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DOCUMENTO 7357. CARTA DE BOLIVAR (PARA SANTANDER), FECHADA EN GUAYAQUIL EL 29 DE ABRIL DE 1823. SE QUEJA DEL RETRA­SO EN EL CORREO; SE REFIERE A LA INSISTENCIA DEL PERÚ EN LLAMARLO; LE INFORMA SOBRE LA MISIÓN DE SUCRE Y ACERCA DE LOS NOMBRAMIENTOS QUE HA HECHO COMO CON­SECUENCIA. COMENTA LAS NOTICIAS DE MÉJICO, CHILE Y BUE­NOS AIRES Y ALUDE A OTRAS GENERALIDADES.*

Guayaquil, abril 29 de 1823.

(Contestada el 21 de junio).

Mi querido general:

No puede usted figurarse el sentimiento que tengo de no recibir correos de Bogotá. Tres correos ha que no sé nada de allá, porque otros tantos no he recibido. No sé a qué atribuir este retraso, o más bien esta interceptación. Entiendo que por Pasto no hay novedad ninguna porque de Popayán escriben regularmente, y ahora mismo me dice Demarquet que tiene carta del 6 de marzo de esa capital, aunque de fecha tan atrasada. De 21 de febrero es el último correo que tenemos, y el de 6 de febrero vino después, de suerte que los dos de marzo estarán dando vueltas por San Buenaventura y Barbacoas, si es que no se han perdido. Esto me tiene desesperado porque mi determinación está pendiente de los sucesos del norte.

Ha venido una nueva misión del Perú para instarme que vaya a tomar el mando de aquellas tropas. El general en jefe, Martínez, y el general Santa Cruz, que manda la División del Perú, me instan con igual vehemencia. No sé qué responder porque me tiene detenido la resolución del congreso y las operaciones de Morales. Todos dicen que si yo no voy al Perú se pierde el país y 15.000 hombres de las cuatro naciones americanas, por falta de una cabeza que las mande todas, porque entre iguales nadie quiere obedecer. Lo que me lisonjea el mando de un ejército semejante, debe usted imaginarlo; pero he llegado al punto en que ni aun la salud de la patria ni la gloria misma me hacen la menor impresión, si se opone a la letra de mi deber. El norte puede necesitar de mí, y el congreso no me ha permitido salir de Colombia: estas dos circunstancias me retienen en la inacción. Puede ser que todo se pierda por esta misma inacción; mas yo no puedo, en conciencia, confirmar la vida de Don Quijote en salvar desvalidos contra la voluntad de la ley; bastantes actos de esta naturaleza he tenido en mi vida, bastante me han criticado por haber hecho el bien a pesar de mi deber. Espero dentro de quince días la respuesta del congreso, y si me permite marchar al Perú, iré al instante. Mientras tanto vendrá aviso del general Sucre, y mientras tanto puede haber caído Lima en poder del ejército si Canterac se acerca, como se dice, con su ejército. Este lance no lo podré evitar si sucede en todo este mes o a principios del que viene, y en el resto de mayo no es posi­ble que Canterac dé batalla en Lima, porque seremos superiores para entonces. Se dice que Chile manda 3.000 hombres, que Lima tiene 7.000 y nosotros mandaremos 6.000; ya están navegando 4.600 hombres fuera de oficiales; la semana que viene marchará el resto con Bogotá que está en marcha para este puerto. A usted le parecerá que todo esto es mucho; pues sepa usted que el enemi­go no tiene menos, muy bien mandados y muchos más recursos, posiciones, caballos, etc.

Ya dije a usted que había mandado al general Sucre con instrucciones para que dilatase el éxito de la campaña si puede lograrse esta ventaja. Con este fin se pueden conseguir también otras mu­chas cosas de la mayor importancia. Daremos tiempo a los acon­tecimientos políticos, al norte para desembarazarse de Morales, y a usted para que me mande reclutas de tierras calientes, porque los de otros países se mueren todos sin excepción de uno. Guaya­quil es el punto más importante de sur y para su defensa necesita 3 ó 4.000 hombres buenos. Aquí hay hombres, pero lo más ene­migos del servicio que se puede concebir; digo lo mismo de los quiteños. El otro día hubo un horrible escándalo en Quito, porque se pretendió tomar unos pocos hombres para Bogotá; el resultado fue que murieron más de 15 ó 16 personas, siendo el general Salom el que dirigía la acción. ¡Qué pueblo! Otro día fue poco menos, aunque con menos muertos o sin ninguno; los que vienen de Quito dicen que de aquella ciudad a ésta no se encuentra un vi­viente, de miedo de la miserable leva que se ha mandado hacer. Así es que se incomode o no se incomode usted, si no vienen hom­bres de Venezuela y del Magdalena, no formamos ejército aquí. Podré mandar a Lima toda la población que coja, pero no poner un solo cuerpo capaz de defender al sur, porque usted sabe muy bien que los reclutas no sirven en su país.

En este instante he recibido un nuevo correo del Perú; aunque no me cita nada, da sin embargo una idea de lo mismo que he dicho a usted siempre, y le mando a usted estas comunicaciones para que se instruya de su contenido. Todos los que me escriben son jefes del ejército, los más son generales, el ministro de guerra, jefe de estado mayor, etc.; como tengo muchas otras de estas comunicaciones, se las mando a usted originales.

Aseguro a usted que después de leer estas súplicas, no sé cómo me detengo un minuto en esta ciudad. Por una parte el interés público, y por otra mi gloria, todo me llama allí; en fin, la tentación es grande, y quizás no podré resistir a ella, a menos que Dios no me tenga de su mano. Es tan fuerte el motivo que me llama al Perú, que no sé cómo podré contenerme a mí mismo. Dentro de seis u ocho días, cuando se vaya Bogotá, sabré lo que habré de hacer, y en el próximo correo lo diré.

El general Salom está nombrado para jefe superior del sur, aunque no quiere ser nada. El auditor es el intendente interino de Quito, como la ley lo señala; el coronel Aguirre es comandante general de aquella provincia; así, todo estará ordenado del mejor modo posible.

Todos los días tenemos noticias del emperador Itúrbide y de sus malos sucesos en Veracruz. La Gaceta de Guayaquil dará a usted una idea de las actas insurreccionales de los generales de Itúrbide. Me parece que estas actas son decisivas de la suerte de aquel imperio. Este es el caso de decir: pecó contra los principios libe­rales y así ha sucumbido, como decía Bonaparte de sí mismo. ¡Qué lección, amigo, a los que mandan en el día! El que no está con la libertad, puede contar con la cadenas del infortunio y con la desaprobación universal. El Abate de Pradt dice muy bien que antes era muy cómodo mandar, y que ahora no hay mejor empleo que el de ciudadano. Que los oficios de reyes, ministros, sacerdotes, etc., son unos oficios que no valen nada, porque ahora se sigue a la inflexible razón y no al belicoso despotismo.

Yo hago mi confesión general todos los días, o más bien examen de conciencia y a la verdad tiemblo de mis pecados hechos contra mi voluntad, hechos en favor de la causa y por culpa de los godos. Quién sabe si algún día me castigarán con alguna peniten­cia grave por mi mal entendido patriotismo. Amigo, la cosa está mala; ya no se puede mandar sino por el amor del prójimo y con una profunda humildad. Los ciudadanos están muy cosquillosos y no quieren nada de arquitectura gótica, ni razón de estado, ni circunstancias, lo que desean es la arquitectura constitucional, la geometría legal, la simetría exacta y escrupulosa; nada que hiera la vista, ni al oído, ni a sentido alguno. Para ponernos a cubierto, pídale usted a su santidad el congreso un buleto para poder pecar contra las fórmulas liberales, con remisión de culpa y pena, porque si no, no habremos conseguido nada después de haber salvado la patria, como hicieron Itúrbicle, O’Hitmins y San Martín, porque los justísimos ciudadanos no quieren asistir a los combates, ni dar con qué pagar a los matadores, por no faltar a las leyes del decálogo y a las santas de la filantropía, pero luego que se haya ganado el combate vienen a distribuirse los despojos, pero condenando en toda forma a los sacrificadores, porque es muy bueno y muy sano condenar y coger.

Ahora mismo he tenido parte de que el bergantín Belgrano, pirata, está sobre las costas de Esmeraldas y del Chocó con varias presas. Mucho temo que dos buques que fueron a buscar armas y tropas en estas costas y al Istmo de Panamá, no los hayan cogido, pues mucho retardan en su vuelta. Estoy esperando nuestros buques de guerra que vendrán de un momento a otro para mandar perseguir el bergantín pirata. Será bien doloroso que nosotros perdamos 2.000 fusiles y 300 hombres que deben venir de Panamá y del Chocó, o más bien de Tumaco, porque allí están levantándose todos los días, y siendo hombres de tierra caliente, son muy útiles, aunque muy lejos de su país, que es donde sirven de algo.

De Chile parece que todo va bien, y que hay muy buenas disposiciones a favor del Perú. De Mosquera no sé más que su llegada a Buenos Aires. Espero pronto su regreso, porque hay tiempo para que venga; ha sido muy útil su estada en Buenos Aires a tiempo de la desgracia de Moquegua, porque él habrá tomado mucho em­peño en auxiliar al Perú, aunque infructuosamente, porque el es­tado paralítico de Buenos Aires no da esperanza de nada por ahora. En aquel país no se piensa más que en Montevideo y en divisiones intestinas. Creo que Montevideo se entregará ahora a Buenos Aires por las disputas entre el Brasil y Portugal. Lo que hará un buen efecto para nosotros, porque podrán auxiliar al Perú.

Si no fuera porque estoy al corriente de los negocios públicos de América y Europa, por las prontas y frecuentes noticias que me vienen de una y otra parte, estaría desconsolado al no saber nada de Bogotá; pero el Istmo me suple mucho en estas circunstancias con sus noticias. No dudo un momento que si la guerra se rompe con España, cualquier partido se compone con nosotros, directamente o por interposición de los ingleses. Esta idea me tiene muy confortado, porque yo siempre tengo una idea confortativa de paz y reconocimiento como usted lo sabe, y aun se ha reído a mi costa de mi pazomanía.

Nada sé del congreso, ni aun de oídas; entiendo que se haya instalado, porque no hay correspondencia ninguna de este mundo con ése. Los senadores que usted tanto me ha encargado, no irán porque estos señores no quieren ser soberanos, ni legisladores, y dicen, como Bamba [1], que prefieren la muerte al trono. No se puede vencer esta moderación, amigo, hace caer las armas de la mano; y no se puede negar que somos los más moderados de todos los hombres.

No queremos mandar ni ser mandados. Los unos no quieren la libertad central, porque es una libertad muy fuerte, y la querrían moderada por la federación, y los otros no quieren dar leyes, por no sujetarse a tan dura pena y al fausto de una representación augusta.

¿Sabe usted que no sé nada de Venezuela hace muchos años? Tenga usted la bondad de decirle a Briceño que me escriba de mi familia y amigos, si sabe algo, y que les mande a estos mismos noticias de mí. Por este canal mando una orden para mi hermana María Antonia; entréguesela usted a Briceño.

Soy de usted de todo corazón su afectísimo amigo.

BOLÍVAR

* De un impreso moderno. Archivo Santander; tomo IX, pág. 346.

Notas

[1] Puede referirse al rey visigodo de España, Wamba (672-681). Fue obligado a abdicar 7 se retiró a un convento.

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