DOCUMENTO 6980. CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER, FECHADA EN GUAYAQUIL EL 29 DE AGOSTO DE 1822, EN LA CUAL SE REFIERE A VARIOS PORMENORES RELACIONADOS CON LA FINALIZADA CAMPAÑA DEL SUR, A LA INTEGRACIÓN DE GUAYAQUIL A COLOMBIA, A LA FUTURA EXPEDICIÓN AL PERÚ Y A VARIOS OTROS TEMAS.*

Sección
21) Período (03JUL AL 31DIC 1822) Correspondencia Oficial

Personas

Lugares

Palabras Clave

Descripción:
Guayaquil, agosto 29 de 1822.

Mi querido general:

He recibido su apreciable carta de 28 de julio y voy a contestar a usted lo que no ha sido antes por hechos o por cartas.

Era muy debido que Quito agradeciese al jefe del gobierno de Colombia lo que había hecho por su libertad; así fue que usted y yo tuvimos parte en los despojos de Pichincha; yo confieso que tuve vergüenza porque conocía que no merecía tal recompensa; estoy, pues, resuelto a no llevar ni el sol del Perú, ni la decoración de Pichincha.

No sé por qué ha parecido a usted moderada mi respuesta al cabildo de Quito; en mi opinión no vale nada porque hasta muy mal escrita está, y me he quejado a Pérez de que no la hubiera corregido cuando la mandó imprimir.

Ya el negocio de Guayaquil no dará a usted cuidado, mas advierto que no he recibido comunicación del gobierno en que manifieste la opinión sobre este particular. Yo pienso de diferente modo que usted, que era necesario emplear las fuerzas para no entregarnos, por decirlo así, al arbitrio del Perú y de su gobierno, que ya usted sabe lo que es. Si Guayaquil no entrara en su deber, quedábamos en el sur en una situación la más inquieta y peligrosa.

Siento mucho los embarazos en que usted se halla con la deuda pública, y me parece muy bien lo que usted piensa hacer de marchar por la senda constitucional a todo trance.

Dice usted que de Venezuela no hay sino clamores por tropas y dinero. Si quiere los tres batallones que tengo aquí puede disponer de ellos, pero se pierde el sur, y si se quieren dos o tres mil hombres de reclutas también se pueden mandar por el Istmo. Me parece excesiva la fuerza de tres mil quinientos hombres con­tra Coro, no teniendo Morales más que dos mil doscientos. No dudo que el agua y la falta de recursos son los mayores enemi­gos que por ahí tenemos. Me alegro mucho que el departamento de Orinoco esté tranquilo, y crea usted que lo mismo harán nues­tros marinos con fragatas como con goletas; acuérdese usted de esta profecía.

La observación de usted sobre el decreto en favor de los soldados del Perú es para mí nueva, y no me convenzo todavía de que sea justa. Por decencia he nombrado al gobierno que es el que representa, y si yo no ejerciera el gobierno no tendría que dar tal decreto. No hay dos gobiernos sino uno ejercido por usted en la capital, y por mí en el territorio de mi mando. Yo no he sabido hasta ahora que no tuviese las facultades del poder ejecutivo en ejercicio de este mismo poder. Si estoy privado de este ejercicio de la suprema autoridad como gobierno, no lo he visto aún decla­rado, o a lo menos no lo he entendido. A mí me parece que para evitar esta duplicidad debería nombrarse un presidente que lo fue­se y lo quisiese ser.

Mucho me alegro de que en el parlamento y en la Cámara de representantes de Francia ya se hable de nuestros gobiernos de hecho, bajo cuyo nombre seremos probablemente reconocidos.

Ya no es tiempo de pensar sobre Ja expedición del Perú, y cada vez más me alegro de haberle mandado un socorro que puede decidir favorablemente la campaña por aquella parte. La guerra del Perú irá a terminarse bien o mal; era, pues, mejor terminarla bien. Era preciso venir con tropas a esta ciudad para apoderarse de ella amistosamente e impedir que no se declare por el Perú; era preciso un pretexto para venir con esas tropas; era preciso contentar al Perú no engañándolo. Y después qué hacía yo con cuatro mil hombres en este país sin tener con qué mantenerlos, enfermándose y desertándose horrorosamente.

Supongamos que se necesitan en Venezuela los dos mil hom­bres que han ido al Perú, les mandaré otros tantos que no deser­tarán como desertarían los venezolanos, los del Istmo y los de Cartagena que han marchado al Perú. No digo nada de los reino-sos que desertan en todas partes, pues aquí mismo se ve todos los días este prodigio. Repito que los mil ochocientos que han ido al Perú iban a perderse aquí, y arruinarnos a la vez, mientras que en el Perú van a salvarnos de una nueva guerra del sur, y repito también que si se necesitan dos, tres o cuatro mil hombres, se mandarán con más provecho porque no tendrán en aquel país los vicios que nos son contrarios.

Ya he dicho a usted que nada me importa el obispo de Popayán.

Tenga usted la bondad de retornar los sentimientos de aprecio que tengo por los señores secretarios y el intendente de Cundinamarca a quien doy las gracias por la fineza con que me ha hon­rado. No dudo que el intendente debe saber que lo he preferido a todos para uno de los mejores destinos de esa capital, y por lo mismo no extraño tenga por mí la predilección que inspira la gratitud.

Raya sobre mi marcha a esa capital que bastante se ha discutido ya. Es la suerte de los que mandan recoger con los honores que se les tributan las quejas de los malcontentos, y es por esta misma razón que después de doce años tenga algún derecho para retirarme, ya que usted sólo por algunos meses de sacrificios y pe­nas, se cree con el mismo.

He recibido la carta que usted me ha incluido. Usted le añade que piensan mucho en mí, y no sabe más. Desearía que usted me dijese si por allá se quiere repetir la escena de Angostura, o la de mi salida de Bogotá después de Boyacá. Bueno será saberlo todo con tiempo, para preparar mi conciencia y recibir con resignación las persecuciones de los prójimos.

Soy de usted de corazón su mejor amigo,

SIMÓN BOLÍVAR

* De un impreso moderno. ""Correspondencia dirigida al General Santander"", volumen II, págs. 322-325.

Traducción