todos, obligándome así a renunciar a todo como ya he dicho. Guzmán puede decir a Vd. lo mismo y mucho más. Es verdad que yo no quería a los redactores que despedazaban al gobierno; porque me creía con derecho y con razón para ello, pero también es verdad que Guzmán me había asegurado que esos señores se habían moderado y todos se habían reunido a mí para salvar a la Patria con el proyecto que Vd. sabe, y que yo no he querido adoptar ni adoptaré jamás. El general Santander retuvo aquí mi respuesta sobre este particular. Ahora no la mando porque es inútil y no probará nada.

He sido largo en esta carta y quizás demasiado libre y más que franco, pues nadie debe decirlo todo de una vez; porque he sabido por mi sobrino Clemente que los amigos de Vd. están muy alarmados con respecto a mí, tanto por la carta de ese miserable Michelena, como por la misión de O’Leary: digo, pues, que escribo para ellos y no para Vd., para que sepan mi pensamiento y mi resolución; de ningún modo puedo estar mal con ellos cuando aquí por defenderlo me han despedazado y, por consiguiente, ligado a su suerte. En cuanto a Vd. yo no he cambiado nada de mis primeros y sinceros sentimientos. Por el contrario, la misión de Ibarra ha aumentado mi adhesión a Vd. como era debido. Vd. por mí ha hecho más de lo que se podía esperar en circunstancias tan tremendas. Vd. ha podido ganar un partido inmenso con una o dos palabras, y no lo ha hecho por esperar mi resolución. Este servicio y esta bondad de parte de Vd. merecen una gratitud eterna, tanto de mí, como de todos. Nosotros debemos a Vd. infinidad de males que se han evitado, quiero decir, infinidad de bienes negativos: el ahorro de la guerra civil. Vd. no ha roto ni el pacto social de Colombia ni la fraternidad que lo ligaba y sólo ha rechazado un acto inicuo y torpe. Esto es todo.

Querido general, abra Vd. su corazón a todas las esperanzas que dependan de mí; Vd. y sus amigos van a ser los hombres de Venezuela. No queriendo nada para mí ¿en quién puede reposar esa patria? Daré mis consejos; diré mis pensamientos, pero no quiero más autoridad pública. Jamás la he querido y en el día la detesto. He combatido por la libertad, que es gloriosa; no mandaré ciertamente para obtener por recompensa el título de tirano, que tantas veces me han prodigado, y, sobre todo, en el día. No quiero mandar más, no, no, no, no. Primero la muerte que mandar una aldea. Esta resolución está dictada por el destino y es irrevocable como Dios. Perezca todo si por salvarlo todo muere mi nombre de Libertador, con el cual marcho a Vd. para abrazarlo y darle cuantos bienes le pueda a Venezuela y a Vd. Dé Vd. una proclama al pueblo llena de entusiasmo, de placer, diciendo que yo llego con un corazón todo venezolano, todo caraqueño y con las más lisonjeras esperanzas de la felicidad más perfecta en la patria de la gloria, la madre de los héroes: Venezuela. No más que esto y el contento de Vd.

No deje correr mi carta por nada de este mundo, pues un secreto descubierto es una arma para el enemigo; guarde Vd. mucho esta carta como la llave de mis designios. Consuele Vd. a todo el mundo cuanto quiera sin referirse a mí. Peña, Guzmán y Carabaño pueden leer esta carta no más, no más. Mire Vd. que los enemigos son mucho más de lo que Vd. piensa y la rivalidad sé aumentará prodigiosamente. Dentro de tres días saldrá de aquí Ibarra, que ha llegado medio muerto, pero que está desesperado de ver a Vd.: él le dirá a Vd. muchos detalles de cuanto quiera saber.

Soy de Vd. de todo corazón.

BOLÍVAR

* Sociedad Latino Americana, 37 rué Boissy d’Anglas, París.

Paria, agosto 1888. Es copia exacta. —El Conservador de la Biblioteca, D. de S. Sercy. —El Secretario, Jorge Antich.

C. A. Villanueva dice en su obra ’’ Imperio de los Andes’’, p. 273, que el original de esta carta lo depositó don José Antonio Camilo y Navas, junto con el archivo de la extinguida Biblioteca Bolívar, de la Sociedad Latino Americana, en el Instituto de Francia (Fond Bolívar).

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