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DOCUMENTO 7310. CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER, FECHADA EN GUAYAQUIL EL 29 DE MARZO DE 1823, EN LA CUAL SE REFIERE A LAS TROPAS ENVIADAS AL PERÚ, A DISPOSICIÓN DE SALIR PARA ESE PAÍS, A LA COMUNICACIÓN RECIBIDA DE ITURBIDE, JUICIO SOBRE ESTE Y ALGUNAS OTRAS APRECIACIONES SOBRE LA GUERRA EN VENEZUELA Y PAÍSES DEL SUR.*

Guayaquil, marzo 29 de 1823.

(Contestada el 6 de mayo de 1823).

S.E. el General Santander.

Mi querido General:

He recibido hoy la apreciable carta de usted de 20 de febrero por la cual quedo impuesto del estado de las cosas por el norte. Mucho me ha gustado el que usted no me haya vuelto a llamar para Bogotá porque se necesita de mi presencia en el sur. Sin duda sería bueno que yo fuese a dar un paseo por allá como usted dice; pero no me parece ganaríamos nada en estas circunstancias si yo me alejase ahora del Perú. Usted no puede imaginar la necesidad que tienen en Lima de un hombre que los dirija en todo y por todo. Mandaré a usted dos o tres cartas que den a usted una idea de esta necesidad para que forme una idea de ella.

Acaban de llegar ocho transportes que vienen a buscar dos mil quinientos hombres de Colombia. Estos marcharán dentro de 10 o 12 días que estarán aquí los Rifles y Yaguachi, con dos cuerpos de caballería que están prontos a marchar. Por todo cuando llegue Bogóta habremos mandado seis mil hombres. Esta fuerza unida a la del país no pasa de doce mil hombres, y Canterac no deja de tener catorce o diez y seis mil, magníficas posiciones y con muchos recursos. Solamente un ejército magnífico con un gobierno muy fuerte y un hombre sereno puede arrancarles el Potosí [1] y el Cuzco [2] a esos españoles. El comandante de los transportes dice que si yo no voy es inútil que mande tropa ninguna porque sería inú­til toda fuerza de Colombia sin mi dirección. Lo mismo dice el General Necochea [3] y el comerciante Sarratea. El General Porto-carrero me ha dicho mucho más que ellos, pues supone que yo debo ir hasta Buenos Aires y Chile. Todos ofrecen sus servicios con tal que yo los emplee: hasta el comercio ofrece su dinero con esta condición. Chile, Buenos Aires y Méjico están en grandes apuros revolucionarios; así, no debemos contar con ellos para nada. Chile ha depuesto a O’Higgins y el General Freyre debe reemplazarlo probablemente. Ambos son lo mismo y peores que San Martín si es posible. Buenos Aires continúa en anarquía y en nulidad. Mé­jico lo mismo porque Itúrbide tiene el pueblo sobre sus brazos, es decir, contra él. Mando a usted un impreso de Méjico que com­plica a Santamaría en la conspiración contra el imperio. Yo he es­crito a Itúrbide contestándole a su magnífica carta porque es de decencia y de justicia. Nadie detesta más que yo la conducta de Itúrbide; pero no tengo derecho a juzgar de su conducta. Pocos soberanos de Europa son más legítimos que él y puede ser que no sean tanto. Así es que la conducta de Santamaría [4] es muy re­prensible, si es tal como se pinta. A propósito, creo que el gobier­no debe hacer un gran sacrificio expiatorio de un personaje diplo­mático. Jamás se han visto más grandes crímenes en una diplocia ni más virtud en un ejército, como se observa en Colombia. Es una abominación lo que han hecho algunos de nuestros agentes y por consiguiente debemos dar una espléndida satisfacción al uni­verso, que tiene un derecho a conocer cuál es el órgano de Co­lombia en su fe y en su crédito nacional.

Mucho deseo mandar a usted un general como usted me pide, pero para acá se necesitan con urgencia. Sucre y Valdés son los que pueden mandar en jefe; el uno marchó ya al Perú y el otro debe quedar en estos departamentos. La guerra de Venezuela tiene dos buenos generales que son Montilla [5] y Páez. Ambos pueden servir perfectamente; cada uno de ellos tiene mérito relativo que con dificultad se mejoran. Creo, sí, que debemos reunir un gran número de tropas para poder atacar a Morales [6], porque si perde­mos otro, se expone la suerte de Colombia, y si yo estoy en el Perú, no sé qué decir.

El General Lámar se está muriendo en Lima del disgusto que ha tenido por su caída.

Espero el otro correo para decidirme definitivamente si voy o no al Perú. Se debe escribir un volumen en consideración de una y otra parte, si debo o no ir. Por la afirmativa debemos poner la certeza de perderse el Perú y el ejército de Colombia; por la negativa debemos poner el riesgo de Colombia en estas circunstan­cias. Si me quedo en inacción con el ejército de Colombia, es ine­vitable la ruina del Perú y los peligros del sur, y si me voy al norte, continúa el mismo daño sin estar cierto de ser necesario allá, ni de un triunfo seguro, porque la marcha de este ejército sería su propia ruina. Es una cosa fuera de duda que dos grandes inte­reses se chocan directamente. Hay peligro en Colombia, y éste es inmediato, porque es nuestro. Hay ruina cierta en el Perú, y este peligro es igualmente inmediato, porque es inevitable. Por allá hay el conflicto de un hombre contra un coloso, por acá hay viceversa. Parece que la razón aconseja que yo entre en la balanza del más débil para contrapesar al más fuerte. En esta decisión no considero ni el peligro de mi reputación ni la desaprobación de Colombia; como si fuese un juez extraño, peso los intereses. En fin, el correo que viene entrará en la balanza, y ojalá que su fiel lo dirija el buen genio de Colombia.

El General Sucre debe llegar de un momento a otro a reemplazarme si me voy al Perú, y si no voy, irá él a mandar nuestras tropas. En este caso hay los siguientes riesgos: 1° su carácter suave y flexible; 2° la antigüedad de Valdés; 3° su poca autoridad; 4° la desobediencia de los jefes aliados; 59 la novedad de su fama mi­litar; 6° y último, la anarquía que se introducirá en el ejército sin que se corten las que existen en el pueblo. Lima vive en el día como aquellos cuerpos muertos, animado por los espíritus vitales; la esperanza de mi ida ha reanimado aquel cuerpo muerto. Nadie sueña, nadie piensa, nadie imagina que puede existir el Perú sin mí. . . Por el contrario, yo no tengo la menor duda de que Colombia puede existir con usted en el gobierno, con Páez en Venezuela, Montilla en el Magdalena [7] y Sucre en el sur, y por adición Carreño [8] en el Istmo, que es un pequeño grande hombre para gobernar.

Soy de usted de corazón.

BOLÍVAR

Lo que usted me dice sobre su generalato y sobre lo que usted pretende para mí, no se olvidará.

* De un impreso moderno Archivo Santander, tomo IV, pág. 313.

Notas

[1] 1Potosí, ciudad de Bolivia, capital del departamento del mismo nombre, al pie del cerro de Potosí, célebre por sus riquezas minerales.

[2] Cuzco o Cusco, ciudad del Perú meridional. Era la capital del imperio incaico cuando se produjo la conquista española.

[3] Necochea, Mariano (1791-1849), general argentino que se distinguió entre otras, en la batalla de Junín.

[4] Miguel Santa María, distinguido político mexicano al servicio de Colombia. Bolívar lo nombró Embajador en México con el encargo de proponer la Confederación Americana.

[5] Mariano Montilla, XI, 353; XIV, 388.

[6] Francisco Tomás Morales, X, 41, 52, 53, 87, 96, 97, 170, 325, 331; XI, 10, 290; XII, 163, 165, 168, 170, 204; XIII, 232, 254/7, 323. 346, 347, 349; XIV, 64, 79, 80, 127, 166, 169, 217.

[7] Magdalena, el principal río de Colombia.

[8] José María Carreño, XII, 245, 246.

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