DOCUMENTO 7015. CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER, FECHADA EN CUENCA EL 23 DE SEPTIEMBRE DE 1822, EN LA CUAL LE AVISA RECIBO DE UNA CARTA ATRASADA Y SE REFIERE A LAS PO­CAS PROBABILIDADES QUE HAY DE QUE EL O SUCRE O SALOM VAYAN A BOGOTÁ. LE DA LAS RAZONES DEL CASO Y HACE ALUSIÓN A OTROS PORMENORES DE LA CARTA DE SANTAN­DER.*

Sección
21) Período (03JUL AL 31DIC 1822) Correspondencia Oficial

Personas

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Palabras Clave

Descripción:
Cuenca, septiembre 23 de 1822.

Mi querido general:

He recibido ayer una carta atrasada de usted, del 6 de agosto. No son más que cuatro letras, pero que pesan mucho y que piden largas explicaciones.

Usted no pide más que al general Sucre y a mí para que vayamos a Bogotá a asistir a las sesiones del congreso. Las razones que usted da son buenas, mas las que tenemos nosotros para no ir, son mejores. El general Sucre es único en mi opinión para inten­dente de Quito. El general Salom no quiere servir nada, nada en la administración civil, aunque le dieran por colega a Napo­león o a Cicerón. Amenaza desertarse y es hombre que ha tomado medidas para enfermarse: ruega, clama, gime y llora porque lo quiten de intendente de Guayaquil, ayudándolo yo con un exce­lente secretario y un asesor de su gusto que vive en la secretaría; en fin, raya al general Salom. En cuanto a Sucre y a Quito, hay mucho qué decir. Sucre es libertador, activo, amable y único; en fin, Quito, ese país que según la fama y según la experiencia es el pueblo más descontentadizo, suspicaz y chino en todas sus cua­lidades morales, ¿cómo quiere usted que me vaya yo y que me lleve a Sucre dejando a nuestra espalda cuatro provincias de Colombia flamantes; donde no hay más lazo que las una a nosotros que el respeto y la buena administración ? Estas provincias están en la frontera de la guerra y de la insurrección. El Perú quiere usurparlas y el ejército español, si puede, las conquistará. Usted no puede imaginar la economía que tenemos para poder mantener los 2.000 hombres de la Guardia. Últimamente se ha descubierto que el departamento de Quito no da nada, y que Guayaquil lo ha de dar todo. Entienda usted que Guayaquil, para mantenerse muy mal, tenía establecidos empréstitos forzosos, y añada que el clamor de Guayaquil es porque le paguen 700.000 duros que le deben. Por supuesto que para mantener las tropas no se puede pagar a nadie. Usted dice que las cosas del sur pueden marchar divinamente con Salom y su asesor. Y yo digo que las cosas del sur marchan diabólicamente con Salom, con Sucre, con la Guardia y con todos los departamentos del sur, y yo con ella si sufrimos un mal suceso en el Perú. Este caso me tiene en una inquietud mortal, porque no le veo remedio eficaz, si llega a suceder. Yo añado que aunque no suceda, este país requiere un tino admirable para gobernarlo y toda la fuerza que tenemos en él. Ahora bien, la fuerza que tenemos no se puede mantener sino a fuerza de sacrificios dolorosos, y además están llamando a los pocos jefes que pueden gobernar con acierto. Resuelva usted la cuestión.

Usted dice que de enero en adelante debe marchar todo sujeto rigurosamente a la constitución. Si esto es así, serán mayores las dificultades para mantener estos departamentos.

Yo quiero saber de oficio qué ley hay sobre esta materia que derogue mis facultades, para mandarla ejecutar. Usted insiste en que yo vaya para enero a Bogotá; usted ve las cosas que tiene cerca y yo veo éstas porque están cerca y porque las creo más importantes que las otras. El miedo que usted le tiene a la legislatura, lo tengo yo a los enemigos, a los vecinos y a los flamantes colombianos. Yo creo que una legislatura se reforma con otra, con los mismos sacrificios y gastos ordinarios y no creo que una guerra o una insurrección tenga remedios fáciles, baratos y seguros.

Nuestros conciudadanos se pueden persuadir; no así a los enemigos y vecinos; los intereses de los primeros son los nuestros, los intereses de los últimos son contrarios a los nuestros. Creo que con esta distinción he decidido la materia, por lo menos la tengo decidida para mí. Hasta aquí he contestado la carta de 6 de agosto.

He visto los papeles venidos de Méjico, y ellos dicen que Iturbide es emperador, por la gracia del sargento Pío que convocó a los otros sargentos la noche del 18 de mayo para que resolvieran la cuestión del imperio vacante. Parece que el congreso ni aún los oficiales y jefes han querido tal emperador; si así es, no doy un cuarto por el imperio Iturbide. Es muy posible que los españoles pierdan toda esperanza de ocupar aquel trono; y también es muy posible que la anarquía suceda al imperio español. ¡Qué locura la de estos señores que quieren coronas contra la opinión del día, sin mérito, sin talentos, sin virtudes! ¡Quieren coronas para justificar a nuestros enemigos, y para dejarlos respirar mientras que se ocupan en levantar tablas para entronizar la incapacidad y el vicio, y para distraer el verdadero patriotismo y el odio a los españoles. En este momento se está pensando en Méjico, en Lima, en Chile y en Buenos Aires, en sostener facciones con la fuerza armada, mientras los enemigos están obrando activamente en destruir a los nuevos reyes y demagogos. Por esto no quiero ir yo a Bogotá a luchar contra facciosos, en tanto que hay españoles contra quienes luchar.

Sería bueno que todas nuestras capitales fuesen campos militares. Yo quiero que a lo menos exceptuemos a Bogotá, y que si debemos perecer sea contra los extranjeros y no contra los conciudadanos. Antes que acabe esta carta debo añadir a usted, para su conocimiento, que nos hemos encontrado el chasco más grande que se puede imaginar con respecto a las rentas de este país, pues la constitución española ya había abolido los tributos, y Sucre había abolido aquí las alcabalas, los tributos y el estanque de aguardiente. Yo mandé que todo continuase como antes de la cons­titución española y porque era el único modo de cobrar algo en efectivo: el hecho es que no se han cobrado las antiguas contribuciones y que las nuevas no se han establecido tampoco. Sucre me habló en Quito sobre este negocio, y después no he sabido otra cosa sino que no se paga a nadie porque no hay con qué pagar, y que los gastos mensuales de Quito son de 30 mil pesos. El par­tido que he tomado es mandar de Guayaquil 16 mil pesos todos los meses a Quito para pagar las tropas.

Después de escrita esta carta he sabido que nuestras tropas llegaron al Callao pero con muchos enfermos: que los enemigos estaban a 15 leguas de la capital y que los nuestros se preparaban contra ellos. Todo lo demás estaba tranquilo. Nada sé direc­tamente sino por noticias venidas en una goleta americana.

Adiós, mi querido general.



Soy de usted de corazón,

BOLÍVAR

El amanuense saluda a usted aun cuando usted lo ha olvidado. Diviértase, diviértase y mande en cuanto guste a su más apasionado amigo,

D. IBARRA

* De un impreso moderno. ""Correspondencia dirigida al General Santander"", volumen II, págs. 329-331.

Traducción