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DOCUMENTO 1314. DEL ORIGINAL O. C. B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMON BOLÌVAR AL GENERAL EN JEFE JOSÉ ANTONIO PÁEZ FECHADA EN CARACAS EL 16 DE MARZO DE 1827. PARTICIPANDO QUE LA REBELIÓN DE LOS SOLDADOS DE VALENCIA ES PRODUCTO DEL EMBARQUE DE ALGUNOS CUERPOS, POR DISMINUCIÓN DE GASTOS Y PROTECCIÓN DE LAS POBLACIONES; EXPONE QUE LOS ALBOROTOS SON PROMOVIDOS POR DESERTORES Y ALGUNAS PERSONAS COMPROMETIDAS EN LA REFORMA.

Caracas, 16 de Marzo de 1827.

A S. E. EL GENERAL EN JEFE JOSÉ ANTONIO PÁEZ.

Mi Querido General:

He sabido con mucho sentimiento la rebelión de los soldados de Valencia, por el ejemplo pernicioso que se da a la república. Lo peor será que cada uno atribuirá la causa a lo que menos quiera. En cuanto a mí, diré lo que ha sucedido: Vd. sabe que desde el principio quise mandar a "Apure" a Cartagena por las razones que tenía para ello y Vd. no ignora. Además, no teníamos con que mantener más tropas, pues esto está agotado de un modo increíble. Se suspendió su marcha a tiempo que el batallón Anzoátegui daba escándalos en Valencia; lo mandan Vds. acá y yo quería licenciar los más perniciosos para dejar el cuerpo en estado de moralidad, mas preví que estos individuos iban a hacer muchos daños a las poblaciones, porque acostumbrados a la guerra no sabrían trabajar sino hacer daño. La ocasión se presentó de embarcar a ciento y tantos, junto con el batallón Apure y mandé hacerlo así sin que ocurriera la menor novedad en su embarque. "Apure" sabia que se iba para Cartagena y no dio el menor escándalo. También se fueron los "Dragones del Zulia" del mismo modo. Al mismo tiempo sabía que iban a criticar el embarque de estos soldados de "Anzoátegui", y para callar la boca a los maldicientes, mandé que se embarcaran en Puerto Cabello doscientos y un pico de "Granaderos" con el mismo destino. Y para que no faltara tropa en la guarnición de Puerto Cabello, mandamos pasar a Puerto Cabello las tropas que estaban en Valencia compuesta de los "Dragones" y de una compañía de artillería. ¿Se me preguntará por qué he hecho todo esto? responderé: primero, por falta de dinero para mantener el departamento; segundo, para evitar celos y rivalidades; y tercero, para impedir que no fueran a turbar la quietud de los pueblos muchos individuos militares licenciados de repente y sin tener ganas quizás de trabajar. El hecho es que estamos sin dinero y tenemos muchas tropas, y que estas tropas están corrompidas por la guerra y por la revolución. Luego yo no sé que haré en este conflicto. A los soldados les dicen en Valencia que los voy a vender: ellos se levantan y me maldicen. Por mi parte, desesperado estoy de salir de este mundo por cualquier camino. Pongo a mi conciencia por testigo de que la he seguido con pureza y de que no he violado sus preceptos; pero si salimos tan mal de esta revolución seremos execrados como los mortales más viles, aunque, por otra parte, nuestras intenciones hayan sido buenas y la victoria haya coronado nuestros esfuerzos. Aseguro a Vd., mi querido general, que no sé cómo salir de este laberinto inextricable; más aborrezco el mando que la muerte, pero todavía aborrezco más la ignominia de la deserción. Los que gratuitamente no me quieren, piensan que yo estoy encargado del mando por ambición y no saben que el mayor placer que me darían sería quitármelo: al que puede hacerlo se lo he pedido que es al pueblo representado en el congreso y espero con ansia la respuesta de mi renuncia. Todos estos alborotos vienen de algunas personas comprometidas en la reforma. Yo no tengo la culpa de lo que ha sucedido, ni tampoco tengo la culpa de que la conducta de Guillen, la de Faría y otros comprometidos los haya desacreditado con el público y con el gobierno. Cala es un buen muchacho y lo he empleado. Carabaño y Arguindegui están empleados; en una palabra, casi todos, excepto uno que otro. Vd. sabe lo que he hecho por Escuté y por Peña, y Vd. sabe también que muchos hombres de la opinión de Bermúdez están sin destino. Se ha visto el efecto de los enredos de Valencia, de donde me escribió Silva que daba miedo oír hablar de mí y, sin embargo, he dejado a Arguindegui que era el más insolente de todos. Sin embargo, no están contentos esos señores. Yo estoy viendo el resultado de la reforma: yo podré ser victima, Vd. lo será y lo serán todos los que mandan, además de infinidad de inocentes que no han hecho más que padecer durante dieciséis años. Mientras tanto, cada uno echará la culpa al otro. El congreso dirá que es Vd. y sus amigos. Vds., que el congreso, y otros dirán que yo, porque he mandado esos 500 hombres a Cartagena, y porque le he quitado a Guillen la comisaría y he dado la comandancia de La Guaira al coronel Ayala, aunque a Guerra se le manda al gobierno de Trujillo; porque en La Guaira no querían a Guerra los paisanos como consta de una representación que me han hecho. Los mismos amigos de Vd. se quejaban de que Cala estuviera sin destino y lo tuviera un godo corrompido como Faría. Iribarren ha pedido su remoción, y yo no he querido dársela. Sistiaga ha pedido su retiro y no se lo he mandado, con todo el empeño de Vd., y apenas el general Arismendi consultó sobre retiros, que se lo mandé dar. ¿Todo esto qué prueba? Que yo quiero mezclar las recompensas, los intereses y las opiniones en un solo todo, para que las pasiones no nos despedacen el alma, y que mi intención es dejar este país en un estado de prosperidad y armonía que me dé derecho para decir en todo tiempo, que lo dejé organizado y tranquilo y que su pérdida no viene de mi culpa. Todas estas reflexiones, mi querido general, me las arranca la pena que me causan estos desórdenes y lo único que me consuela es que Vd. está por esos Llanos en estado de impedir los males que hagan esos desertores. Yo creo que conviene que Vd. se quede por esos Llanos mientras haya estos alborotos, que yo he dado órdenes al general Salom que con el batallón Junín tranquilice a Valencia, los Valles de Aragua y Puerto Cabello y si fuere preciso, yo iré con 1.000 hombres por allá. Reciba Vd. los cordiales sentimientos de mi sincera amistad.

BOLÍVAR.

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