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DOCUMENTO 7171. CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER (NO ESTA ES­PECIFICADO EL DESTINATARIO), FECHADA EN GUARANDA EL 3 DE FEBRERO DE 1823, EN LA CUAL SE REFIERE CON AMPLIAS CONSIDERACIONES A UNA CARTA RECIBIDA DE RIVA AGÜERO QUE REFLEJA EL ESTADO DEL PERÚ."

Guaranda, febrero 3 de 1823.

Mi querido General:

He recibido anoche una carta de Riva Agüero [1], presidente del departamento de Lima, sujeto que según la opinión pública es el personaje de más capacidad, patriotismo, actividad y celo por la patria. Esta carta es un documento muy importante para el gobierno de Colombia, su autor no la quiso firmar por no comprometerse en ningún caso, pero se la entregó al General Castillo. Yo dirijo esta carta para el secretario Gual con otra de Mosquera, para que el gobierno se entere de lo que puede esperar de Suramé-rica y tome en consecuencia sus medidas políticas y militares.

Dice Castillo que Mosquera le ha escrito haber celebrado con Chile los mismos tratados que con el Perú. No hemos recibido tal aviso. Para que usted forme idea exacta de la opinión de Riva Agüero, debe tener presente dos noticias de él. Castillo dice que se parece mucho a don Javier Ustáriz [2] y sin embargo ve usted la fuerza con que piensa sobre los hombres y las cosas del Perú. Castillo añade que es muy superior a los demás compañeros y que los demás no valen nada, en ambas clases. Monteagudo [3], que es un personaje de mucha capacidad, es enemigo de Riva Agüero, porque es el autor de su caída, y dice, sin embargo, que es el hombre llamado a mandar el Perú. De todo esto debemos deducir que la carta de Riva Agüero debe tenerse como la expresión imparcial del es­tado del Perú, y que el gobierno de Colombia debe creer a un hombre, que pasa por el primero de su patria. El Perú debe contarse por perdido según la propia confesión del mejor de sus hijos, y sin embargo Castillo cree que la exposición de Riva Agüero no tiene todavía bastante fuerza para pintar el estado horrible de aquel país.

El otro documento de Mosquera dice claramente que no debemos esperar nada de Chile y Buenos Aires, aun antes de haber su- frido la guerra y los trastornos que están padeciendo actualmente en una y otra parte, según se sabe por todas las noticias que vienen. El Brasil ataca a Buenos Aires y el General Freyre [4] a Chile; y a todo esto no se entienden ni entre sí ni con los vecinos. Así, me parece que debemos hacer la paz lo más pronto posible.

Un colombiano que acaba de llegar de Méjico, dice que estaban contentos con Iturbide [5] en la capital, pero que Guatemala y otras provincias no lo querían, y estaban en guerra abierta. Yo no he visto a este joven y luego que lo vea en Guayaquil me infor­maré mejor de sus noticias.

La conspiración que se tramó en Guayaquil la conoce todo el mundo, pero yo no he recibido aún documentos oficiales sobre el caso; era un proyecto miserable, pero atroz, de algunos canallas. Pienso castigarlos ejemplarmente, y lo mismo haré con todo lo que ocurra en este país, que está tranquilo, y no debemos dejarlo alborotar.

Parece que Mosquera se fue para Buenos Aires sin que yo sepa cómo ni cuándo. Ustedes allá vean lo que hacen para que no quedemos envueltos en guerras civiles y externas. Yo no haré más que defenderme contra todo el mundo, y pienso triunfar; mas nada de esto da reposo y dicha.

Ahora mismo sigo a Guayaquil, donde tenemos un mundo de tropas y otro mundo de deudas, pero yo haré frente a todo, porque no faltan recursos por algunos años, aunque estos recursos serán bañados de lágrimas y sangre, porque esta gente es muy dura para dar, y no han padecido todavía las grandes crueldades españolas.

Pídale usted mil perdones a Gual y Briceño porque no les he contestado sus amables cartas; mi tiempo está dividido en pensar, soñar y caminar, y también en trabajar algo por la patria; así, sólo a usted puedo escribir. A los otros secretarios y amigos muchas ex­presiones de mi parte.

Noticia. Aquí está un hijo del señor San Miguel, algo más godo que su padre, que ha sido el caudillo de este infame pueblo, que es el Pasto de Quito. Su disculpa es que él no podía tener otras opiniones que las de su padre. A pesar de esto lo tenemos de colector de tributos, por si acaso su padre quiere ser agradecido, si no, lo mando para España, porque es más godo que su propio padre.

¡Qué destino combatir para obedecer a esos infames esclavos de Fernando [6]! Pero no, no será mientras viva el Cid, Ruiz Díaz de Vivar.

Soy de usted de corazón.

BOLÍVAR

El amanuense saluda a usted, a Perucho y demás amigos; de Guayaquil le contestaré su amable y honrosa carta.

IBARRA

* De un impreso moderno. Archivo Santander, tomo IX, pág. 235.

Notas

[1] José Riva Agüero (1783-1858), político peruano de señalada aun­ que discutible actuación en su patria.

[2] Francisco Javier Ustáriz, patriota caraqueño que con sus luces iluminó las sesiones del Congreso de 1811.

[3] Bernardo Monteagudo, político argentino (1787-1823), procer civil de la independencia americana, quien ocupó varios importantes cargos en el Perú tanto en el gobierno de San Martín como en el de Bolívar. Murió asesinado en Lima.

[4] General Ramón Freiré, militar y político chileno (1787-1851).

[5] Agustín Iturbide, militar y político mexicano (1783-1824). Actuó en la independencia de su país y en 1822 fue proclamado emperador, pero una revolución lo obligó a abdicar. Emigró a Europa y a su regreso fue detenido y fusilado.

[6] Se trata desde luego de Fernando VII, rey de España.

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