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DOCUMENTO 1289. DEL BORRADOR. O. C. B., CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÌVAR A JOSÉ FERNÁNDEZ MADRID Y AL SEÑOR ANDRÉS BELLO, FECHADA EN CARACAS EL 24 DE FEBRERO DE 1827, PARTICIPANDO QUE EN VENEZUELA REINA EL ORDEN Y LA TRANQUILIDAD PÚBLICA, PERO NO HA VUELTO EL ANTIGUO ESPLENDOR; INFORMA QUE EN LA CAPITAL SE REÚNEN LOS REPRESENTANTES DE LA LEGISLATURA MIENTRAS EL CONSEJO DICTA MEDIDAS SOBRE LA POSICIÓN DE COLOMBIA.

Caracas, 24 de febrero de 1827.

Al Señor José Fernández Madrid y al Señor Andrés Bello.

Mi Querido Amigo:

Por separado escribo a Vd. una carta, cuyo objeto es enteramente particular y, por lo mismo, no he querido mezclarla, con ésta. Yo supongo que los papeles públicos y correspondencia de Bogotá, que deben haber llegado a sus manos, le habrán informado del estado político de Colombia en aquella fecha, de mi venida a la capital, de las providencias y decretos que allí he dictado en bien de la patria; y últimamente mi marcha a estos departamentos de Venezuela ha apa­gado el fuego de la guerra civil que ya prendía en todos los ángulos de Venezuela, debido todo a la exaltación de los partidos, y a la diver­gencia de opiniones que habían producido los gritos de reforma que se dejaron oír desde el 30 de abril próximo pasado.

Sin embargo, en medio de estas terribles convulsiones, la generalidad clamaba por mi presencia, y aun los partidos me invocaban por su mediador. Así ha sucedido: apenas me presento en Venezuela, cuando todos los partidos se recon­cilian, reconocen el gobierno de la república, y se someten al imperio de las leyes como lo anuncié yo en mi proclama de Puerto Cabello y decreto de aquel mismo día.

Yo creí que el primer y más fuerte interés de la república era evitar una guerra fratricida, cuyos resultados llenarían de oprobio al mismo vencedor: así, pues, no perdoné ninguna medida ni ahorré ningún sacrificio para lograr el objeto que me proponía en honor de nuestro crédito y en gloria de nuestro nombre. Con cuanto gusto puedo participar a Vd. el feliz desenlace de los sucesos de Vene­zuela y anunciarle que el reino benéfico del orden y de la tranquilidad pública han sido reintegrados en toda la república. No obstante, no por esto podemos decir que hemos vuelto a nuestro antiguo esplendor y crédito, porque apenas hemos tenido el tiempo necesario para ahogar el germen del mal, y ahora todo debemos esperarlo del sosiego y de la calma a que ha sido restituida la república.

Entre tanto se reúnen en la capital los representantes de la legis­latura de este año, que, por motivo de los últimos acontecimientos polí­ticos, no habían podido congregarse en el día señalado por la ley. Es de esperarse que la sabiduría y la prudencia de los legisladores pongan el sello a la tranquilidad que actualmente goza la república, después de haber navegado en un piélago de dificultades y peligros y después de haber escapado del tremendo huracán que la combatía. También es de esperarse que el congreso dicte aquellas medidas que exige la presente posición de Colombia y que piden con urgencia los departamentos, las provincias y los pueblos. Por mi parte, yo he logrado un triunfo cual nunca he obtenido; y satisfecho de mi victoria, aniquilando la guerra civil he dirigido al congreso la renuncia que acompaño. ¡Ojalá que me sea admitida!

Las repúblicas del Perú y Bolivia están tranquilas, y, según las últimas noticias, que he tenido de aquellos países, todo marcha allí en orden y hacia la estabilidad. Ambos pueblos han adoptado la constitu­ción que se les ha presentado, aunque con muy ligeras modificaciones.

Soy de Vd. afmo. amigo.

BOLÍVAR

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