Bucaramanga, 22 de mayo de 1828.
A S. E. EL GENERAL EN JEFE JOSÉ A. PÁEZ.
Mi Querido General:
Aprovecho la ocasión de la marcha de Herrera a Venezuela para saludar a Vd. y decirle cuatro palabras sobre los negocios de la gran convención. Mis amigos hacen todo lo que pueden por formar una constitución propia y adecuada a la situación de Colombia; y para lograr mayores sucesos habían pensado llamarme a Ocaña. Para esto hablan convenido treinta y ocho diputados, y después de muchos debates se quedó la moción sin efecto, porque todos los venezolanos se opusieron excepto tres o cuatro. Narvarte estaba a la cabeza, y esos mismos malvados se habían comprometido a apoyar la moción sobre mi marcha a Ocaña. Vea Vd. los amigos y compatriotas que tenemos. En fin, veremos que hacen los señores convencionales que han ofrecido dar una constitución conforme a mis miras y a mi mensaje. Mis mismos enemigos lo han ofrecido así cuando se trató de llamarme, y añadieron que se había hecho todo lo que quería el pueblo, conservando mi autoridad, la unidad nacional y oyendo mis opiniones. Este compromiso ha sido solemne y en medio de la sesión: Santander añadió mil alabanzas a mi nombre, confesando que mi influencia era tal que muchas veces se había acercado a mí lleno de venganza, y que apenas me había visto y oído que se desarmaba y salía lleno de admiración por el hombre extraordinario que había creado la patria, y que si eso le sucedía a él que era un general y un vicepresidente, qué sería con los demás ciudadanos.
Todo esto indica que esos señores piensan hacer algo de lo que ofrecen, pues que nadie les obliga a hacer semejantes ofertas y alabanzas.
Yo me quedaré aquí hasta ver el término de la gran convención; y luego que sepa la naturaleza de sus trabajos y la constitución que nos da, entonces me determinaré a seguir o no seguir en este gobierno, que me tiene ya aburrido y desesperado, también porque yo lo que deseo es el reposo y retirarme a la vida privada, aunque fuera a un desierto a vivir con los animales y las fieras pescando y cazando, o bien irme fuera del país a vivir lejos de estos enemigos y disturbios. Esperaremos, pues, hasta el fin y, mientras tanto, tendré paciencia contando que el plazo es corto. Si no me gusta lo que hace la gran convención me voy para Venezuela, renuncio el mando y cada uno tomará su partido como guste. A nadie cogerá de nuevo esta resolución, porque se la he comunicado a todos mis amigos en la convención y fuera de ella. Cada vez que pienso en Venezuela, deseo irme para allá a consagrarle los últimos servicios que estén a mi alcance; mas todo el mundo se opone y me obligan a quedarme así en la inacción hasta que Dios quiera que se decida de nuestra suerte.
Concluiré esta carta diciendo que Herrera dirá a Vd. todo lo que ha visto y sabe y, por lo mismo, es inútil que yo me extienda a más, mientras tanto, ofrezco a Vd. mi amistad y mi corazón.
BOLÍVAR.
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