DOCUMENTO 7001. CARTA DE BOLÍVAR PARA EL GENERAL SANTANDER, FECHADA EN CUENCA EL 13 DE SETIEMBRE DE 1822, EN LA CUAL SE REFIERE A LA CORONACIÓN DE ITURBIDE EN MÉXICO. SUS APRECIACIONES AL RESPECTO Y TAMBIÉN SOBRE EL ESTADO DEL PERÚ, DE ACUERDO CON LAS NOTICIAS RECIBIDAS DE HERES.*

Sección
21) Período (03JUL AL 31DIC 1822) Correspondencia Oficial

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Descripción:
Cuenca, septiembre 13 de 1822.

Mi querido general:

Anoche he recibido noticias de Guayaquil por las cuales sabemos que el 21 de julio fue coronado el emperador de Méjico Agustín I. Se dice que ha sido obra de la fuerza; que Negrette intimó al congreso con la muerte si no elevaba a Iturbide al trono. Parece que el clero está disgustado con Iturbide porque le ha pedido tres millones de pesos. Se ha aumentado considerablemente la grandeza; los gastos se han aumentado considerablemente hasta 46 millones, con sólo 10.000 hombres de fuerza. También se dice que el gobernador de Veracruz iba a evacuar la plaza, la cual sería ocupada por los españoles.

Todo esto lo refiere la fragata americana Ida que salió de San Blas y llegó a Guayaquil con 32 días de navegación. Sin duda creo que la relación es cierta y también creo que Iturbide, con su coronación, ha decidido el negocio de la independencia absoluta de Méjico, pero a costa de la tranquilidad y aun dicha del país. Es muy probable que el clero esté muy descontento porque le piden dinero, y más descontento aún el pueblo con el nuevo emperador que más pensará en sostenerse contra los patriotas que en destruir a los realistas. En Méjico se va a repetir la conducta de Lima, donde más se ha pensado en poner las tablas del trono que libertar los campos de la monarquía. A este propósito diré a usted que después de mi llegada a esta ciudad se han multiplicado mis cuidados con respecto al Perú por los informes que me ha dado el coronel Heres de la incapacidad de los jefes del Perú y de la mucha capacidad de sus contrarios. Me asegura Heres, a quien creo, que los realistas del Perú saben maniobrar perfectamente y que triunfarán si se baten en campo raso con los independientes. Asegura que la actividad de los godos es infinita, y la corrupción de los nuestros también infinita. Que la indisciplina, la falta de entusiasmo, falta de sistema y, en una palabra, falta de cabeza en los independientes, contrasta con las cualidades que tienen los realistas. En fin, amigo, este hombre, que no es tonto, me ha llenado la cabeza de inquietudes y el corazón de amarguras. Bien puede ser que exagere algo, mas yo me inclino a creer que tiene demasiada razón para juzgar como juzga, y yo para temer como temo. Así es que ya me tiene usted lleno de ansiedades, vacilando noche y día sobre los medios que debo emplear para adelantar un grande ejército y realizar una grande expedición, en medio de la miseria más grande por parte del departamento de Quito y entorpecido en Guayaquil por el espíritu mercantil más mezquino, después de sacrificios anteriores y después de haber concebido las esperanzas más lisonjeras de alivio en la paz.

No tenemos en el sur más que 2.000 hombres veteranos, o por mejor decir, de línea, porque muchos son reclutas. En Quito no se pagan estas tropas, ni tampoco a nadie, porque no hay con qué. Por esta causa, y otras que yo no sé, nuestras tropas de caballería están cometiendo infinitos desórdenes. Con este motivo he mandado que Guayaquil mande 16.000 pesos mensuales al general Sucre, y con esto se acabó la esperanza de pagar a nadie. También he mandado que se castigue con la pena capital el desorden de aquellas tropas, pero esto no es más que el principio de los alivios sin entrar todavía en el principio de los sacrificios, los que tendrán lugar luego que sepamos la primera desgracia del Perú. Yo estoy resuelto a tomar entonces las medidas más terribles a fin de levantar ocho o diez mil hombres, mantenerlos, vestirlos, equiparlos y embarcarlos si los godos no vinieren a buscarnos. Tenga usted entendido que después de todos estos sacrificios, que serán inmensos y crueles, no habremos hecho más que empezar una débil defensa, pues seremos siempre inferiores a los enemigos en número y calidad, y por consiguiente quedamos expuestos a los reveses más dolorosos. Por estas consideraciones yo creo que el poder ejecutivo debe hacer cuanto esté a su alcance para no exponer por esta parte la suerte de la República. Yo creo que todo nos queda por hacer si San Martín no triunfa en el Perú.

Mi querido general, persuádase usted que mucho tenemos que hacer el mismo día que se sepa la destrucción de nuestras tropas en el Perú, y que aunque hagamos infinito, no podremos hacer lo bastante para ponernos al nivel de aquellos enemigos después que sean dueños de todo el Perú y dueños de nuestras posiciones. Yo hablo a usted con toda franqueza para que no omita diligencia alguna que pueda ponernos en estado de contrarrestar a los enemigos del sur. Ojalá que San Martín no aventure nada hasta que no haya recibido los 4.000 hombres que le he ofrecido. Entonces habría más probabilidad del suceso.

Hace pocos días que llegué aquí, habiendo sido bien recibido y magníficamente obsequiado. La gente parece buena, aunque todos no dicen lo mismo; el país parece miserable, porque carece de todo, menos de granos que los hay en mucha abundancia, pero sin medios de transportarlos. Aquí el clero es todo y los indios nada, porque son pobres y pocos, de suerte que se asegura que no hay dónde hacer más reclutas después que dio la provincia los que pudo a nuestro ejército. De Loja se dice que es un corral de vacas, despoblada y pobre. Jaén está en poder del Perú aún. Quito no puede mantener 1.000 hombres de guarnición. Guayaquil dará 600.000 pesos de renta al año, pero creo que gastará poco menos por lo que he visto últimamente.

Por la adjunta memoria verá usted lo que fue el reino de Quito antes de los sacrificios y de las desolaciones de esta campaña. Para que Venezuela se arruinara se han necesitado doce años, y Quito se ha arruinado en cuatro días, a lo menos así dicen los amos del

país que lloran tanto como en Venezuela, y si digo más no miento, porque a lo menos es con menos razón.

No puedo ser más alegre en esta carta porque no tengo motivos para alegrías, y espero que cuando nos den una victoria en el Perú, habré cambiado de lenguaje y también de humor.

La carta de usted que he recibido hoy, nada me dice, así nada respondo, y con esto adiós de corazón. Su afectísimo,

BOLÍVAR

* De un impreso moderno. ""Correspondencia dirigida al General Santander"", volumen II, págs. 325-327.

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