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DOCUMENTO 7179. CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER (AUNQUE NO ESPECIFICA DESTINATARIO) FECHADA EN GUAYAQUIL EL 14, DE FEBRERO DE 1823, EN LA CUAL FORMULA CONSIDERACIO­NES ACERCA DE LA RENUENCIA DEL PERÚ EN ACEPTAR LOS SERVICIOS DE COLOMBIA. ASIMISMO HACE APRECIACIONES SOBRE LA POLÍTICA EN CHILE, BRASIL Y ARGENTINA, E INCLU­SO DE MÉJICO.*

Guayaquil, 14 de febrero de 1823.

Mi querido General:

Estoy impaciente por la llegada del correo de Bogotá que debe traernos algunas noticias importantes del ejército contra Maracaibo y de nuestra flotilla, de los extranjeros, de Europa, del congreso, de los enviados de España y quizá de algún enredo de mayor cuantía. En fin, este correo me tiene desesperado por saber sus buenas o malas nuevas. De hoy a mañana deberá llegar, y contestaré a us­ted lo que merezca la pena; mientras tanto adelanto esta carta para hablarle de lo que sé del sur y norte de nuestro continente. Nues­tra División ha llegado muy brillante, parecen tropas europeas, pero todo su brillo ha salido de sus propios sueldos. El gobierno del Perú nos ha cargado en cuenta todo, todo, todo hasta las municiones que gastaban las tropas, los cartuchos de instrucción, la composi­ción de fornituras, no abonando al soldado más que diez pesos de sueldo en un país abominablemente caro y en que pedían excesiva­mente por todo. Además de diez pesos, la mayor parte se daba en papel moneda, que vale muy poco. Hasta ahora no hemos sabido que haya salido otro papel contra nosotros que el que incluyo; por lo demás, la salida de nuestra División ha hecho poco efecto, y yo me persuado que esta indiferencia nace del miedo que nos tenían, pensando que los queríamos conquistar, por lo que se había visto en Guayaquil, que tan pacíficamente se reunió a la república. Los peruanos son muy graciosos, nos tienen usurpadas dos provincias; a Buenos Aires cuatro y disputan a Chile, Chiloé [1], y después tienen miedo que los conquisten, porque siempre el ladrón tiene miedo de la justicia.

Yo he escrito al Perú ofreciendo de nuevo los servicios de Colombia, y me he desentendido enteramente de las recriminaciones que mutuamente nos hacemos. He pensado que esta conducta es noble y conveniente. Nuestros papeles no hablan nada contra el Perú, a pesar de que por allá hablan mal contra nosotros; también creo que esta conducta es conveniente y útil; nuestro silencio es más terrible que las procacidades de esos miserables.

Difícilmente pueden ir adelante si la suerte no hace un milagro. Hasta ahora no tengo la menor esperanza de que se pueda salvar el Perú, porque tiene todos los elementos de destrucción y ninguno de salud.

Chile está dividido en dos grandes bandos y puede ser que ya se haya dado alguna batalla o batallas. El director es un déspota, estúpido, aborrecido generalmente por su crueldad y mala administración. El General Freyre [2], su enemigo, aunque de un carácter semejante al del director, está por el partido popular y la opinión general está por él, no solamente en cuanto a justicia sino también con respecto al triunfo. El gobierno de Buenos Aires se ha condu­cido muy bien, pero ha hecho reformas en la Iglesia y se ha hecho odioso con estas medidas. Ya debió haber sido expulsado tanto el jefe del gobierno como un ministro, y continúa por supuesto el curso de la anarquía. El príncipe del Brasil, enemigo de Buenos Aires, se ha coronado emperador del Brasil y parece que intenta algo contra Buenos Aires; de hecho tiene la banda oriental. Las gacetas le darán a usted la bella correspondencia del emperador con el rey de Portugal; es muy curioso.

El emperador de Méjico parece que tiene sus dificultades con algunas provincias y con algunas facciones republicanas. Se dice que han echado a nuestro enviado de Méjico, porque estaba comprendido entre los mal contentos. Si esto es así, el señor Santama­ría debe ser juzgado y nosotros debemos dar una satisfacción a aquel gobierno. Ya usted ve que en el Perú no nos quieren, porque somos demasiados liberales y ellos no quieren la igualdad; lo mismo en Chile, en Méjico otro tanto; en el Brasil será lo mismo; luego estaremos aborrecidos de todos en el nuevo y viejo mundo. Yo no digo que debemos cambiar de principios, porque sería peor que el aborrecimiento general, pero sí digo que debemos tratar muy bien a todo gobierno, y mucho más si es americano.

Por este sur de Colombia todo va perfectamente, aun después de la insurrección de Pasto, de la disputa de la municipalidad de Quito con Aguirre y de la intentona aquí de una docena de mal- vados asesinos que pretendieron saquear la ciudad. Nadie absolutamente hace caso de estos acontecimientos, y si en el primer mo­mento se ha hablado del suceso, a la vuelta de pocos días se ha olvidado todo. Nuestro mayor anhelo que tenemos acá son los resultados militares del Perú, porque realmente este negocio se ve con el aprecio que merece. Aunque por allá se diga otra cosa, no lo crea usted porque es mentira. Además, el ejército que tenemos en el sur es tan hermoso, que deslumbra a todo el mundo, y si lo viera en Bogotá, temblaría San Miguel y socios; porque, a la verdad, no tiene aire federal.

Repito mi encargo sobre la paz; que se haga a todo trance, cueste lo que costare, sin reparar en condiciones. Un tratado se reforma por otro tratado y Colombia es más respetable hoy que nun­ca, y por lo mismo debe temerse que las divisiones y otras causas nos pongan después en el caso en que están los otros pueblos de América, todos divididos, débiles y despreciables; entonces las condiciones que nos impongan los enemigos serán más fuertes. Por otra parte, los españoles están hoy en el caos más horrible, por consiguiente es el momento más dichoso en que debemos tratar con ellos, porque es el momento mínimo de un estado social. Cuanto más pienso en nuestra situación más me persuado que debemos tener vecinos temibles que nos obliguen a concentrarnos y reunir-nos a nuestros propios principios e intereses. Cuando nos dilatemos por la expansión que nos debe ofrecer la libertad, la paz y la se­guridad, nuestros más crueles peligros se van a multiplicar. Enton­ces vamos a experimentar la verdadera guerra y la verdadera anar­quía, reunidas en masa para arrebatarnos el triunfo de la libertad y de los sacrificios. Yo tiemblo, amigo, delante de lo futuro; más horrible me parere el porvenir que lo pasado. Penétrese usted del sentimiento doloroso que yo padezco con esta consideración y evitaremos por esta anticipación alguna cantidad de agudos pesares.

Al menos no seremos culpables de imprevisión.

Memorias a mis mejores amigos; y soy de usted de corazón,

Bolívar

* De un impreso moderno. Archivo Santander; tomo IX, pág. 247.

Notas

[1] Chiloé, provincia de Chile, capital Castro.

[2] General Ramón Freiré, militar y político chileno (1787-1851).

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