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DOCUMENTO 7330. CARTA DE BOLÍVAR PARA RIVA-AGÜERO, FECHADA EN GUAYAQUIL EL 13 DE 1823, EN LA CUAL SE REFIERE A LAS TROPAS ENVIADAS AL PERÚ, A LA MISIÓN QUE ANTE SU GOBIERNO LE HA CONFIADO A SUCRE, DE QUIEN EMITE LOS MAS ENCUMBRADOS CONCEPTOS. HABLA DE SU POSIBLE TRASLADO AL PERÚ Y A OTROS PORMENORES QUE SE LE RELACIONAN.*

Guayaquil, 13 de abril de 1823

Al Señor don José de la Riva Agüero.

Mi querido Presidente y amigo:

El Coronel Urdaneta volvió de su viaje a Lima trayéndome agradable relación de lo que había visto en esa capital, y ademas me entregó la carta con que Vd. me ha honrado.

Ya hemos dirigido 4.250 hombres, debiendo salir en esta semana 600 más que vienen de la costa de Panamá y el Chocó [1]. Después seguirá el batallón Bogotá con 1.000 piezas y un regimiento de caballería, hasta completar 6.000 hombres ofrecidos. Pero no tenemos aún noticia alguna de que vengan transportes para llevar el resto de nuestra tropa, aunque los pedimos con el Coronel Urdaneta. Esto me persuade que Vds. no necesitan tropas tanto como yo me había figurado, porque si no ya estarían en marcha dichos transportes. Desearía saber si Vds. mandan o no por los 1.300 hombres que deben llegar aquí para embarcarse en todo este mes. Ellos están en marcha desde Pasto, habiendo abandonado a su suerte aquel territorio tan enemigo de la libertad.

He pensado mucho, y cada día pienso más, sobre la suerte del Perú: en consecuencia me he determinado, después de una meditación muy atenta, a comunicar a Vd. mis ideas sobre el medio de salvar ese país de sus tiranos. El General Sucre va dirigido cerca de ese gobierno para exponerle los arbitrios y medidas que, en mi opinión, son saludables. Lleva un carácter diplomático para darle mayor peso e importancia a su misión. Aseguro a Vd. que este general servirá infinito al Perú, si Vd. quiere tener la bondad de emplear sus luces, su actividad, su celo y aun su valor. Confieso con franqueza que no ha dado Venezuela un oficial de más bellas disposiciones, ni de un mérito más completo. Aunque criado en la revolución, y sin haber podido tener otra educación que la que da la guerra, es propio para todo lo que se quiera. Yo he confiado a él la dirección de nuestro ejército en el Perú, y además una comisión diplomática para terminar de una vez los negocios de límites y la devolución de las provincias de Colombia que tiene el Perú, porque no es justo que, vecinos y hermanos conserven celos que puedan pro­longar las calamidades públicas. El General Sucre lleva el en­cargo de representar los intereses de Colombia en esa capital, y de combinar el plan de campaña y operaciones militares para or­denar, en consecuencia, al General Valdés lo que debe hacer. Era muy difícil que desde aquí yo pudiese comunicar a Vd. la mul­titud de combinaciones que he formado en obsequio de la liber­tad del Perú. El General Sucre presentará a Vd. el cuadro de mis ideas con relación a la guerra, y a negociaciones pacíficas con los enemigos. Si éstos no son locos, o eminentemente heroicos deben tratar con nosotros en el estado actual en que se halla la Europa y la América.

Por los papeles públicos verá Vd. que los ingleses iban a tomar a La Habana y Puerto Rico, y que los aliados iban a entrar en España. Estos sucesos deben mudar la faz de los negocios públicos en uno y otro mundo. Yo pienso que ya la España estará ocupada por sus enemigos, y lo mismo La Habana y Puerto Rico, con el nombre de compensación. La Inglaterra, no aprobando la conducta de los aliados y no habiendo España para ellos, reconocerá nuestra independencia, y aun hará mucho más. Me parece que todo está ya decidido a favor de la América. Por consiguiente, sería una demencia suma comprometer nosotros, en el día, la suerte de nuestras armas ni aun con esperanzas vehementes del triunfo. Mientras vemos el giro que toma la Europa y la Ingla­terra en esta crisis vital no debemos dar un paso que no esté marcado con una seguridad infinita. Nuestros negocios se están desarrollando en el gabinete de Londres y en los campos de la Península. Una victoria más no aumentará nuestro peso o volu­men, y la pérdida de la capital de Lima quita el prestigio de la independencia del Perú. Esta consideración no debe Vd. alejarla un momento de su espíritu y sacrificar a ella todas las demás, sin excepción alguna. Dentro de dos o tres meses debemos tener resul­tados positivos, y entonces obraremos en conformidad con los su­cesos. Toda otra marcha no me parece acertada. En el entretanto disciplinemos y aumentemos nuestras tropas, y convidemos a todos los aliados a que cooperen con nosotros poderosamente para caer después sobre el enemigo con una masa inmensa.

Tanto en la dirección de la guerra como en la ejecución de las medidas conciliatorias con los españoles, puede servir el general Sucre a ese gobierno, servicios que en épocas muy difíciles yo he apreciado mucho, porque el General Sucre ha sido útil y puede ser útil siempre que sea empleado. Por último diré a Vd. que en la instrucción, que le he dado, en todas ocasiones, ha sido la más sencilla, autorizándole para que obrase según su conciencia y buen juicio. Es hombre que puede merecer una carta blanca, y ahora la lleva para el buen éxito de su comisión.

Permítame Vd. que le encarezca lo que nos importa pedir auxilios a Chile y a Buenos Aires, para que terminemos la guerra americana.

Vd. me convida para que vaya a dar un paseo a Lima. No estoy muy distante de ir a tener la satisfacción de conocer a Vd. y de tributarle los sufragios de mi admiración; mas estoy pen diente de la resolución del congreso, pues, aunque me creo autorizado para salir del territorio de la república, no hay una urgencia que me exija un paso tan aventurado. Tengo además la aprensión íntima de que mi marcha a Lima puede ser mirada por mis ene­migos con muy mal ojo. Hubo un Bonaparte, y nuestra propia América ha tenido tres cesares. Estos perniciosos ejemplos per­judican a mi opinión actual, pues nadie se persuade que, habiendo seguido Ja carrera militar como aquéllos, no me halle animado de su odiosa ambición. Ya mis tres colegas: San Martín, O’Higgins e Iturbide han probado su mala suerte por no haber amado la libertad, y, por lo mismo, no quiero que una leve sospecha me haga padecer como a ellos. El deseo de terminar la guerra en América me impele hacia el Perú, y me rechaza, al mismo tiempo, el amor a mi reputación; de suerte que fluctúo y no decido nada, porque los dos motivos opuestos me combaten con igual fuerza. Sin embargo, me inclino a pensar que si es indispensable, el amor a la patria vencerá, como ha dicho un antiguo.

Soy de Vd., mi querido amigo, con la más cordial adhesión, su atento obediente servidor.

BOLÍVAR

* De un impreso moderno. Cartas del Libertador (Fundación Lecuna), tomo III, págs. 364-367.

Notas

[1] Chocó, actualmente Departamento de Colombia, capital Quibdó.

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