Caracas, 16 de marzo de 1827.
SEÑOR GENERAL MARIANO MONTILLA.
Tengo a la vista las apreciables cartas de Vd. del 17 de enero, que he recibido antes de ayer, y cuyo contenido no ha dejado de causarme una impresión nada agradable. En la fuerza de mis meditaciones he pesado infinitas veces la actual situación de la república y he conocido aquello mismo que Vd. me indica, y convengo con Vd. en que estamos en los momentos de una crisis que debe desenvolverse en todo este año cuando más tarde, pues es moralmente imposible que la república ni nadie "pueda marchar en las circunstancias presentes. Por esto mismo no debemos abandonar el puesto ni dejar en la orfandad el pueblo de Colombia, que debe temerlo todo de la anarquía, así como todo lo espera del orden y de la paz. Esto lo digo en respuesta a lo que Vd. me pide con respecto a su remoción de su actual destino. Lejos de acceder a esta demanda, deseo y ruego a Vd. que se mantenga en el puesto que ocupa, aun cuando sea preciso hacer los sacrificios que yo mismo hago y sufrir las molestias y desagrados que yo mismo sufro. Diré más, si Vd. se viese reducido a un estado de desesperación por las persecuciones de sus enemigos, cosa que creo pueda suceder, yo mismo bajaría a Cartagena a ponerme entre ellos y Vd. En este correo escribo al poder ejecutivo sobre los fondos de que ha dispuesto el general Salom, pertenecientes a diezmos y al empréstito, para la marcha de los cuerpos que venían a restablecer el orden en Venezuela y, para terminarlo todo, ofrezco en pago mis bienes y la casa de campo que tengo en Bogotá. Así, no tenga Vd. ningún cuidado a este respecto. Para allá he mandado el batallón Apure que lleva 400 venezolanos por lo menos. Este cuerpo puede servir muy bien en Cartagena. Dejo a la voluntad de Vd. el aumento de este batallón o conservarlo en la fuerza que lleva. Diré a Vd., de paso, que la economía y la disminución de gastos es mi orden del día. Aguardo con impaciencia los resultados del congreso, que aun no sé si se ha instalado.
BOLÍVAR.
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