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DOCUMENTO 8282. CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER, FECHADA EN PALLASCA EL 8 DE DICIEMBRE DE 1823, EN LA CUAL LE HACE MENCIÓN EN FORMA CIRCUNSTANCIADA DE LOS ACONTECIMIENTOS QUE SE HAN VENIDO DESARROLLANDO EN EL PERÚ. *

Pallasca, 8 de diciembre de 1823.

A S.E. el general F. de P. Santander. Mi querido general:

Hace muchos días que no escribo a Vd. y también muchos que no recibo cartas de Bogotá ni correspondencias frescas.

En medio de los Aires, respirando un aire mefítico que llaman soroche, y sobre las nieves y al lado de las vicuñas, escribo a Vd. esta carta que deberá estar helada, si un cóndor no se la lleva y la hace calentar con el sol. En fin, amigo, escribo a Vd. de la sierra del Perú, que es como quien dijera una caricatura del reino, pues todo aquí respira el aire de las montañas.

Salí de Lima a interponerme entre Riva-Agüero y los godos de Jauja, porque este malvado, desesperado de triunfar, estaba tratando de entregar su patria a los enemigos, para salir con más provecho aunque menos lucido. He logrado, por fin, este objeto, y además la presencia de nuestras tropas por esta parte ha causado la ruina de Riva-Agüero y de la mayor parte de sus parciales, ejecutada por un coronel de caballería que había ido a Lima de parlamentario a tratar conmigo. Los facciosos fueron embarcados para Chile, sin embargo, les quedan dos batallones y un escuadrón de fieles a su causa, que han marchado hacia el Marañón, hasta donde tengo que perseguirlos; bien que cuento que se rendirán por capitulación, porque los pueblos y los soldados los aborrecen de muerte y no tienen partido con ellos. En fin, dé Vd. por concluida la guerra agüera.

Esta marcha nos ha hecho algún perjuicio al principio, porque nos ha impedido ir al Cuzco; mas ahora nos trae algunas ventajas. Hemos tomado posesión militarmente de todo el territorio libre del Perú, que no baja de seiscientas mil almas, y de muchas pequeñas provincias que, aunque arruinadas, mantienen un ejército grande por más de un año. En un año o tenemos paz o hemos vencido, o nos ha llevado Caplán [1] .

Nuestro ejército necesita de aumento porque desertan mucho los soldados y se enferman lo mismo. No tenemos más de 4.000 hombres y no hay más ejército que el de Colombia, pues los demás son bochinchitos sin moral, sin valor, sin sistema. Los godos pasan de 12.000 veteranos; y si Vd. no me manda los primeros 3.000 y los otros 3.000 más, no hay patria en el Sur. Tenemos una base admirable, nuestras tropas están en un brillante pie, mas son muy pocas contra un número triple. Tenemos la confianza de que podemos batir una mitad más, pero no el triple.

Nos falta mucha caballería llanera, y si Vd. me manda 500 de esos cosacos, hará una buena obra a la patria. Estos peruanos no sirven para soldados, y huyen como gamos; aquí no debemos contar sino con los colombianos que vengan de la vieja Guardia; mándemela Vd. toda, toda, toda, pues con ella somos invencibles. Poco cuesta mandar de las costas del Norte al Istmo, y yo me daré mis trazas para traerlas al Perú. Mientras Vd. no dé su frente al Sur estamos perdidos, porque Vd. no debe pensar en el Norte para nada.

Los godos son terribles; ya están en marcha contra nosotros y pronto llegarán a las manos si Dios no lo remedia. Tomaremos posiciones en las cimas de estos Andes, y veremos como las defendemos para que no pasen a Colombia los nuevos Pizarros y Almagres. No dude Vd. que son los mejores jefes que han combatido en América.

Lo demás va bien por acá, si es que puede ir bien un edificio que está desplomado y contra el cual están apuntando muchas baterías de grueso calibre. Al Perú le va bien como a don Carlos de Austria cuando le ponían el cordel al cuello; lo peor de todo es que yo estoy debajo y no digo lo mismo del ejército de Colombia, porque yo tendré buen cuidado de salvarlo; pero.. . ¡y mi honor! como decía Tomás Montilla; parece que no estoy de tan mal humor cuando me acuerdo de Montilla; sin embargo, no dé Vd. un cuarto por todo el Perú, aunque nadie se menea para nada ni parece que se inquietan estos señores del menor peligro. Algunas veces me parece que, como no les entiendo su lengua inca, no sé si están o no tranquilos; lo cierto es que yo no lo estoy, y que hace mucho tiempo que no sufro tan crueles cavilaciones. Rabio con Vds, todos, porque me figuro que no conciben el peligro en que están. Yo estoy cierto de que si los españoles se quedan en el Perú, nuestra posición es falsísima y ruinosa además. No alcanzará el dinero para pagar tropas y no obstante esto estaremos siempre débiles y siempre amenazados; puesto que debe estar reunido el congreso hágale Vd. un mensaje fuerte sobre este particular, para que tome sobre sí el impulso de un grande acto nacional. Yo, con la paz o el armisticio, salgo del paso, pero Colombia queda en la estacada. Apunte Vd. esta sentencia, y si quiere mándela grabar en letras de oro y póngala en la puerta del palacio, para que todos la sepan y no puedan decir jamás que los he engañado. Añado que si salgo de ésta con bien, no vuelvo a entrar en otra guerra y que me voy del país en el momento, para que no me puedan llamar. No he ahorrado nada con Colombia y esto mismo que estoy diciendo es una prueba de mi consagración absoluta, mas si estamos sordos o paralíticos, la culpa no es mía.

He sabido que ha llegado de París un amigo mío, don Simón Rodríguez: si es verdad haga Vd. por él cuanto merece un sabio y un amigo mío que adoro. Es un filósofo consumado, y un patriota sin igual, es el Sócrates de Caracas, aunque en pleito con su mujer, como el otro con Jantipa, para que no le falte nada socrático. Dígale Vd. que me escriba mucho; y déle Vd. dinero de mi parte librándolo contra mi apoderado de Caracas. Si puede que me venga a ver.

A Briceño muchas cosas, y a los demás ministros lo mismo. Al acabar diré a Vd. que pienso defender el Norte del Perú con las tropas de Colombia y prolongar esta guerra todo lo que pueda hasta que Dios me ayude o me ayude Vd. con 6.000 soldados, si no vienen tarde como suele suceder mal a propósito. Pocas ganas tengo de volver a Lima porque me creo más útil a la cabeza de nuestro ejército; sin embargo, de allá me llaman con empeño y dicen que soy útil en el alcázar del navio. Por fin haré uno y otro, y por consiguiente todo lo haré mal, como sucede siempre que se hacen dos cosas a la vez. Por ahora estaré dos meses en estos departamentos del Norte hasta dejar bien establecido nuestro ejército en posiciones y recursos; todo esto es sin contar con los godos que deben cambiarlo todo, y aun trastornarlo y arruinarlo todo.

El general Sucre ha marchado sobre Huánuco con una brigada del ejército a observar a los enemigos de cerca en sus fronteras. Este general es excelente y me ayuda infinito.

Desespero porque lleguen las tropas del Istmo de cuya salud no sé una palabra; y vuelvo a desesperar porque vengan los otros 3.000 más, lo que repito por si acaso se hubiere olvidado mi encargo y por probar a Vd. que no soy olvidadizo.

Quisiera escribir a Vd. un libro para decirle mil, mil cosas más, pero no puedo porque voy a montar a caballo para continuar mi marcha, y el general Morales, que al fin Dios quiso oír sus ruegos, ya se va, llevando esta comunicación que Dios la deje poner en manos de Vd.

Adiós mi querido general. Soy de Vd. de corazón.

BOLÍVAR

El amanuense saluda a Vd., a Dn. Pedro y demás amigos.

Diego Ibarra.

* De un impreso moderno. "Cartas del Libertador". (Fundación Lecuna), tomo III, págs. 512-515.

Notas

[1] Caplán, es decir, el demonio.

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