DOCUMENTO 1640. DE UNA COPIA, O. C. B. CARTA DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR A JOSÉ MARÍA DEL CASTILLO, FECHADA EN BUCARAMANGA EL 11 DE ABRIL DE 1828, DESAPROBANDO LA CONDUCTA Y OPINIONES CONTRA LOS AMIGOS Y LA ADMINISTRACIÓN.

Sección
34) Período (02ENE AL 26DIC 1828) O.C.B.

Personas

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Palabras Clave

Descripción:
Bucaramanga, 11 de abril de 1828.

AL DR. JOSÉ MARÍA DEL CASTILLO.

Mi querido amigo y señor:

Tengo el gusto de contestar las apreciables de Vd. de 29 de marzo y 5 de abril, aunque no detalladamente, al menos en parte. La primera me ha dado alguna pena, porque muestra Vd. alguna desaprobación a la conducta de Montilla por lo que hace a las últimas ocurrencias en Cartagena. Por mí parte, yo no veo nada de reprensible, si no lo es la representación hecha en aquel departamento a la gran convención. A mi ver, este paso pervierte el espíritu militar y relaja la disciplina; pero Vd. sabe que las doctrinas civiles las han aplicado al orden militar; y, por lo mismo, este no es un ejemplo sino una consecuencia de los anteriores procedimientos del ejército, que no sólo ha representado, sino que ha obrado arbitrariamente sin castigo alguno. También observará Vd. que no pueden ver con indiferencia los militares la causa pública que pueden llamar suya, por sus sacrificios, a tiempo que otros la quieren arruinar. ¿Y como sería posible quedarse en la inacción cuando se ha visto el espíritu que ha dictado las elecciones de Bogotá? ¿Vd. quiere que Páez, Montilla y mi administración obren con mucha suavidad, en tanto que el contrario sale a los caminos públicos a forzar a los ciudadanos a adoptar el suyo, y seduce a los ejércitos y levanta las plazas de armas?

Dice Vd. que las facultades extraordinarias exasperan a esos señores; mas, yo creo que Vd. mismo fue el que indicó estas ideas aun antes de los ulteriores peligros. Así, ahora es infinitamente más indispensable y, si no me engaño, la culpa no es mía del estado en que se halla la república.

Me indica Vd. que llame a los expulsados por causa de opinión; por consiguiente, vendrían por el Sur el general Barreto y un cuadro de jefes y oficiales capaces de mandar un ejército; y a Venezuela vendrían los enemigos de nuestra raza y más diabólicos demagogos. Páez se ofendería mortalmente de las medidas y el Oriente sé encendería en la guerra más negra. Yo no sé si tengo razón en diferir de la bondad de Vd., pues no la puedo llamar opinión, pues Vd. se gobierna por su corazón y no por su cabeza. Todo el cuerpo de la historia enseña que las gangrenas políticas no se curan con paliativos.

Señor Castillo, crea Vd. que el hombre es hijo del miedo, y el criminal y el esclavo, mucho más.

Esos señores mienten cuando dicen que tienen miedo: si lo tuvieran no fueran tan insolentemente facciosos; ellos saben que mi magnanimidad es muy superior a cuanto exige la política, la prudencia y el bien mismo de la república. Demasiado generoso he sido siempre con mis enemigos: el mismo Montilla es una prueba que se puede citar como ejemplo.

Las imprudencias de algunos de mis amigos no son comparables con los atentados enormes de esa facción; por lo mismo, no tienen derecho de quejarse ni aun de murmurar. Amenazan destruir su obra y sus vidas y no quieren que se resientan y se defiendan, cuando nosotros representamos la fuerza del león y ellos no representan más que la malicia de la zorra. Esto es lo que se debiera tener presente para juzgarme entre ambos partidos.

La segunda carta de Vd. responde a la primera: me parece que mucho han influido las relaciones exactas sobre el juicio de Vd., como yo lo esperaba de su imparcialidad y desprendimiento personal, pues es muy cierto que es difícil hacer justicia al que nos ha ofendido. Vd. es superior a si mismo siempre que se trata de hacer bien; y ya que me he entregado a un desenfreno de franquezas, me he de atrever a decir a Vd. que éste es su pecado. Si, mi querido amigo, Vd. es formado para tratar con ángeles y no con hombres.

Lo que Vd. me dice con respecto al general Soublette es muy justo: él sería el mejor magistrado para Cartagena y lograría todas las ventajas que Vd. me insinúa, mas tiene el defecto de Montilla, de ser venezolano y, además, es tan bueno como Vd., y Cartagena tiene muchos picaros que castigar y que deponer de sus empleos por causas de fraude. Este general le tiene miedo al mando y mucho más al de Cartagena, porque dice que un hombre sólo contra tantos no puede nada. El general Montilla me pide que mande a Córdoba o a cualquiera otro granadino, que es lo que allí desean, y me recomienda infinito al señor Ucrós que se porta perfectamente bien, de lo que me alegro sumamente; así, me limitaré a mandar un comandante general, y, por ahora, no tengo otra idea que la de Córdoba; porque, aparte de su carácter violento, tiene muchas cualidades propias para ese mando, pues a Cartagena no la puede mandar sino un hombre muy hombre y a quien le tengan mucho respeto sentimiento que inspirará el general Córdoba con mucha ventaja.

El general Montilla tiene menos confianza que lo que Vd. muestra en su carta: él me asegura como cosa positiva que si me alejo hasta Venezuela, se pierde todo el país, y sobre esto entra en muchos detalles, en lo que no deja de tener razón. Se queja mucho del Dr. Rodríguez, que ha trabajado y trabaja contra el gobierno.

Quedo enterado de la opinión de Vd. sobre mi viaje a Cartagena: yo no me alejaré de aquí hasta que una causa no me obligue a ello, pues éste es un punto intermedio bastante proporcionado para atender a todas partes, y hallándome en estado de marcha, me moveré en el acto que sea preciso.

No he dicho a Vd. nada sobre la gran convención, porque Vd. lo sabe todo y anhela más que yo por el bien de Colombia. Mando a la convención dos comunicaciones sobre Peña y sobre una queja que me ha puesto Montilla contra veintiséis miembros de ese cuerpo. Vd. verá las copias que mando a O´Leary para que, si no conviene presentarlas, no se haga.

Todavía no he recibido noticias de la instalación y de la presidencia del congreso constituyente, que debe traerme Wilson y espero por momentos; y aunque no pienso mandar esta carta sino después de su llegada, he anticipado el trabajo para no detener un instante al oficial de Cartagena que la ha de llevar, con una posdata en que diga lo más que ocurra.

Soy de Vd. atento servidor y amigo.

BOLÍVAR.

Traducción