DOCUMENTO 9114 CARTA DE BOLÍVAR PARA EL GENERAL FRANCISCO DE PAULA SANTANDER, FECHADA EN TRUJILLO EL 16 DE MARZO DE 1824. LE EXPRESA SU OPINIÓN SOBRE LA POLÍTICA DE FRANCIA E INGLATERRA HACIA EL NUEVO MUNDO. EVALÚA LA DIFÍCIL SITUACIÓN MILITAR EN EL PERÚ Y ESPERA AUXILIOS DE COLOMBIA PARA CONCLUIR LA GUERRA.*

Sección
26) Período (01MAR AL 30ABR 1824) Correspondencia Oficial

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Descripción:
Trujillo, 16 de marzo de ¡824.

A S. E. el General F. de P. Santander.

Mi querido General:

He recibido hoy una carta de Vd. del 6 de noviembre y un oficio reservado del mismo día en que Vd. manifiesta sus temores con respecto a la Francia. Este temor no me parece fundado, porque ninguna combinación puede persuadirme de que la Francia entre en planes hostiles contra el Nuevo Mundo, cuando ha respetado nuestra neutralidad en tiempos calamitosos y en que éramos verdaderamente despreciables.

Por otra parte, los ingleses deben adoptar nuestra causa el mismo día que los franceses adopten la española; y la superioridad de los ingleses es tan grande sobre la de los aliados, que se debe contar como un triunfo este suceso. Mientras tanto, nosotros no seremos tan insensatos que, por atender a un peligro remoto, desatendamos uno cierto e inmediato. Yo aseguro a Vd. que semejante demencia no creo que le pueda ocurrir a nadie; porque dejar abierta una puerta tan grande como la del sur, cuando podemos cerrarla antes que lleguen los enemigos por el norte, me parece una falta imperdonable. Yo quiero suponer que vengan los franceses: por lo mismo deberíamos emplear velozmente nuestras fuerzas en destruir estos canallas del Perú, para ir después contra los tales franceses al norte con todas las fuerzas americanas que yo sabría llevar, de grado o por fuerza, pues, la fuerza aumenta la fuerza, como la debilidad aumenta la debilidad.

Suponiendo por otra parte que las cosas se queden como están en el Perú -lo que no puede ser- y que vengan los franceses al Norte con un ejército de 20.000 hombres cuando menos, pues que a Santo Do­mingo fueron cerca de 40.000 para perderlos dentro de muy poco tiem­po, diré yo lo que va a suceder: si yo me voy al Norte se pierde el Sur, y si yo me quedo en el Sur se pierde el norte, y la prueba de esto es que Morales1 con 900 esqueletos ha puesto en movimiento más de 9.000 hombres y Canterac con 1.800 hombres ha destruido ya más de 10 a 12.000 y tiene actualmente más de 16.000. Esto es lo que va a suceder sin remedio alguno, y téngalo Vd. por oráculo, porque yo no me puedo dividir en dos para atender dos extremidades.

Añadiré otra cosa más en prueba de mi aserto: el ejército de Pasto, que es una bicoca, está en una gran confusión porque yo no estoy allí, y no mando las pruebas por no aventurarlos. Y el de Colombia existe en el Perú porque yo estoy aquí, si no habría ni medio hombre y habría seguido, sin duda alguna, el infame contagio de los demás cuerpos aliados.

Incluyo a Vd. una proclama de Torre Tagle y esas gacetas para que se divierta Vd. un poco. Yo mismo estoy sorprendido del inmenso abismo que nos rodea. Digo que yo mismo, porque soy el más veterano en la carrera de los peligros, de la revolución y de la anarquía. Aseguro a Vd. que estamos en el Perú poco menos que en los infiernos. Solamente confío en el ejército de Colombia, y en que he de recibir auxilios hasta completar 8 ó 10.000 colombianos para poder asegurar el triunfo de nuestras armas. Sin este ejército cuente Vd. con los más grandes desastres en Colombia. Repito que cuento con los refuerzos que he pedido, pues no me puedo persuadir de que Vd. sacrifique a Colombia por falta de estos refuerzos, que más nos costarán a nosotros traerlos del Istmo acá que de allá al Istmo; y porque no me puedo persuadir que Guayaquil pueda hacer más que todas las provincias de Colombia.



Supongo que Vd. pensará que retiramos del Perú es cosa fácil y sin peligro; mi respuesta es la misma que siempre he dado: que al perderse el Perú se pierde todo el sur de Colombia; y que los enemigos serán recibidos en los llanos de Neiva para combatirlos si podemos. Este refrán lo repito mil veces, porque mil veces al día recibo nuevas pruebas de mi convicción. En el Perú una victoria acaba la guerra de América, y en Colombia ni cuatro.

El ejército de Colombia está en buen estado y lleno de entusias­mo. El del Perú de 3.000 hombres, mandado por el general La Mar, se está mejorando y organizando.

El Perú está dividido en tres partidos: primero, patriotas anticolombianos; segundo, godos españoles; y tercero godos de Torre Tagle y Riva-Agüero. El resto de la masa inerme del pueblo no tiene sentimiento alguno. De suerte que aquí no hay más que dos cosas positivas; el ejército de Colombia por la patria, y todo lo demás contra ella: todo lo demás es insignificante, nulo, nada en fin.

El Congreso del Perú ha mostrado patriotismo hasta el fin, pero la mayor parte de sus miembros se han quedado con los enemigos. Lo mismo se puede decir de las autoridades constituidas, con excepción de Torre Tagle y su infame traición, que se han vuelto godos de repente, por desconfianza de la causa, y por no perder sus bienes en Lima por la entrada de los españoles en Lima. La causa de todo esto es que estos hombres ven a su país aniquilado sin el menor triunfo, no pueden concebir que pueda vencer con tan escasos medios como los que tengo. Muchos han pensado que los abandonaré sin combatir, porque los enemigos internos lo han hecho así correr.

Las tropas de Buenos Aires estaban en tan mal estado que han perdido a Lima y El Callao por falta de disciplina, de moral, de raciones y de sueldo. Mientras que yo me vine contra Riva-Agüero, estaban haciendo morir de hambre la guarnición de Colombia en El Callao, y la mandé sacar de allí porque los jefes temían que se sublevase por desesperación, pues comían inmundicias, cueros crudos y por poco se mueren de hambre. Mandé al general Martínez, de Buenos Aires, amplias facultades para que mantuviese bien su división sin contar para nada con el gobierno, y este general no hizo nada por consideraciones con Torre Tagle. Yo iba para Lima y me enfermé en Pativilca y no pude atender nada; sin dejar de hacer los reclamos más violentos al congreso y al gobierno. Esto mismo desesperaba al gobierno, porque le parecía irremediable el mal.

La coincidencia contra nosotros de los partidos opuestos entre sí de Riva-Agüero y Torre Tagle es un fenómeno que debe aparecer a los ojos del mundo como muy desfavorable a nuestra conducta en el Perú. Sin embargo, nuestra conducta ha sido un modelo de generosidad y moderación en este país. Todo lo que dice Torre Tagle es una insigne calumnia: todo falso absolutamente; jamás la mentira ha hecho una creación más gratuita. No dejen Vds. de escribir en las gacetas de Colombia, pintando la monstruosidad de estos perversos y la modesta generosidad de nuestra comportación. Pueden Vds. explayarse sin temor alguno de ser desmentidos.

Nos han rogado hasta de por Dios para que vengamos; nos han dejado morir de hambre, y hemos sufrido con impasibilidad; nos han calumniado, y hemos perdonado a todo el mundo sus calumnias.



Nuestras tropas han tenido una moderación sin ejemplo; nuestra disciplina es rigurosa; los enemigos tiemblan de nosotros, y nuestros soldados parecen ovejas. Yo no he usado de la autoridad que me confió el congreso por dejar independiente al gobierno del Perú, ahora estoy hecho cargo del mando, después que todo se ha perdido, por salvar las reliquias del Perú y evitar a Colombia una inva­sión; este sacrificio es más grande que todo lo que he hecho en mi vida. Vd. lo verá por mi proclama cuanto me cuesta el amor a Colombia. Así lo digo a los mismos peruanos en esta proclama.

Estoy esperando por horas 2.000 reclutas que me mandan de Guayaquil.

La marina nos cuesta un sentido, y no tenemos ni medio.

Pronto los enemigos tendrán una buena marina y perderemos el Pacífico sin poder recibir entonces refuerzos.

El ejército necesita de todo y dentro de dos meses ya no habrá más de que echar mano; después de haber agotado todos los recursos tomados ahora por la fuerza y de grado. Después ni de uno ni de otro modo se logrará nada. Así, pues, en el mes de mayo debemos triunfar o perecer; en consecuencia, Vd. tome sus medidas para salvar la patria si perdemos la campaña que ya no podemos prolongar más, atendido al estado de las cosas, y a las brillantes esperanzas que Vd. me da en su oficio del 6 de noviembre que me ha dejado muy contento y muy agradecido.

A propósito, el general español Valdés está en marcha con su división a reunirse a Canterac. Los godos no nos darán tiempo para nada, puesto que Torre Tagle les dirá nuestros secretos de entretenerlos un poco hasta recibir nuevos refuerzos.

¡Puede ser que el destino se haya cumplido cuando Vd. reciba esta carta!!!

Adiós, mi querido general,

BOLÍVAR

* De un impreso moderno: Bolívar Simón, Obras completas, Segunda edición. Editorial Lex, La Habana, Cuba, 1950, pp. 932-935.

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