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DOCUMENTO 779 ARTICULO DEL LIBERTADOR PUBLICADO EN LA GAZETA DE CARACAS, EL 28 DE ABRIL DE 1814, SOBRE LOS ACON­TECIMIENTOS POLÍTICOS DE EUROPA Y AMERICA*

Reflexiones sobre el estado actual de la Europa y de la América.

Grandes acontecimientos se han sucedido en un pequeño período de tiempo. Las Potencias del Norte que se hallaban dominadas o amenazadas por el Mediodía de la Europa, han sacudido el yugo, y hemos visto renacer otra vez aquellos bellos monumentos de la política, que habían entrado en la nulidad más completa, porque un conquistador [1] había querido enseñorearse de la mitad del mun­do. La Alemania, la Prusia, la Suiza, la Holanda, la España, las Repúblicas de Venecia, y Genova, los Estados Pontificios, todo o había desaparecido, o estaba bajo la influencia del conquistador. Un movimiento simultáneo de todas estas Potencias, animado por la Gran Bretaña, y auxiliado poderosamente por el Emperador de la Rusia [2] que también se hallaba amenazado, ponen en acción gran­des masas que resisten el choque del dominador, y por fin en Leip­zig [3] se decide de la libertad e independencia de la Europa. A aquel acontecimiento para siempre memorable, varía enteramente la polí­tica de todos los gabinetes. Los mismos pueblos que renacían a la libertad, no creían poder disfrutarla; los políticos más profundos jamás pensaron que en un momento, se destruyesen veinte años de conquistas gloriosas, y no obstante la Europa toda salió de aquel estado de entorpecimiento en que la habían sumergido las legiones del conquistador; los pueblos todos piensan en sus primeras institu­ciones políticas; y les vemos otra vez amar la gloria, y aquella li­bertad e independencia que es el colmo de la felicidad humana. La España misma ha hecho sacrificios gloriosos por esta libertad e independencia que defienden a tanta costa los pueblos de la Europa, y que es también el objeto de los más vivos deseos de todos los de la América Española. La historia presenta pocas veces el contraste singular que se advierte en la política de la Nación Española; ella quiere ser libre; ella combate por su independencia, y al mismo tiempo quiere imponer el yugo a unos pueblos que defienden los mismos sagrados derechos. Sus impotentes esfuerzos se han estre­llado en la América, pues la justicia triunfa de uno al otro extremo del globo. No es éste el solo contraste que la España presenta a la faz de la Europa.

Seis años de combates sangrientos, de sufrimientos extraordinarios, de devastaciones [4] sin ejemplo, de alternativas de humillación y de gloria, ha costado a esta Nación, un Rey que ahora no quiere admitir en su territorio, sino bajo de condiciones y pactos imposibles de verificarse.

Ya no es aquel amado, aquel de­seado Fernando [5], lleno de los más grandes encomios, y que tanto preconizaba la Nación Española; ya es el candido, ya es el imbécil Fernando; el que quiere someterla a la influencia francesa, ya los sarcasmos más degradantes se dirigen abiertamente contra el ídolo que adoraban. Aquel Fernando que ha resonado en la América en medio de los horrores de las acciones más sangrientas, no es ya sino el amigo de Buonaparte [6], y el instrumento singular de dividir en facciones, esta misma Nación, que ha usado en la América de este talismán para hacer combatir unos pueblos contra otros.

Mas la época de las calamidades parece ha llegado a su término. Una perspectiva la más lisonjera se presenta a los ojos del obser­vador imparcial. Por más que resuenen los papeles públicos del Continente de la Europa del restablecimiento de los Borbones [7] en Francia, ni la política, ni el bienestar de la Europa, ni la aptitud de Buonaparte, ni sus relaciones, pueden llevar a efecto este quimé­rico pensamiento. En un Congreso general [8] se trata de los intereses del Mundo. Los Ministros de las Naciones beligerantes activan sus trabajos; la paz, es el objeto sincero de los deseos de todas las po­tencias; los pueblos todos están cansados de una guerra extermina-dora, que ha esparcido la desolación, la miseria, el llanto, la orfan­dad en aquel Continente desgraciado. Todos la piden, todos la de­sean, la Inglaterra misma se presta a la pacificación del Mundo. Deben esperarse resultados favorables. Mas en medio de todas estas transaciones, sic ¿cuál debe ser la suerte de la América? Este pro­blema que en otro tiempo presentaba dificultades inmensas parece que no es ahora difícil de resolver. Echemos una ligera ojeada so­bre la actual situación de la América Española; presentemos un ligero cuadro de sus generosos esfuerzos por conseguir su indepen­dencia, y no será difícil hacer las deducciones más justas, y legíti­mas.

Si recorremos el vasto territorio americano desde la Nueva-España hasta las márgenes del Maule [9], las inaccesibles montañas del Arauco, y tierras más meridionales de la América, encontraremos a los americanos haciendo generosos esfuerzos y sacrificios sin número para obtener su independencia. La sangre americana ha corrido en todas partes mezclada con la de sus opresores, y en millares de combates siempre la justicia ha obtenido el triunfo sobre la tiranía. En Nueva-España, en las Floridas, en Venezuela, en las Provincias de la Plata, en el Perú, en Chile, en Santa-Fe, en la América toda, se ve triunfante el estandarte tricolor, vencedores a los americanos, y en una aptitud guerrera, que debe imponer a la España, y hacer conocer a las Naciones de la Europa que combaten por su libertad, que el mismo fuego divino que las anima en su defensa, se ha co­municado con el mismo entusiasmo hasta estos remotos países.

Las bellas y ricas producciones de este Continente, sus minas, sus tesoros, ¿serían más tiempo la exclusiva posesión de una potencia mezquina, que con sus leyes bárbaras ha hecho la infelicidad du­rante tres centurias de tantos millones de habitantes? No es posible, ni así conviene a las miras de las potencias comerciales, que hallarán en los pueblos de la América el cambio de sus manufacturas, la afección de sus habitantes, y riquezas inmensas, que sin restricciones dictadas por la más estúpida avaricia, harán la felicidad de entram­bos Continentes. Siglos enteros han estado preparando el feliz momento, la aurora lisonjera que aparece ya para la América Española. El término de una guerra desastrosa parece que se acerca. ¿Permitirán más tiempo las potencias que tienen un interés en su conservación, la devasta­ción [10] horrorosa de este Continente? Tampoco es posible. La España misma al conocer su impotencia en la reducción de la América, re­nunciará a su loca empresa; así ella economizará la sangre de tantas víctimas que hace traspasar el Océano, para encontrar la muerte sobre el territorio de Colombia. [11] No, no existen ya las expediciones enviadas a combatir contra la Nueva España, Buenos-Aires y Vene­zuela. El mismo desastroso resultado deben tener iguales tentativas. ¿Qué debe pues deducirse, en fin, de estos grandes acontecimientos, del prospecto actual de la Europa, y de la aptitud guerrera de la América? Que es infalible la paz de la Europa, y la libertad e inde­pendencia del Continente Americano.

* De un impreso de época coetánea. En la “Gazeta de Caracas” N° 62, co­rrespondiente al jueves 28 de abril de 1814, se publicó el texto de este artículo cuyo original manuscrito no ha podido examinar la Comisión Editora. El Dr. Lecuna lo atribuyó al Libertador en el “Boletín de la Academia Nacional de la Historia”, N° 70, Caracas, abril-junio de 1935, págs. 311-313. Aun cuando no lo incluyó luego en la sección de "Artículos de Perió­dicos" (Simón Bolívar, “Obras Completas”, II, pp. 1283 y siguientes), la Comisión Editora estima que, tanto por la forma como por el fondo del artículo la atribución del mismo a Bolívar es procedente.

Notas

[1] 1.Se refiere a Napoleón I, Emperador de los Franceses (1769-1821).

[2] 1.El Zar Alejandro I Pavlovich (1777-1825).

[3] 1.Escrito "Leysic" en la Gaceta, Véase el Doc. N° 682, nota 1.

[4] 1.En la Gazeta se lee "desvastaciones".

[5] 1.Fernando VII, Rey de España (1784-1833).

[6] 1.Es curioso que Bolívar, aquí y más abajo, emplee la grafía original del apellido de Napoleón, aun cuando éste la había ya cambiado en "Bonaparte".

[7] 1.Se refiere a la restauración de Luis XVIII (1755-1824) en el Trono de Francia.

[8] 1.El Congreso que habría de reunirse en Viena.

[9] 1.Río de Chile.

[10] 10.Véase la nota 4.

[11] 10.Sinónimo, aquí, de "América Hispana".

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