DOCUMENTO 7256. CARTA DE BOLÍVAR PARA (SANTANDER), FECHADA EN GUAYAQUIL EL 12 DE MARZO DE 1823, EN LA CUAL SE RE­FIERE EXTENSAMENTE A SU PROYECTO DE LIBERACIÓN DEL PERÚ, ASI COMO A OTRAS ACTIVIDADES Y NOTICIAS RELACIO­NADAS CON EL EJÉRCITO.*

Sección
22) Período (02ENE AL 31MAY 1823) Correspondencia Oficial

Personas

Lugares

Palabras Clave

Descripción:
{Guayaquil, marzo 12 de 1823.}

Mi querido General:

Mucho tengo que hablar a usted y no sé por dónde empezar. Del Perú nada sé oficialmente, y apenas tengo una idea confusa de su situación actual, que según parece es la más lamentable. Su gobierno es tan infame, que aún no me ha escrito una palabra; sin duda resuelto a hacer alguna infamia con aquel miserable pueblo. Dice un buque, últimamente llegado de Lima, que Canterac estaba todavía en Arequipa [ 1 ], aunque otros aseguran que había venido en posta a las inmediaciones de Lima. El hecho es que a fines de abril, pueden los enemigos acercarse a Lima, y que allí no hay más que 4.000 hombres que la defienden, cuando los enemigos pueden traer el doble número de buenas tropas. Todo está allí en desconcierto, no hay ni gobierno ni ejército. El presidente Lámar[ 2 ] ha sido siempre godo, y los más de los jefes del ejército han sido siempre godos y lo mismo el comandante de marina del Callao, el jefe de estado mayor, el comandante de ingenieros y de artillerías, son también godos. En estas circunstancias voy a hacer un es­fuerzo extraordinario para meter en Lima 3.000 hombres nuestros, a las órdenes del General Valdés. Estas tropas, sin que nadie las haya pedido, van a entrar allí como puedan con el fin de impedir la entrega de Lima y del Callao, y no van más por ahora porque es imposible, no teniendo ni buques, ni víveres, ni tropas aquí. . . Ya hemos gastado 100.000 pesos y estamos empezando la empre­sa. Para mandar los otros 3.000, Dios sabe lo que tendremos que hacer, porque estamos llenos de deudas y sin el menor crédito. En fin, todo se hará, cueste lo que costare. Lo que debemos desear es que salga bien esta primera expedición, que sale a correr una aventura muy expuesta. Valdés llevaba orden de ir al Callao y de desembarcar allí si se lo permiten; y si no se lo permiten vendrá a desembarcar a Trujillo, que está a cien leguas al norte de Lima, y de mandarme los transportes para llevar los otros 3000 hom­bres allí, y emprender desde luego mi marcha hacia Lima.

Yo he deseado irme con esta primera expedición, y creo que sería utilísimo; pero también creo que si yo no saco la segunda expedición, no sale nunca. Por desgracia Sucre está en Quito activando el empréstito, el equipo y la reclusa de las tropas que están allí. El intendente de este departamento se ha propuesto hacerse amar, y no vale nada con este motivo. Sucre vendrá aquí dentro de un mes, y quedará mandando en el sur. Salom quedará de co­mandante general de Quito; Aguirre quedará de gobernador de aquella provincia; Flores mandará en Pasto, y usted procure que se refuerce la guarnición de Pasto con gente de Popayán, porque si no se vuelven a levantar. En Quito quedará el batallón de milicias de aquella ciudad; y aquí quedará el batallón {Yaguachi } o el {Bogotá}. Esta ciudad ya no puede quedar sin una guarnición de tropas de Colombia, porque cada día nos estamos haciendo más odio­sos con los sacrificios que exigimos a este pueblo, que todo, todo es comerciante y avaro. Felizmente da con qué mantener una fuer­te guarnición.

Si Morales lo permite, yo creo fue el poder ejecutivo debe mandarme 3.000 hombres más para defender estos departamentos en caso de un revés en el Perú, y en caso de un levantamiento.

Esté usted cierto que si no vamos ahora al Perú, perdemos todo lo que hay allí, sin remedio; y yendo podemos aprovechar todos sus recursos, trescientas leguas de terreno, 300.000 habitantes que tenemos allí libres, una excelente plaza de armas, como el Callao, y los prestigios de una capital como Lima. Mientras tanto prolongamos la lucha, damos tiempo a recibir refuerzos y a concluir al­gún tratado de paz con España. Estando nosotros en Lima o el Callao, tendremos más qué ceder a España, y ella tendrá más qué pedirnos. Tendremos más medios, y nos haremos más de rogar. En fin, usted me entiende.

No puedo ponderar a usted el deseo que tengo de irme a poner en posesión de Lima y del Callao, porque en mis manos aquello no se pierde jamás, y en las de esa gente aquello se pierde en el momento.

Participe usted al congreso mi resolución de ir a Lima, para que diga su determinación en este negocio; yo creo que estando autorizado con un poder discrecional, me será permitido también ir al país enemigo que ocupan los españoles en el Perú, porque aque­llos enemigos se vienen para acá, si yo no voy a contenerlos allá; y que el país enemigo no se debe considerar como país extranjero sino como país conquistable, y siendo la conquista el objeto de la guerra, es también mi deber expulsar los de todos los países con­tiguos a nuestras fronteras. En fin, yo pienso que no falto a la constitución en marchar al encuentro de los enemigos, porque país enemigo no es país extranjero, como no lo fue la Nueva Granada para Venezuela. El que lo pretenda será un necio, y un necio no puede ser autoridad.

Día 13.—Hoy hemos recibido correo del Perú, aunque demasiado tarde. El general Santa Cruz le dice a Castillo que si yo no voy, aquello se pierde sin remedio. Que desgraciadamente subsiste Lámar en el gobierno, y que esto embaraza todo. Asegura que a Lima no han llegado más que 1.300 hombres de los derrotados en Moquegua y que Alvarado se ha quedado en el sur con 800 o 1.000 hombres llamando la atención del enemigo por aquella parte. Un comerciante llamado Sarratea, hombre de la mayor importancia, le

escribe a un amigo suyo la carta adjunta que envío junto con la de Santa Cruz para que usted se imponga de todo.

Parece que los miembros del gobierno nos tienen más celos a nosotros que miedo a los españoles, pero el pueblo y el ejército nos desean, porque sin Colombia el Perú es perdido. Dentro de cuarenta días estaré en marcha y con 2 o 3.000 hombres más, a fin de llegar a Lima al mismo tiempo que los españoles, o muy poco después; por ahora van cuatro batallones, y llevarán 2.800 hombres fuera de oficiales. Después seguirán tres escuadrones, el batallón de {Rifles} con 1.200 plazas y 1.500 reclutas, poco más o menos. Aquí quedarán los cuadros de {Bogotá y Yagttachi} para que se reformen lo más pronto posible. Pero estos batallones nunca valdrán nada con gente de este país, y si no vienen los 3.000 hombres que he pedido, no debemos contar con nada. Mande usted estos 3.000 hombres al Istmo, que yo los mandaré buscar allí. Has­ta ahora no sé nada de positivo de la suerte de Morales. Cualquiera que haya sido el acierto de las operaciones del general Clemente, siempre Morales nos dará mucho que hacer, porque yo no veo el conjunto que se necesita para una operación tan difícil como la de destruir en el golfo a un enemigo audaz y activo, aunque bruto y cobarde; porque, hablando con verdad, si Morales no comete alguna falta muy grande, él prolonga la lucha por mucho tiempo, y como vuelvan a cometer los nuestros otra imprudencia como la de Clemente y Sarda, espérelos usted en Bogotá.

Mucho necesitamos para acá de tres oficiales de marina, como Beluche, y dos subalternos más que no sean de los que se roben los buques, aunque de resto tengan otros defectos. Mándelos usted venir por el Istmo para que vengan aquí. Si no pudiere venir Beluche, que venga otro que sea adicto a nosotros, no de palabras sino de hechos. Acá no faltan algunos subalternos pasables, aunque los más borrachones; mas no sabemos si un buen día se van con Dios llevándose los buques, que es mi gran temor.

Mando a usted el parte que ha dado Alvarado de su desgraciada acción.

Día 14.—Hace dos días que empecé esta carta, y no la había terminado esperando recibir mientras tanto algunas noticias positivas y frescas del Perú y Bogotá. Ni de una ni de otra parte he adelantado más de lo que sabía. Un correo del Perú está para lie

gar, y naturalmente traerá algunos detalles del estado de aquel país. De Bogotá no sé nada más que lo que dice el parte del 4 de febrero, en que se da confusamente la retirada de Morales hacia Maracaibo y la pérdida de una gran parte de su ejército. Dos días después salió el correo, y no me ha traído ni una letra sobre estos sucesos. Parece que los pliegos de más importancia los mandaron por San Buenaventura. Yo he recibido del mismo correo una parte de su correspondencia y las Gacetas de Colombia, que tampoco dicen nada. El hecho es que yo estoy en una situación muy crítica y obrando a locas, sin saber el verdadero estado de las cosas ni en el Perú, ni en Colombia. Si pierdo tiempo se pueden agravar mucho los males, y si me apresuro, quién sabe si mis cuidados por el Perú perjudican a Colombia. En este caso la mayor culpa la ten­drá el que haya sido la causa del retardo de las comunicaciones. La expedición para el Perú saldrá el 18 de este mes, y no se puede absolutamente detener porque estas cosas de mar y de guerra son perentorias. En fin, yo estoy obrando según mis cálculos y no según los datos que debiera tener. Luego que reciba mejores infor­mes de los que tengo, mandaré a usted un extraordinario.

Soy de usted de corazón.

BOLÍVAR

P. D.—Acabo de saber que en la isla de Tumaco, perteneciente al territorio del Cauca, hubo una revolución, que el capitán de Colombia, Farrera, logró sofocar. Creo que el intendente del Cauca debe tomar todas las medidas. La conmoción la causó un oficial Nie­to que vino del Cauca con pliegos, y decía que todo estaba perdi­do, que los pueblos estaban disgustados por lo mucho que les saca­ban, y las tropas lo mismo.

* De un impreso moderno. Archivo Santander, tomo IX, pág. 283.

NOTAS

1) Arequipa, ciudad del Perú capital de la provincia del mismo

nombre.
2)
Mariscal José de La Mar, nacido en Guayaquil en 1778. Sus ser­vicios a la independencia del Perú fueron discutibles y realmente negativos con Bolívar y con Colombia la grande. Encabezó la invasión a Colombia por parte del Perú que fue rechazada por Sucre en 1829 en el Portete de Tarqui (Ecuador).

Traducción