DOCUMENTO 5549 CARTA DE BOLÍVAR AL SEÑOR FERNANDO PEÑALVER, FECHADA EN BARINAS EL 21 DE ABRIL DE 1821, POR LA CUAL LE PIDE AYUDA PARA QUE EL CONGRESO LE ADMITA SU DIMISIÓN, LE CONFIESA QUE ABORRECE EL MANDO Y LE PARTICIPA QUE LAS HOSTILIDADES SE ABRIRÁN EL 28 DE ABRIL.*

Sección
17) Período (07ENE AL 13MAY 1821) Correspondencia Oficial

Personas

Lugares

Palabras Clave

Descripción:
Barinas, 21 de abril de 1821.

Al Señor Fernando Peñalver. Mi querido Peñalver:

¡Figúrese Vd. lo que yo habré sentido el cúmulo de males que Vd. ha padecido desde que no nos vemos! La muerte de su querida esposa, la miseria de toda su familia, sus enfermedades, y los disgustos de todo género que Vd. ha sufrido durante tantos años. Aseguro a Vd., mi querido amigo, que en medio del tumulto de mi vida mi­litar, he logrado reservar alguna sensibilidad para compadecer a Vd. y que nada sufre Vd. que no sufra yo. Ahora mismo enviaría a Vd. algún auxilio, si me quedare algún dinero del que tomé en Santafé cuando entramos en aquella capital. Pero hace mucho tiempo que no me queda un maravedí, porque lo tomé para auxiliar a mi familia y las de varios generales y compañeros de armas, y el resto lo ha disipado don Domingo Ascanio. Por esta razón, y por otras muchas, no tengo un real de qué disponer, pues aun esta comisaría está también exhausta.

Mi edecán Clemente lleva un pliego para el vicepresidente Nariño, por el cual doy mi dimisión al congreso. Al general Nariño le escribo una larga carta y dígale Vd. que se la comunique. Mi opinión es que el presidente debe ser militar de Cundinamarca, y el vicepresidente paisano de Venezuela. Tome Vd. interés en que esto se haga así, si es de su aprobación; mas interésese Vd., aunque sea contra su conciencia, en que se me admita la dimisión. Esté Vd. bien cierto que jamás seré presidente, aunque se me nombre una y mil veces, terminando al fin por desertar. Estoy cansado de mandar ocho años esta república de ingratos; estoy cansado de que me lla­men usurpador, tirano, déspota, y más cansado aún de unas funcio­nes tan contrarias a mi natural. Por otra parte, yo creo que para ejercer la administración de un estado se requieren ciertos conoci­mientos que yo no tengo, y que tengo un odio mortal. Sepa Vd. que yo no he visto nunca una cuenta, ni quiero saber lo que se gasta en mi casa: tampoco sirvo para la diplomacia porque soy excesivamente ingenuo, muchas veces violento, y de ella no co­nozco más que el nombre. En nada sé nada, pero como gusto poi inclinación de la libertad, y de las buenas leyes, pelearé con el mismo gusto por mi patria, defenderé en un congreso las leyes que en mi opinión crea mejores. Yo no sirvo ni aun para vicepresidente de un departamento, y quizá serviré para pacificarlo, cuando la ne­cesidad lo exija.

Vd. no se engañe en su concepto con respecto a mí, porque será Vd. burlado por mí mismo, y entonces mis enemigos le aborrecerán a Vd. más, pues que estoy bien resuelto a no mandar y que todo se perderá en la ausencia del gobierno.

Yo creo firmemente que entre los Generales Nariño y Santander se puede escoger el presidente. Vd. puede ser el vicepresidente, y si no quiere serlo, a Gual no le pueden faltar algunos votos, o a algún otro de tantos que estarán desesperados por serlo. En una palabra, Vd. forme la resolución de no volverme a ver mandando, si quiere volverme a ver aunque sea de general.

No se olvide Vd. de que el único modo de preservar la unidad de Colombia es el de nombrar un general de Cundinamarca por presidente; y entienda Vd. que con más gusto verán a éste que a mí mismo en el poder ejecutivo; aunque creo que los diputados de Cundinamarca tendrán para mí mucha deferencia. Mas los diputados no son el pueblo, y ya Vd. sabe que nuestra gente no es que­rida en el reino: entienda Vd. también que ni Vd. ni yo veremos en el curso de nuestra vejez aquella armonía cordial que debe reinar en la gran familia del estado. Así, cuantos pasos demos para con­seguir este fin deseado, nunca estarán de más.

Escribí a La Torre que si nos daba el Occidente de Caracas, el resto de Barinas, y Cumaná, haciendo a la vez una igual disminución de tropas, tendríamos nuevo armisticio, y me ha contestado que no, porque no tiene facultades. Abriremos pues las hostilidades el 28 de este mes con un número igual de tropas a ellos, porque este ejército es como un saco roto.

Tendré mucha prudencia para no arriesgar la suerte de la patria. No podemos quedar en inacción porque moriremos de hambre y de peste. Pienso que Bermúdez y Urdaneta, por los flancos, les hagan daño, y les ganen terreno. Yo y Páez completaremos el suceso si lo hubiere. Hemos ganado la opinión y los enemigos la tienen perdida.

Adiós, amigo querido.

BOLÍVAR

* Archivo del Libertador. O´Leary. Vol. XXIX, fº 65-66 y vto. O.C.B. Vol. I, pp. 552-554.

Traducción