DOCUMENTO 8852 CARTA DE BOLÍVAR A F. DE P. SANTANDER, FECHADA EN PATIVILCA EL 10 DE FEBRERO DE 1824, LE HACE CONSIDERACIONES SOBRE LA SITUACIÓN DEL PERÚ. PIDE SOLDADOS VETERANOS DECOLOMBIA. LA MARINA ESPAÑOLA TENDRÁ SUPERIORIDAD EN EL PACIFICO Y AMENAZA A QUITO. EL EJERCITO REALISTA DEL PERÚ ES SUPERIOR AL PATRIOTA EN NUMERO Y CALIDAD. RECETA PARA CURAR A UN PAÍS ENFERMO. REFORZAR LA MARINA. SE NECESITA HIERRO Y ACERO. LA TOMA DE EL CALLAO Y LIMA LE DA A LOS REALISTAS INMENSOS RECURSOS.*

Sección
25) Período (01ENE AL 28FEB 1824) Correspondencia Oficial

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Palabras Clave

Descripción:
Pativilca, a 10 de febrero de 1824.

A S.E. el General F. de P. Santander.

Amigo, este mundo se está desmoronando. No cuente usted más con el Perú para teatro de operaciones militares de Colombia. Todo está perdido de hecho, Lima, Callao, marina y provincias del norte, por consecuencia de una serie de faltas y de crímenes imperdonables. Este país está plagado de la peste moral. En cinco meses que he estado yo mismo aquí he visto en cada uno de ellos cinco prodigios de maldad. El primero fue la división de Santacruz con Sucre por no reunirse, y la pérdida de su ejército por consiguiente, en una simple marcha. Segundo: la guerra de Riva Agüero contra nosotros y su traición en favor de los españoles. Tercero: La defección de los chilenos y la deserción que hicieron del ejército unido contra mis órdenes y la de su gobierno. La cuarta: el levantamiento de la escuadra del Perú contra su gobierno, las violencias que le hizo a la División de Chile y las leyes que nos impuso en las costas de Trujillo. La quinta y última, el levantamiento de los soldados y sargentos de los cuerpos del Río de la Plata, que hacían la guarnición del Callao, contra sus oficiales y jefes, para entre­gar las llaves del Perú y una posesión real a los españoles.

Yo tiemblo al aspecto de tan enormes atentados, por nuestras tropas colombianas, pues este contagio es más poderoso que cuantos elementos físicos y morales puedan influir en las acciones humanas. El último, sobre todos, tiene una tendencia tan inmediata con el soldado pobre, hambriento y desnudo, que mucho hay que temer en la presente situación de las cosas. No se quieren persuadir el gobierno y los civiles, que los ejércitos se componen de hombres de carne y hueso que necesitan de todo, y por consiguiente con pasiones que se deben satisfacer. Cada canalla quiere ser soberano, cada canalla defiende a fuego y sangre lo que tiene, sin hacer el menor sacrificio. Esto lo digo por el Perú y por Colombia, y más que todo por Quito que es el espejo del egoísmo.

No tengo qué añadir a usted ni una palabra sobre lo que he dicho ya desde el año pasado: sólo me toca advertir que ha llegado el caso de todas las calamidades que he previsto y predicho, y que estoy muy resuelto a no ser instrumento ni espectador de estas calamidades, porque no quiero ser víctima de nadie, ni por nada.

Me he cansado de predicar a este gobierno y al de Colombia: todavía no he sacado nada y esto es todavía mucho peor con respecto a los pueblos, que son mucho más sordos que los gobiernos. Todo lo que comporta mi honor lo he hecho ya por la salud de la patria: me es imposible sacrificarme hasta el punto de meterme a Nerón [ 1 ] por el bien de los otros, y de otros que no quieren hacer de simples ciudadanos. Yo me iré pues para Bogotá y esto se perderá absolutamente, y se perderá el sur de Colombia, sin que haya poder humano que lo evite. Dudo que Sucre quiera encargarse del mando, porque él prevé como yo, que va a ser envuelto en la ruina común. Por supuesto que las desobediencias, las insurrecciones y las divisiones se multiplicarán al infinito: esto es con respecto a nosotros, que con respecto a los aliados, todo será traiciones o cuando menos defecciones.

No dude usted, mi querido general, que el que se encargue del mando de ese ejército será sacrificado.

Si hubieran venido ya al Perú los tres mil hombres que pedí a ustedes, podríamos dar una batalla y ganarla a los enemigos: y ganarla en este momento en que hablamos, porque después ellos duplicarán sus fuerzas con el ejército del sur. Hasta ahora sé que sólo han llegado cuatrocientos hombres del Magdalena al Istmo, de los cuales ha tomado Salom doscientos contra Pasto. Carreño tuvo la bondad de mandarme su batallón del Istmo, de los cuales sólo se han incorporado a nuestras filas doscientos cuarenta, porque los demás han resultado enfermos, inválidos o desertores. Es decir, que en lugar de tres mil hombres que esperaba, he recibido doscientos cuarenta.

Añada usted a todo esto que nuestras bajas son tan considerables por las miserias que sufren nuestras tropas en este país, que no cesan en proporción de siete a cuatro, como ya usted sabrá.

En resumen, para salvar del contagio al ejército de Colombia, yo no veo otro partido que retirarlo a nuestro país, a fin de que no sea arrollado por el cúmulo de vicios y desgracias que nos rodean. Entonces ocurrirá otro inconveniente de igual tamaño, que desertarán todos los reclutas del sur, que ya son soldados, y los reemplazos que tomemos del Perú se volverán al enemigo siendo de este país. Yo no sé qué partido tomar que sea mejor o peor. Lo único que sé decir es que si nos llegasen tres mil soldados veteranos de Colombia, antes de un mes podríamos salvar éste y aquel país; usted sabrá si son veteranos los que vienen, y si no son, dé usted por perdido todo, porque después aun cuando se cuadruplique la cantidad de tropas, seremos inferiores a los godos. El sur de Colombia no se puede defender sino con dos ejércitos: el uno por el lado de Guayaquil y otro por el de Cuenca.

La marina española nos hará un daño horrible: dentro de tres meses será tan fuerte que no podremos transportar las tropas del Istmo a Guayaquil, y por consecuencia también difícil defender el sur. Esta marina puede convoyar alguna expedición marítima que amagará primero las costas de Loja y Cuenca, y después de Guayaquil. En cada una de estas provincias lograrán las ventajas que le sean dables, y en caso de no lograr ventajas decisivas, se irán a Esmeraldas y llegarán a Quito y por consiguiente a Pasto, primero que nosotros. También por Barbacoas lograrán ventajas con los pastusos. Todas estas operaciones marítimas se ejecutarán con la rapidez del rayo, porque sus marchas serán de cincuenta, sesenta, hasta setenta leguas por día de barlovento a sotavento: de aquí resulta que necesitamos no sólo de dos ejércitos en Guayaquil y Cuenca, sino de otro tercero en Pasto, y todos igualmente fuertes; pues aunque Pasto tiene posiciones divinas defendibles con poca gente, el contrapeso de los habitantes destruye esta ventaja.

Vuelvo a repetir mi antigua cantinela: que Pasto no tiene recursos para mantener un grande ejército y que hace muchos años que se está destruyendo el sur de Colombia por la guerra, y muy particularmente el sur de Popayán y el norte de Quito. En estos países de sierras, un ejército de dos mil hombres se come en un año el ganado de toda una provincia. Continúa, pues, mi marcha a Neiva, [ 2 ] de retirada en retirada. Patía no vale nada, Popayán está destruida, y Neiva aniquilada. Con que no sé donde parará este grande ejército, que hará frente a los españoles, y después de sacrificios miles y de desolaciones millonarias lograremos ganarles una batalla y echarlos del sur de Colombia en uno o dos años de tiempo; mientras que esto sucede, ellos levantan otro ejército igual y lo tienen acantonado en el norte del Perú con todo lo necesario para darnos una batalla en la cual todas las ventajas estarán por ellos; porque en la larga marcha y penosa campaña, habremos perdido las tres cuartas partes de nuestro ejército, sin que este mal lo pueda yo remediar, no pudiendo yo fundir de nuevo nuestros soldados, oficiales y jefes, que unos por frágiles y otros por defectuosos no tienen la admirable propiedad que es la excelencia que tiene el ejército español del Perú, de hacer marchas y contramarchas sin disminución de fuerza. Los soldados de los godos andan quince o veinte leguas en un día, y su alimento lo llevan en un saquito de coca y en otro de cebada o maíz cocido o tostado. Con esto marchan semanas y semanas; sus jefes y oficiales no duermen por estar cuidando de la tropa. Se lo diré a usted de una vez: no hay amigo ni enemigo que no cuente maravillas de este ejército español, y a fuerza de repetírmelo lo voy creyendo. Hace doce años que mantienen la guerra, y hace doce años que son victoriosos o con muy ligeras desgracias. Aplique usted el cuento y aguarde los resultados.

En definitivo, como dicen los franceses, diré una receta para curar a Colombia, y si no hay farmacéutico que la sepa componer, que se mande hacer la mortaja para la enferma.

1.ingrediente 16.000.

2.una escuadra respetable en el Pacífico.

3.dos millones de pesos en Guayaquil.

4.cuatro meses de tiempo por todo plazo.

Con estos simples bien administrados se debe esperar la salud del enfermo y si no, no.

Esta carta no tiene nada de agradable: pero mi situación es horrible viendo desplomar sobre mi cabeza una gran parte de la América meridional. Chile y Buenos Aires quedarán neutros en esta lucha, porque los godos no les temen, y no los buscarán de consiguiente, y ellos se guardarán muy bien de meterse en nada por ineptos, incapaces y también por envidia a Colombia. Este artículo de envidia lo explicará perfectamente el señor Mosquera.

No sé todavía lo que me haré porque me hallo nadando en el caos, y Dios no me ha prestado su palabra mágica para desenvolver sus elementos. Pero nada bueno espere usted de este ejército, y de mí menos porque estoy muy disgustado.

Para armar una escuadra necesitamos de todo, y nada tenemos. En primer lugar, el general Padilla, o el comandante Beluche con diez o doce oficiales buenos. Segundo: Cañones y municiones de marina para armar buques mercantes. Tercero: jarcia y telas para construir velas. Todo esto debe venir a Chagres y pasar al Istmo, donde lo mandaremos a buscar. Harto haremos en crear y mantener esta marina, porque tres provincias no pueden hacer la guerra al imperio español, a menos que fueran heroicos como Margarita o pacientes como Guayana; pero desengañémonos porque estos suranos no tienen ni uno ni otro. Los quiteños son los únicos patriotas, y son los más perversos, infames y canallas de todos. Los de Cuenca han sido siempre godos, los de Guayaquil son unos judíos que no piensan más que en el dinero, y aunque la gente decente es la más goda, es la más servicial.

Hierro y acero necesitamos porque los corsarios lo cogen todo, todo cuanto viene, desde Chiloé hasta Lima.

Advierta usted que en la toma del Callao y Lima los godos se hacen de inmensos millones porque han tomado todos los efectos y todas las bolsas intactas de los particulares y de los comerciantes patriotas y no patriotas.

BOLÍVAR

* De un impreso moderno - ""Cartas a Santander"", Vol. II. págs. 447-452.

NOTAS

1) Nerón, emperador romano que reinó del año 54 al 68. Durante su reinado se verificó la primera persecución contra los cristianos.
2)
Neiva, ciudad de Colombia, capital del departamento de Huila.

Traducción