DOCUMENTO 747 COMUNICACIÓN DEL GOBIERNO AL ARZOBISPO NARCISO COLL Y PRAT, FECHADA EN VALENCIA EL 9 DE ABRIL DE 1814, POR LA QUE SE FORMULAN QUEJAS A LA CONDUCTA DEL ARZOBISPO Y SE RELATAN CRÍMENES Y PROFANACIONES.*

Sección
5) Período (01ENE AL 07SEP 1814) Correspondencia Oficial

Personas

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Palabras Clave

Descripción:
Ilmo, y Rmo. Señor Arzobispo.

Cuando los Estados de Venezuela, por su desgracia, volvieron a sucumbir a la dominación Española, bajo el mando de D. Domingo Monteverde, y a tiempo que la arbitrariedad y despotismo de éste, hacía gemir a sus habitantes en el yugo más feroz; V.S. Illma. con fecha de 1° de agosto de 1812 circuló un Edicto por el cual manifestó que desde que la Divina Providencia había restituido estas Provincias a su legítimo Soberano, su amado Rey el Señor D. Fernando Séptimo, se restableció en ella su benéfico Gobierno; y que deseoso de cooperar a su firme estabilidad, hacía conocer su legitimidad y beneficencia; y exhortó a la unión, a la obediencia y respeto a las autoridades, repitiendo sus encargos para que bajo de estos fundamentos se reiterasen las exhortaciones, admoniciones a los Pueblos.

En 15 de julio de 1813 dijo V.S. Illma. en orden circular, había estado en el concepto de que los más de los curas desempeñaron eficazmente estos encargos, y que había corregido con oportunidad a alguno u otro que se hizo sospechoso; pero que viendo entonces con sumo dolor, que presentados descaradamente algunos sediciosos de fuera de esta Diócesis (éstas eran las armas de la Unión que bajo las órdenes de S.E. venían a libertar los Pueblos) tenían privada la pública tranquilidad, porque esparciendo promesas falsas hallaban dos especies de cooperantes: unos, inicuos que por su notoria irreligiosidad apetecían un Gobierno en que pudiesen correr libremente la rienda a sus pasiones; y otros, incautos que seducidos de aquellos, se prometían una vida holgazana entre abundancia de bienes, sin embargo del conocimiento que en esto les dio el Gobierno abolido; (primera época de nuestra República) y que considerando que no faltaba algún Ministro que igualmente incauto manifestase adhesión a estos perversos hombres (los Libertadores) dirigía a todos su orden a fin de que conocidos los grandes males que amenazaba la seducción, se hiciesen capaces de exterminarla totalmente en sus respectivos Pueblos.

De aquí descendió V.S. Illma. a exigirles tuviesen muy presente lo primero: la legitimidad del Gobierno que el Cielo le concedió en estas partes a los Reyes de España, y que cada uno sucesivamente se ha esmerado en beneficiarlas en lo temporal y espiritual; lo segundo, que considerasen qué utilidades podrían venirles de un ilegítimo Gobierno revolucionario, y trajesen a la memoria los irreparables perjuicios experimentados en los dos años que estuvo en manos de los que lo promovieron, y procuraron su peculiar aprovechamiento a costa de la vida de tantos infelices, que sacrificaron para sostenerse; cuyo Gobierno no fue ni sería otra cosa que una continua anarquía. Y lo tercero, que meditasen aquel vaticinio de nuestro Señor Jesucristo expreso en el Cap. 12 del Evangelio según San Mateo.

Por conclusión previno V.S. Illma. se velase incesantemente sobre estos principios, hasta conocer a los incautos [ 1 ] los males en que vendrían a caer, por frecuentes exhortaciones y admoniciones en el Altar, Pulpito y confesionario; en el concepto de que nuestra Santa Religión cuando no fuese totalmente destruida, a lo menos sería profanada, como la experiencia ya aquí mismo lo había enseñado en tales Gobiernos revolucionarios, con lo demás que de su letra consta a que me refiero.

Entraron las armas libertadoras dadas a conocer como sediciosas, y compuestas de hombres perversos; y aunque para romper las cadenas de los que agobiaban su peso, y por otras muchas razones demasiadamente justificadas en los papeles públicos, fue indispensable declarar la guerra a muerte; conservaron siempre, y todos los Americanos habitantes de Venezuela, ilesa, intacta, y en su fuerza y vigor, la religión Santa de Jesucristo, sin osar ni levemente contra la casa de Dios, contra sus Ministros, contra sus Vírgenes, ni contra cosa alguna que pareciese profanación. Esto es constante y notorio, tanto que no hay quien lo ignore. Y aunque de este principio, y de otros no menos ciertos, podría refutarse en su última perfección las afirmativas contrarias no sólo con respecto a la presente época, sino a la primera, convenciéndolas de faltas [ 2 ] y astutas para sacar de la superstición un partido superior al de la Justicia, la generosidad del Gobierno ha sufocado en el silencio estas y otras observaciones no menos graves.

Destruida la expedición Española que recaló a Puerto Cabello, y dispersos muchos de ella, con algunos que por nuestra humanidad característica, abrigábamos en nuestros senos, en los vastos y dilatados campos de la Provincia, se convirtieron en otros tantos caudillos de la gente rústica que alucinados sin duda por aquellos mismos principios, y los demás que la malicia ha inventado, han seguido sus máximas bandoleras, saltiadoras [sic], y asesinas, con cuyo auxilio han devastado las Provincias, incendiado los Pueblos, violado las Vírgenes, robado las Casadas, asesinado los Infantes, profanados los Templos, despedazado las imágenes de Jesucristo y sus Santos, reduciendo en trajes profanos las vestiduras Eclesiásticas. Y últimamente disponiendo a su arbitrio de los vasos sagrados, de los óleos Santos, y de la misma Custodia en que estaba depositado el cuerpo y sangre de nuestro Redentor.

De este modo nos han hecho la guerra por todas partes, arrancando de sus curatos y extorsionando ignominiosamente a aquellos Ministros que suponen incautos, por adictos a los que vinieron a libertarlos.

Todo esto y mucho más era constante a los habitantes de Venezuela; pero, como parece había algunos que a pesar del convencimiento lo dudaban, la Providencia dispuso que tales escenas se repitiesen en esta ciudad de Valencia en el próximo sitio que acaba de sufrir, y que V. S. Illma. con su comitiva fuese testigo de ella [ 3 ]. En el Templo de San Francisco que sirvió de caballeriza, y sus Altares de pesebres, se encontraron mujeres asesinadas y con indicios de haberse usado allí mismo de ellas. Las Imágenes de San José, San Francisco, Santa Rita, y Carmen, fueron despojadas de sus sortijas, y demás adornos de oro y plata; los Cálices, Patenas, Incensarios, Copón, y otros vasos, robados. Y últimamente extraída del sagrario la Custodia que depositaba la Hostia consagrada, la cual, según unos fue despedazada, y otros tirada en el Altar. Esta misma custodia, parte de los vasos, y otras prendas y ornamentos, se encontraron en las tabernas o guaraperías por aquellos irreligiosos de que habla la orden del 15 [ 4 ] que tuvieron la virtud de presentarlas a V.S. Illma. en cuyo poder se hallan. No hagamos reminiscencia de los demás excesos porque, habiendo llegado a este extremo, no debe dudarse ninguno. A V.S. Illma. le son constantes, o a lo menos es notorio.

El Libertador esperaba que a vista de cuanto sucintamente dejo expuesto, V.S. Illma., aunque no fuese más que por conservar en todo su esplendor la Religión que profesamos, pintase a su Grey con los colores más vivos, tan torpes y sacrilegos atentados, y la hiciese ver el errado concepto con que deprimió sus virtudes, y ensalzó al Gobierno opresor, sancionándolo de legítimo en su Edicto y orden de 1° de agosto y 15 de julio ya sentados. Pero en vano han sido sus esperanzas y muy triste el desengaño, cuando se ha instruido de la Pastoral de 3 del corriente que V.S. Illma. me acompaña a su oficio del 5 y me manda se la devuelva como lo ejecuto con estas observaciones y el pliego que me incluía para el discreto Provisor.

Dios guarde a V.S. Illma. muchos años. Cuartel General de Valencia, 9 de abril de 1814. – 4° y 2°.

RAFAEL D. MERIDA

* De un impreso moderno. “Boletín de la Academia Nacional de la Historia”, N° 110, Caracas, abril-junio de 1945, pp. 235-238. El Dr. Vicente Lecuna da el texto en el cuerpo de documentos que ilustran su estudio sobre ""La guerra a muerte"". La Comisión Editora no ha podido examinar el original.

NOTAS

1) La redacción parece un poco confusa. Tal vez se quiso decir ""hasta hacer conocer a los incautos"", o ""hasta conocer los incautos"".,
2)
Sic. El sentido parece exigir aquí, más bien, ""falsas"".
3)
Sic. La concordancia parecería pedir ""ellas"".
4)
La de 15 de julio de 1813, mencionada más arriba.

Traducción