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DOCUMENTO 10003. CARTA DEL LIBERTADOR PARA EL MARISCAL DE CAMPO PEDRO ANTONIO DE OLAÑETA, FECHADA EN LIMA EL 15 DE DICIEM­BRE DE 1824, EN LA CUAL LE PROPORCIONA INFORMACIÓN ACERCA DEL ESTADO DEL EJÉRCITO UNIDO LIBERTADOR DEL PERÚ, COMO CONSECUENCIA DEL ÉXITO EN LOS ÚLTIMOS ACONTECIMIENTOS. LE REITERA EL DESEO DE ENTABLAR BUENAS RELACIONES AMISTOSAS Y LE EXPRESA SU COMPLACENCIA POR LA ACTITUD ASUMIDA CON­TRA EL EJÉRCITO REALISTA AL CUAL PERTENECE.*

Lima, 15 de diciembre de 1824.

Señor Mariscal de Campo don Pedro Antonio Olañeta.

Señor general:

Diferentes veces he escrito a V.S. con el objeto de entrar en relaciones amistosas con un jefe que coopera con nosotros a la destrucción de nuestros enemigos comunes.

V.S. debe saber los sucesos de nuestras armas y el estado lamentable a que ha quedado reducido el ejército del Virrey. La plaza del Callao está blo­queada por las tropas que ocupan esta capital. Por momentos esperamos 10.000 colombianos que están navegando, para estas costas.

La escuadra combinada de Colombia, Perú y Chile, es tan superior a la escuadra española, que el dominio del mar, no puede dejar de ser nuestro.

Un empréstito de ocho millones nos ha facilitado el aumento y equipo de nuevos ejércitos, mientras que se disminuye prodigiosamente el del Virrey, por falta de recursos y de dinero, pues que no posee territorio alguno que pue­da suministrárselo, siendo, al mismo tiempo, sin crédito ninguno.

Por otra parte, la Europa está decidida por nosotros, inclusive la Francia misma, en tanto que la España ha visto renacer la guerra civil por las nuevas tropas que se han alistado en las banderas de la constitución. La América toda, señor general, está por la justicia y por la libertad, y el resto del universo nos ayuda con sus votos más fervientes.

En estas circunstancias ¿qué partido de razón, de justicia, y de pruden­cia puede adoptarse, sino el de la libertad de la América? Según entiendo, V.S. lo ha tomado ya con toda sabiduría. Un pariente de V.S. residente poco ha en Buenos Aires, nos ha asegurado de los sentimientos de V.S. por la causa del Nuevo Mundo. Habiendo tenido yo comunicaciones del señor Funes en que me aseguraba de las buenas disposiciones, de V.S. por entrar en relaciones amigables con nosotros, según la declaración del dicho pariente de V.S., me determiné a encargar al señor general Sucre entablase con V.S. una negocia­ción que asegurase los derechos y los intereses de ambos partidos. A este efec­to dejé firmas en blanco al mismo señor general Sucre, para que no se retardase por falta de mi firma, la reconciliación de V.S. con nosotros. También dejé al mismo general otros papeles en blanco que pudiesen servir para otros fines hostiles contra nuestros enemigos comunes. Por un extravío casual de una parte de los papeles del general Sucre, estos papeles han caído en ma­nos del Virrey, y yo supongo que el primer uso que hayan hecho de ellos, habrá sido el de llenarlos con pérfidas imposturas de mi parte contra V.S. Tampoco dudo que harán una infinidad de otros usos que me hagan aparecer indigno de mi mismo y de mi nombre.

Yo pienso; señor general, que V.S. hará justicia a esta franca declaración. También pienso que no hay un hombre en la tierra que no haya conocido, que no sepa, que lo que está más lejos de mí es el dolo y la perfidia. Así, me lisonjeó de que V.S., lejos de alucinarse con los papeles que han podido remi­tirle como salidos de mi pluma, se convencerá, por el contrario, de que no son sino lazos tendidos al honor y buena fe de V.S. para envolverlo en las ruinas inevitables que amenazan al Virrey y sus partidarios.

Antes de concluir esta comunicación me parece oportuno indicar a V.S. que mi gratitud por los jefes españoles que han servido nuestra causa ha sido siempre la más constante. El general Mires en Colombia ha sido protegido por mí hasta nombrarlo general de división o teniente general. El coronel Sarda, que manda la provincia de Santa Marta. El coronel Jalón, por cuyo rescate ofrecí dos­cientos prisioneros en la plaza de Puerto Cabello, y muchos otros que sería largo referir, todos españoles, y todos mis amigos íntimos. En el Perú, el coronel Placencia, a quien he dado el mando del único regimiento de caballería que tiene el Perú; el coronel Pardo de Zela acaba de ser nombrado prefecto del departamento de Jauja; el coronel Vivero, comandante general de marina, está conmigo en esta capital, habiendo preferido nuestro servicio al de los españoles, tanto ha sido apreciado de nosotros, como ultrajado de sus compatriotas.

El general Arenales es una prueba del respeto y consideración que tenemos a los buenos españoles. El señor Torres, representante de Colombia en los Estados Unidos, es otro español que manifiesta la confianza que se tiene en los talentos y en la probidad de los que son adornados con estas relevantes cua­lidades.

En fin, señor general, yo no tengo inconveniente alguno en confesar a la faz del mundo que V.S. es uno de los más grandes bienhechores de la Améri­ca, y que ninguna recompensa pagaría jamás los servicios que V.S. le ha hecho en estas circunstancias, y que aquél que se muestre ingrato a ellos, es indigno de pisar la tierra de los hombres.

Soy de V.S. con la mayor consideración atento, obediente servidor.

[BOLÍVAR]

*De un impreso moderno: Bolívar, Simón, Obras Completas, Tomo II, pp. 54-56. El com­pilador advierte que este documento fue tomado del "original" pero no da su ubicación.

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