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DOCUMENTO 1270. DEL ORIGINAL. O. C. B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR AL GENERAL FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, FECHADA EN CARACAS EL 6 DE FEBRERO DE 1827, SOLICITANDO QUE EVITE HACER GASTOS APRESURADOS YA QUE LA EXPEDICIÓN DE PUERTO RICO NO SE REALIZARÁ, EXPONE QUE NO ADMITIRÍA JAMÁS LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA Y SU PERMANENCIA EN EL GOBIERNO SE MANTENDRÍA HASTA LA GRAN CONVENCIÓN, O HASTA QUE ENTREGUE EL MANDO A UN CONGRESO ORDINARIO.

A S. E. EL. GENERAL. F. DE P. SANTANDER.

Mi querido general:

Respondo a la apreciable carta del 23 del pasado. He visto las noti­cias que Vd. me da de Europa y las que comunica Madrid. Ayer ha llegado a esta ciudad el doctor Foley, con treinta días de navegación do Liverpool a La Guaira. Por los informes que él me ha dado, relativos al estado político de la Europa y por los papeles públicos que he visto, estoy casi persuadido que la guerra entre Inglaterra y España no tendrá lugar. Parece que todo se ha reducido a amenazas de parte de la más fuerte contra la más débil. Así creo que no debe tener lugar la expe­dición que premeditaba contra Puerto Rico, y hoy mismo mando cesar los preparativos que había ordenado, hasta segunda orden. Sin la cooperación de la Inglaterra nada haríamos y todo lo perderíamos. Por lo tanto, no debe Vd. apresurarse en hacer gastos que podrían ser inútiles y que además nos arruinarían más y más.

Estoy desesperado por saber si se ha reunido el congreso y lo que ha determinado. ¡Ojalá que aprobase mis operaciones y mandase cum­plir mis decretos! pero si no lo hiciere así no tendré un sentimiento muy grande, porque no estoy seguro de las consecuencias de mis providencias. Yo veo como incierto y peligroso todo.

Cuanto más considero la materia que manejamos, es decir la distribución del poder público en Colombia, tanto más me desaliento y encuentro dificultades. Sin embargo de todo esto, si el congreso no se reúne y no dispone nada en contra de lo que yo he decretado, mi resolución es llevar a efecto la consulta a los colegios electorales sobre la anticipación de la convención nacional. Esta gente está en un estado que yo no puedo definir, porque no hay un espíritu público bien decidido sobre ningún punto capital.

Todos dudan como yo cuál será el camino de la salud, pero al fin debemos obrar de un modo u otro, sobre todo cuando los amigos del general Páez y él mismo no quieren obedecer más a la autoridad que resida en Bogotá. No debo hacer un misterio de esta declaración, puesto que el general Páez me ha dicho resueltamente antes de ayer que quería saber defini­tivamente mis opiniones políticas sobre el estado de las cosas, para saber lo que debía decir en Apure adonde va ahora; que él estaba resuelto a irse del país si se le quería someter de nuevo a la consti­tución de Cúcuta y al gobierno de Bogotá; que si yo lo determinaba así, él me pediría su pasaporte. Mi respuesta fue que yo no haría más que sostener los decretos que había dado; que la gran convención determi­naría lo que tuviera por conveniente y que mientras tanto él no obedecía a Bogotá sino mi autoridad solamente, en fin, le dije: "yo le he dicho a Vd. que el único pensamiento que tengo es la gran federación de Perú, Bolivia’ y Colombia; pero mi único deseo es abandonar este país y dejar el servicio público, porque ya me es insoportable".

Los amigos de Páez están casi desesperados y dicen que Páez los ha vendido. Los amigos del gobierno dicen que yo desatiendo a los fieles y favorezco a los traidores. El general Bermúdez y el batallón de Apure, que son los que todo lo han perdido, son los que más agitan este partido.

Vd. me dice que va a entregarle el mando al señor Baralt, en oposi­ción a lo que yo he determinado a instancia de Vd. Si así fuere, yo también entregaré el mando al pueblo y me iré con Dios, porque yo no sé si a Baralt le obedecerán, y sé muy bien que si abandono a Venezuela por ir a Cundinamarca, se pierde otra vez la república, y yo no puedo ni quiero verme en mayores dificultades sin mi culpa. Por lo demás, Vd. tendrá mil razones para abandonar el mando: yo también las tengo, y aguanto. Yo creo que nuestra dignidad y el bien de la república nos exige nuestra permanencia en el gobierno hasta la gran convención, o hasta que entreguemos el mando a un congreso ordinario. Por mi parte, no admitiré jamás la presidencia y voy a declararlo así por una proclama luego que dé el decreto que mande consultar a los colegios electorales para la gran convención. Soy de Vd. de corazón.

Bolívar.

P. D.—Acabo de recibir las cartas de Vd. del 16 y 29 de diciembre. Me alegraré mucho de que el congreso se reúna aunque sea en todo el año, no porque yo espere bien de él, sino porque espero salir bien yo entregándole el mando de la república, para lo cual mando a Vd. un pliego que presentará de mi parte al presidente del senado. Yo estoy desesperado de todo. Me escriben de Bogotá que no tengo dos amigos en esa capital. Prueba infalible de que, por lo menos, se trabaja contra mi, y puedo decir con franqueza que me alegro para que nada me cueste desprenderme de Colombia.

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