DOCUMENTO 7035. CARTA DE BOLÍVAR A SANTANDER, FECHADA EN CUENCA EL 27 DE OCTUBRE DE 1822, EN LA CUAL LE INFORMA RESPECTO A SU VIAJE A LOJA, TAMBIÉN DE SU INTENCIÓN DE ESTAR EN BOGOTÁ POR NOCHEBUENA, DEL DESORDEN QUE REINA EN LA REPÚBLICA, SU OPINIÓN ADVERSA SOBRE COMO MARCHAN LAS COSAS EN LIMA Y OTROS PARTICULARES MAS.*

Sección
21) Período (03JUL AL 31DIC 1822) Correspondencia Oficial

Personas

Lugares

Palabras Clave

Descripción:
Cuartel General de Cuenca, a 27 de octubre de 1822.

Mi querido general:

He vuelto de Loja después de haber estado allí los días necesarios para informarme de la situación, recursos, carácter y límites de aquel país. Mucho podría decir sobre todo esto; pero lo dejo para cuando nos veamos la nochebuena en Bogotá. Sí, amigo, estoy resuelto al fin a ir a ayudar a usted contra los facciosos que pretenden esclavizar a su país por el camino de la anarquía. Estoy en marcha para Quito: estaré allí quince días y seguiré por Pasto hasta Neiva, donde me embarcaré hasta las inmediaciones de Tocaima. Espero que dé usted sus órdenes en La Mesa para que me vengan cuarenta bestias al encuentro al puerto más inmediato de Tocaima.

Voy determinado a sostener la constitución de Colombia, para que no se pierda la república. Supongo que usted tendrá alguna fuerza militar para lo que pueda ocurrir en Bogotá.

Voy a dejar al general Sucre con todas mis facultades para que mande en todo el sur en mi ausencia; y también estoy resuelto a no mandar un día sin estas facultades, porque yo no quiero ahogar en el caos de la anarquía mi nombre y mis obras.

Toda la gente de Colombia, sean africanos, europeos o indios, todos están igualmente animados del espíritu de partido: vea usted la Iglesia de Quito lo que acaba de hacer declarándose patrona por sí misma. Yo pondré el remedio a este desorden: todavía no sé cómo lo haré, siempre será con modo.

Apruebo todo lo que usted me comunica sobre el señor Zea: este hombre es el más vil ciudadano que tiene Colombia, porque nos está entregando a la muerte con sus operaciones de hacienda.

El Perú debe constituirse con una Federación: así, debe ser víctima de las armas españolas o de la guerra civil. Se dice que una expedición de cuatro o cinco mil hombres marchó por mar a tomar el Cuzco por los puertos del sur. Las tropas de Colombia han tenido la dicha de quedarse en Lima: todo esto me agrada infinito, y usted sabrá lo demás por el correo que espero mañana. Mientras tanto yo creo que puedo ir sin peligro a Bogotá para volver luego a entender en el negocio de límites con el Perú, que es de mucha trascendencia porque la provincia de Mainas dada por el rey al Perú envuelve por nuestra espalda todo el sur de Colombia. Tam­bién necesitamos impedir el efecto de la seducción de ese partido federal que como las sirenas encanta a los hombres para perderlos. Mas en mi tiempo no será así, pues tenga entendido que extran­jero y enemigo son sinónimos. El Perú, con todo lo que nos debe, sólo piensa en nuestra ruina. Sus diarios nos consumen: San Mar­tín y otros de sus jefes han ido despedazándome por las cosas de Guayaquil. En fin, todo esto se hace después de haber sido tratados con una generosidad sin límites: ¿qué será luego que entremos a despertar interés de todo género? No dude usted, amigo, que el día que se admita federación (como ya la tenemos en el Perú) tendremos otros tantos enemigos como federados, fuera de los enemigos naturales de que se compone nuestra masa, y que todos tomarán parte en la lucha para dividir la presa.

Mándeme usted componer la Quinta, que es donde voy a vivir por enfermo, como usted mismo me ha indicado con mucha razón, y que es lo que más me ha seducido para ir allá, sin dejar de prestar todos mis servicios al poder ejecutivo. Lo tomaré tam­bién si fuere preciso.

También me hará usted el favor de mandarme comprar platos y vasos y lo muy preciso para comer en la Quinta con pocos amigos, porque voy a vivir muy sobriamente en calidad de enfermo; pero que todo sea de lo mejor que se pueda conseguir. Pídale usted a Torres mis caballos y hágamelos cuidar porque los que yo llevo llegarán tarde y estropeados. Advierto a usted de paso que no quiero más recibimientos pomposos; primero, porque no hay mo­tivo para ello; segundo, porque esa gente estará cansada de tales farsas; y tercero, porque habrá mucho congresal que verá la cosa con mal ojo. Yo entraré de noche para evitar todo ceremonial y estaré en el palacio un solo día para recibir visitas, para que no se piense que por desprecio me voy a la Quinta.

Llegaré muy estropeado porque es muy lejos y porque ya estoy bastante estropeado con los cuidados que no me dejan dormir y con las penas físicas después de estar ya viejo y muy falto de robustez. Créame usted: pocas veces he tenido tantas inquietudes como ahora: constantemente estoy sin dormir, procurando adivinar a dónde irá a estrellarse la nave de Colombia, cuyo timón yo ma­nejo a presencia de la posteridad. Me duele mucho que después de tantas penas nuestra obra se nos desbarate entre las manos: pasaremos por unos miserables políticos y administradores, gozan­do ya de alguna reputación militar.

Cuando pase por Pasto procuraré hacer todo el bien posible a fin de que quede tranquilo ese territorio que ha tenido sus alarmas estos días pasados. El general Salom se cansó de manejar a Guayaquil y yo me desesperé de su disgusto absoluto; en consecuencia nombré al coronel Illingrot para intendente interino: este señor promete mantener el país en tranquilidad, y Sucre, que le hará sus visitas, hará lo demás. Illingrot tiene mucho conocimiento del país y de los hombres, se habrá casado allí con una señora rica: tiene talento y honor: es muy colombiano y parece que no le falta el carácter británico para mandar. Además de todo, goza de mu­cha popularidad entre los del partido de Colombia.

Sucre está adorado en Quito; todo el mundo se alarmó con haberlo pedido para el senado: llovieron las representaciones para que lo dejaran porque si no se perdía el país; y ésta es una verdad demostrada anticipadamente. El sur necesita de dos Sucres, y no tiene más que uno, con que saque usted la cuenta de la falta que haría.

Soy de usted de corazón,

BOLÍVAR.

* De un impreso moderno. ""Correspondencia dirigida al General San­tander"", volumen II, págs. 335-338.

Traducción