Caracas, 28 de febrero de 1827.
A S. E. El Gran Mariscal Don Andrés de Santa Cruz.
Mi Querido General:
Ayer en medio de las fiestas del carnaval; en medio de mis parientes y amigos, tuve el gusto de recibir la apreciable carta de Vd. del 23 de noviembre, que he leído con infinito interés, porque toda ella es agradable y promete las más lisonjeras esperanzas; esperanzas que creo firmemente no serán turbadas por los genios que Vd. indica: Dios no lo permita. Vd., mi querido general, y los dignos ministros que componen el gobierno, sabrán evitar los escollos que, como hábiles pilotos, descubren a lo lejos.
Mucho celebro el orden y la tranquilidad que reina en el Perú. Mis amigos de Lima me escriben que parece que yo no me he ausentado de la Magdalena; y yo más bien diré que mi presencia no se ha sentido porque Vds. ocupan el vació que yo he podido dejar. Yo estoy encantado con las noticias que recibo de esa capital, y más que todo con la administración del consejo que ha ganado mucho en la opinión, por su inteligencia,buena fe y rectitud de principios. Tenga Vd. la bondad de trasmitir estos sentimientos a los señores Larrea, Pando y Heres. Lo mismo que a los señores prefectos de los departamentos cuya conducta ha estado en consonancia con el gobierno. Entre éstos hago una particular mención de los generales La Fuente y Gamarra. Dígales Vd. que por el correo próximo les escribiré. Aunque estoy ya impuesto de las favorables disposiciones- que conserva el general La Fuente hacia el gobierno y hacia la unidad, mando el duplicado de la carta, cuyo principal remití a Vd. en el correo pasado: creo que el uso de ella nunca estará de más, porque en nada ofende la delicadeza de aquel general; todo lo contrario, muestra la confianza que yo tengo en sus sentimientos leales y patrióticos.
Aunque frecuentemente se ha hablado de expedición a La Habana, no por eso se ha determinado aún emprender una operación que es costosa, difícil y peligrosa; y que podría sernos perjudicial si no se logra con todo el éxito que ella exige. Sin embargo, no por eso abandono esta idea que me ha sido siempre muy favorita; y si la guerra entre España e Inglaterra llega a verificarse, entonces será fácil ejecutar aquéllo que en plena paz podría ser impracticable. Antes de ayer ha venido el paquete de enero y no nos ha sacado de las dudas en que nos puso el pasado con respecto a la guerra entre España y Portugal. Las tropas partieron de las costas británicas, pero aun no se ha sabido de su llegada a Lisboa, sino en parte, y, por lo mismo, se ignoraba el resultado de esta operación, de la cual depende, en mi concepto, la suerte de la Península. Es natural creer que ésta ceda a las instancias de la Inglaterra, que, como más fuerte, impondrá sus condiciones; y algunos opinan que la del reconocimiento de la independencia de América será la primera.
De uno u otro resultado yo espero sacar un buen partido para Colombia, que puede hacerse extensivo a los demás estados. Explicaré mi pensamiento: si la guerra tiene lugar, mi objeto es mandar una expedición a La Habana, que nos dará la ventaja de descargarnos de los gastos que nos causan en este país las tropas que lo guarnecen y darles abundancia por miseria, gloria por ocio. Si no tiene lugar la guerra, entonces pienso licenciar todos los cuerpos, y dejarlos en cuadro. Sólo de este modo podremos medio marchar adelante, porque es tal la miseria que da compasión.
Por el último correo de Bogotá he sabido que allí se reunían los diputados al congreso de esta legislatura. No dudo que se Instalará, pero no puedo asegurar el bien que pueda hacer en circunstancias, a la verdad, bien delicadas. Yo he hecho la renuncia que incluyo para que Vd. la haga correr en todas direcciones y, reimprimiéndola, la pase a manos de los prefectos.
Soy de Vd. de todo corazón.
Bolívar.
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