DOCUMENTO 1303. ARTÍCULO DE SIMÓN BOLÍVAR FECHADO EN KINGSTON EL 28 DE SEPTIEMBRE DE 1815, DIRIGIDO AL EDITOR DE ""THE ROYAL GAZETTE"", SOBRE LA LUCHA POR LA INDEPENDENCIA .*

Sección
7) Período (19MAY AL 19DIC 1815) Correspondencia Oficial

Personas

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Palabras Clave

Descripción:
{Kingston, Setiembre 28 de 1815.}

Sr. Editor del ""The Royal Gazette"".

Señor:

He leído en ""The Courant""[ 1 ] del 27 de los corrientes un artículo sobre la Nueva Granada muy interesante, tanto por lo que se re­fiere a la población y recursos de aquel país, cuanto por las obser­vaciones que hace acerca de las disensiones que hasta ahora han existido allí.

El autor del artículo parece imparcial y sus opiniones son co­rrectas, pero yo hubiera deseado más pormenores y mayor claridad sobre las verdaderas causas de la guerra civil que hayan inducido al general Morillo [ 2 ] a desembarcar en aquellas costas y a atacar a Car­tagena. El resultado de esta operación decidirá probablemente la suerte de una gran parte del Continente.

Someto a Vd. algunas observaciones que en cierto modo justifi­can la conducta de los habitantes de la Nueva Granada y que arro­jarán luz sobre el éxito posible de la contienda entre las fuerzas españolas y granadinas. Como suramericano me siento obligado a referir algunos hechos que versan sobre la naturaleza de nuestras guerras intestinas.

Casi todas las Repúblicas que más veneración han inspirado al género humano, han llevado en su seno la semilla de mortal dis­cordia, lo que ha hecho decir que la desunión es a menudo el ter­mómetro que gradúa la libertad, y que el goce de un gobierno liberalmente constituido se halla por lo común en proporción directa a la efervescencia de los partidos y al choque de las opiniones po­líticas. Es cierto que el peso de la libertad es liviano, pero también es difícil mantenerlo en equilibrio aun en las naciones más cultas y civilizadas. ¿Cuál es la nación libre, antigua o moderna, que no haya padecido por la desunión? ¿Habrá historia más turbulenta que la de Atenas?—facciones más sanguinarias que las de Roma?— guerras civiles más violentas que las de Inglaterra?—disensiones más peligrosas que la de los Estados Unidos de la América del Norte? Sin embargo, son éstas las cuatro naciones que más honran a la raza humana por sus virtudes, su libertad y su gloria. Y es citando los trágicos y sorprendentes ejemplos de igual clase que aquellas naciones nos presentan, como yo quería cubrir con un velo la vergüenza de nuestras divisiones.

Nuestras discordias tienen su origen en dos copiosas fuentes de calamidad pública: la ignorancia y la debilidad. España fomentaba la una por la superstición y perpetuaba la otra por la tiranía. En el estado anterior de las cosas nuestra situación estaba reducida a la nulidad, vivíamos ajenos a todos los acontecimientos que se cumplían, extraños a la contemplación del mundo político y separados de todo lo que pudiera de algún modo ejercitar nuestra inteligencia, o dar valor a nuestras riquezas y nuestro poder. Los Americanos del Sur han pasado al través de los siglos como los ciegos por en­tre los colores: se hallaban sobre el teatro de la acción pero sus ojos estaban vendados: nada han visto, nada han oído. ¿Por qué? Porque no podían ver la justicia y mucho menos oír la verdad. Además de esto estamos [ 3 ] abandonados por el mundo entero: nin­guna nación extranjera nos había guiado con su sabiduría y expe­riencia, ni defendido con sus armas, ni protegido con sus recursos. No sucedió lo mismo a la América del Norte durante su lucha de emancipación, aunque poseía sobre nosotros toda suerte de ven­tajas: las tres más poderosas naciones europeas, dueñas de colonias, la auxiliaron en su independencia; mientras que la Gran Bretaña no ha usado de represalias contra aquella misma España que le había hecho la guerra para privarla de sus colonias. Todos los recursos militares y políticos que nos han negado a nosotros se han dado con profusión a nuestros enemigos y sin citar otros ejemplos ""The Courant"" de Jamaica y ""La Gaceta"" de Santiago de la Vega [ 4 ], copiando de aquel, publican la lista de las armas, municiones y ves­tuarios que han recibido. Hasta los mismos triunfos del grande Welüngton [ 5 ] han sido indirectamente fatales para nosotros, porque el arte de la guerra que los españoles ignoraban lo han aprendido de aquellos heroicos británicos mandados por el ilustre Capitán des­tinado en un tiempo a libertar la América del Sur. Estos son hechos singulares que la historia recordará junto con otros igualmente singulares que sería largo referir.

Los EE. UU. del Norte que por su comercio pudieron haber su­ministrado elementos de guerra nos privaron de ellos por causas de su contienda con la Gran Bretaña [ 6 ]. Sin esto, Venezuela sola habría triunfado y la América del Sur no habría sido asolada por la cruel­dad española ni destrozada por la anarquía revolucionaria. Nosotros no tenemos más armas para hacer frente al enemigo que nuesros brazos, nuestros pechos, nuestros caballos y nuestras lanzas. El débil necesita una larga lucha para vencer; el fuerte, como en Waterloo [ 7 ] libra una batalla y desaparece un imperio.

Cuando los partidos carecen de autoridad, ora por falta de po­der, ya por el triunfo de sus contrarios, nace el descontento y los debilita. Los jefes subdividen la causa en tantas partes cuantos son ellos y esto sucede sobre todo cuando obran [ 8 ] sin acuerdo con una potencia extranjera que los obligue a persistir en el sistema que ambos habían reconocido y obligádose a sostener. Como ninguna nación había entrado en tratos formales con nosotros ni en comu­nicaciones oficiaos, no teníamos relaciones políticas que nos ligasen con alguna de ellas [ 9 ]

En la Nueva Granada, la Constitución federal y los obstáculos con que tropezó han dejado al Poder Ejecutivo en debilidad tan fa­tal que su acción ha sido paralizada por aquellas mismas Provincias que debieran cooperar con él. Hasta su reciente sometimiento al Gobierno General la de Cundinamarca mantuvo tal espíritu de in­justicia y de desunión que en épocas futuras parecerá increíble. La de Cartagena desobedecía al Congreso siempre que le convenía y últimamente no sólo desobedeció sino que motivó la guerra contra las tropas que el Gobierno General había mandado para libertar la Provincia de Santa Marta y a Venezuela. Pero por extraordinarios que parezcan estos hechos dejarán de serlo si tenemos en cuenta su verdadera causa.

Afortunadamente ya el Gobierno General de la Nueva Granada ha recuperado todo el poder que pertenece a su autoridad; ha or­ganizado un ejército que goza de la confianza pública tan necesaria para el país, agitado por tan violentas convulsiones.

No concibo que las fuerzas españolas que sitian a Cartagena puedan obligarla a rendirse, pero aun suponiendo que al fin triun­fasen, sería a costa del sacrificio de la mayor parte de las tropas comprometidas allí y después de mucho tiempo. Mientras tanto el Gobierno General se habrá fortificado en el interior y habrá levan­tado tropas, no sólo capaces para destruir el ejército español sino para sitiarlo a su vez, estando todavía delante de Cartagena. Los Sur-americanos ya no temen sino la tiranía; su espíritu se ha ele­vado; las persecuciones de España les han dado la fuerza que nece­sitaban. Al amor a la Patria, a las virtudes que no podían adquirir bajo el régimen absoluto, se han unido profunda aversión a nues­tros enemigos y una terrible desesperación que casi ha asegurado la victoria.

Volvamos la vista sobre Venezuela y veremos que sus habitantes casi aniquilados, sin armas y oprimidos, se levantan con tanta fuerza y violencia que después de haberse adueñado de todas las Provin­cias interiores amenazan ya atacar los puertos y arrojar a sus ene­migos al mar, según últimas noticias que hemos recibido.

La Nueva Granada no se someterá a las tropas que comanda el General Morillo; primero: porque Cartagena es inexpugnable para aquel número de tropas; segundo: porque el país es muy extenso, bien poblado y decidido a resistir a sus invasores; y tercero: por­que los independientes de Venezuela no darán tiempo a los espa­ñoles para hacer conquistas, cuando estos pueden apenas y con gran dificultad conservar el territorio que ocupan. Pensar de otro modo es una ilusión, y el tiempo lo probará. España no tiene fuerzas su­ficientes disponibles ni los medios de trasportarlas para volver a subyugar a toda la América del Sur y a México, y en vano lo pre­tende ahora. No se apoderará de ninguno de los puntos importan­tes y mucho menos logrará el triunfo con la cruel y feroz conducta que ha adoptado contra los desgraciados americanos que ha some­tido a su yugo insoportable e ignominioso.

Soy del Señor Editor atento y seguro servidor.

UN AMERICANO [ 10 ].



{{{APÉNDICE A}}}



To The Editor of the Royal Gazette

Sir,

I have read, in the Courant of the 27th inst an article relative to New Grenada, which is highly interesting, both as regards the population and resources of that country, as well as the observations which treat of the domestic dissensions that have hitherto existed.

The author of that article appears inipartial, and his statements are correct; but I could have wished more details and clearness as to the truc causes of the civil war in that country, which may have induced General Morillo to land on its coasts and attack Carthagena, the result of which will probably decide the fate of a great portion of the Main.

Allow me to submit some observations, which may, in some measure, justify the conduct of the inhabitants of New Grenada, and which may also tend to throw some light on the probable success of the contest between the Spanish forcé and that of New Grenada. As a native of South-America, I feel myself somewhat compelled to state some facts regarding the nature of our interna! differences.

Almost all the Republics, which have most inspired veneration among mankind, have contained within themselves the seeds of deadly discord, and from thence it has been stated, that the spirit of disunion is often the thermometer of liberty; and the enjoyment of a liberal Constitution of Government is generally found in direct proportion to the effervescence of parties and the clash of political opinions. It is true that the burthen of liberty is light, but it is also difficult to be maintained in a just equilibrium, even among the most civilized and enlightened nations.

What free nation, ancient or modern, is there, which has not suffered by disunion? Can there be a history more turbulent than that of Athens? Factions, more sanguinary than those of Rome? Civil wars, more violent than those of England? Dissensions, more dangerous than those in the United States of North-America? Notwithstanding which, these are the four nations which do most honour to the human race in virtue, in liberty, and in glory. It is on that account that I could wish to throw a veil over the dis-grace of our divisions, by quoting the tragic but striking examples, which those nations have afforded, of the same kind.

Our discords origínate from the two most fertile sources of public calamities — ignorance and weakness. Spain has fomented the former by superstition, and has perpetuated the latter by tyranny. In the former state of things our situation was reduced to an almost total nonentity. We were absohitely deprived of all knowledge of passing events — strangers to the contemplation of the political world, and separated from all which could possibly produce the exertion of our intellect, riches, or power.

The South-Americans have passed through centuries as the blind travel among colors. They found themselves on the scene of action, but their eyes were blindfolded — they have seen nothing — they have heard nothing — why? Because they could not see justice, and, still less, hear truth.

Besides which we were abandoned by the whole world — no foreign Power had guided us by her wisdom and experience — has defended us with her arms, or protected us by her resources.

This was not the case with North-America during her struggle. Although possessing so many advantages over us in every resoect, the three most powerful colonial nations in Europe succoured that indeoendence, and yet Great-Britain has not had recourse to re-prisals towards that same Spain, which formerly waged war against her, in order to deprive her of her colonies. All the resources, mili-tary and political, which have been withheld from us, have been given with profusión to our enemies — arms, ammunition, ac-coutrements, and clothing, as appears by an article in the Jamaica Courant of the 30th ult. and since transcribed in the St. Jago de la Vega Gazette, not to mention other former similar instances. Even the triumphs of the great, the immortal Welington. have proved indirectly fatal to us; for even the art of war, which the Spanish nation were ignorant of, they began to acquire from the heroic Britons, under the same illustrious captain, destined at one period to liberate South-America.

Such are the singular facts, which history will have to record, besides others, not herein detailed at least equally singular.

The United States of North-America, which, by their commerce, might have afforded us the elements or sinews of war, owing to their contest with Great-Britain, deprived us of those precious resources within their power. Had not this been the case, Vene­zuela alone would have triumphed, and South-America would not have been laid waste by Spanish cruelty, and by revolutionary anarchy.

We have no other weapons to resist our enemies with but our arms, our breasts, our horses, and our pikes. The weak require to struggle long, in order to conquer. The strong give, as at Waterloo, one battle, and an Empire disappears!

When factions are deprived of authority, either by the want of power, or by the success of their opponents, discontent ensues and undermines. The Chiefs subdivide the cause into as many parts as they themselves consist of, particularly when, having no mutual agreements with any foreign Power, which obliges them to adhere to that system, which had been acknowledged by, and was binding on, both parties. — As no nation has yet entered into a formal Treaty or officially communicated with us, we are consequently without relative political relations, which attach us to other Powers.

In New Grenada the Federal Constitudon, and the abuses which it has encountered, have left to the Executive Power a weakness so fatal, that its action has been paralized by those very provinces which ought to cooperate with it. That of Cundinamarca sustained for years a spirit of disunion with an injustice and impolicy, which will hereafter appear incredible, until latterly it submitted to the General Government.

That of Carthagena did not obey the Congress, when it suited her convenience not to do so, and lately not only did she disobey, but a war ensued against the troops, which the General Govern­ment had sent to libérate the provinces of Santa Martha and Venezuela, but those transactions, extraordinary as they are, would appear less so, if viewed in the light in which they ought. For-tunately the General Government of New Grenada has now recruited all the powers which belong to its authority. It has organized an army, and enjoys the public confidence, so essentially necessary for the welfare of a country which is agitated by so violent a convulsión. I do not conceive that the Spanish forcé, which is now besieging Carthagena, can compel it to surrender. Even supposing that the Spaniards could ultimately succeed, it would only be by sacrificing the greater part of the troops engaged in the attempt, and would besides require time, of course the General Government in the meantime will have fortified the interior, and raised troops, not only capable of extirpating the Spanish forcé, but also of laying siege in their turn, while they are even before Carthagena itself. The South-Americans already fear nothing but tyranny. Their spkits are elevated. The persecutions of Spain have given them the strength which they required. To the love of country, to those talents, which could not be acquired under the former absolute Government, there have been added a powerful horror against our enemies, and a despair which has almost always insured victory.

Cast but a glance on Venezuela, and you will observe its inhabitants, almost annihilated, without arms, and oppressed, rouse themselves with such forcé and violence, that, after having possessed themselves of all the interior provinces, they threaten already to attack the seaports, and forcé thek enemies into the sea, according to the latest intelligence received here from that quarter.

New Grenada will not submit to the troops under General Mo­rillo; lst, because Carthagena is impregnable against such a forcé; 2d, because the country is very extensive, wellpeopled, and determined to resist their invaders; 3d, because the Independents of Ve­nezuela will not allow the Spaniards sufficient time to effect conquests, when they can, with great difficulty, maintain the ground which they occupy.

To think otherwise is an illusion, and time will prove it. Spain has not a disposable forcé sufficient, ñor even the means of transporting such a forcé, as will ever again be capable of subjugating the whole of South-America and México, which she is now vainly endeavouring or pretending to do; so that she will obtain possession of none of the important points, and still less can she ever suc­ceed by the cruel and ferocious conduct, which the Spaniards have adopted towards those unfortunate Americans, whom they have subjected to their galling and insupportable yoke.

A SOUTH-AMERICAN

Kingston, Sept. 28, 1815.



{{{APÉNDICE B }}}



FROM THE COURANT

The crisis, big with the fate of New Grenada, now pending on the issue of the existing siege of Carthagena, excites in a high degree the interest of every man enjoying the blessings of national liberty. Mutual sympathies víbrate to the impulse of our anxieties at the present moment, which is to decide the reorganization of Spanish power or the future freedom of the sons of South-America, as the fate of Carthagena may also decide that of Venezuela.

New Grenada, whose limits on the Atlantic Ocean commence from the frontier of the province of Guatemala to the bottom of the Gulph of Maracaibo; on the South sea, from the province of Veraguas to the valley of Tumbes, in Perú; and from thence des-cribing an arch, which strikes through the river Apure, until it meets the aforesaid Gulph, comprehends 604,800 square mués.

The Mints of Santa Fe and Popayan, one year with another, as per report down to only 1804, coined 2,299,249 dollars. The annual commerce by both seas is computed at ten to eleven millions of dollars. The rents yielded by each province formed the yearly aggregate of 3,273,000 dollars, and its population, as per following return, is 2,500,000 souls, viz.:

In the Province of Guayaquil 50,000

Loxa and Jaén 80,000

Cuenca 200,00

Quixos and Macas 40,000

Quito 500,000

Popayan 320,000

Choco 40,000

Antioquia 10,000

Neyva 45,000

Santa Fe 190,000

Tunja 200,000

Socorro 125,000

Pamplona 90,000

Los Llanos 20,000

Mariquita 110,000

Carthagena 110,000

Santa-Martha 70,000

Rio Hacha 20,000

Panamá and Porto-Bello 50,000

Veraguas 50,000

......................................... 2,500,000

Placed in a central position of the new Continent, still more favourable than that of ancient Tyre or Alexandria, she can accumulate in her bosom the perfumes of Asia, the ivory of África, the manufacture of Europe, the skins of the North, and the whale of the South. She can enjoy the commerce of China, Greenland, and Kamschaska, without encountering the dangers of Capes Horn and Good Hope. To these considerations let us add her températe climate and the abundance of the necessaries and luxuries of life. With such a population, surrounded by these resources, what more could a country desire, wishing to be free.

Distracted and distant, Spain has, to this day, been but an idle spectator over the efforts of New Grenada, to deprive her of those Mines on which her avaricious eyes were wont to luxuriate, and which constituted the boast of Castilian pride. Whence therefore, the unsecured liberties of this people, whose every national wish was within their own vote? Whence the interrupted reciprocity between foreign and domestic commerce? Whence the murmurs of the waters of the Magdalena at the absence from its streams of the Champanes*, which, in obedience of nature´s laws, were once joint carriers of the produce of a fresh interior country? And whence the decline of the fame of the city of Carthagena, the Atlantic depót, and emporium of New Grenada? The answer is, Disunion!

Large Canees.



{{{APÉNDICE C }}}



DEL THE COURANT

La grave crisis, en que está envuelto el destino de la Nueva Gra­nada, pendiente en estos instantes del resultado del sitio que sufre Cartagena, excita en alto grado el interés de toda persona que disfrute de las bendiciones de la libertad nacional. Simpatías mutuas vibran al impulso de nuestras inquietudes en el presente momento, pues se ha de decidir o el restablecimiento del Poder Español, o la futura libertad de los hijos de Sur-América, por cuanto que la suerte de Cartagena puede asimismo decidir la de Venezuela.

Los límites de la Nueva Granada se extienden sobre el Océano Atlántico desde la frontera de la provincia de Guatemala hasta el fondo del Golfo de Maracaibo; en el mar del Sur, desde la provincia de Veraguas hasta el valle de Tumbes, en el Perú; y desde ahí, describiendo un arco que cruza el río Apure, hasta en­contrar el mencionado Golfo. Comprende 604.800 millas cuadradas.

Las casas de moneda de Santafé y Popayán, un año con otro, según atestiguan informes que alcanzan hasta 1804, acuñaron 2.299-249 pesos. El comercio anual por ambos mares se estima entre diez y once millones de pesos. Las rentas producidas por las provincias formaban un total anual de 3.273.000 pesos; y su po­blación, según se consigna en el siguiente informe, es de 2.500.000 almas1, o sea:

En la Provincia de Guayaquil 50.000

Loja y Jaén 80.000

Cuenca 200.000

Quijos y Macas[sic] 40.000

Quito 500.000

Popayán 320.000

Chocó 40.000



Antioquia 10.000

Neyva 45.000

Santafé 190.000

Tunja 200.000

Socorro 125.000

Pamplona 90.000

Los Llanos 20.000

Mariquita 110.000

Cartagena 110.000

Santa Marta 70.000

Río Hacha 20.000

Panamá y Porto Bello 50.000

Veraguas 30.000

.......................................... 2.500.000

Colocada en una posición central en el nuevo Continente, aun más favorable que la de la antigua Tiro o Alejandría, puede acu­mular en su seno los perfumes de Asia, el marfil de África, las manufacturas de Europa, las pieles del Norte y la ballena del Sur. Puede gozar del comercio de China, Groenlandia y Kamschaska, sin enfrentar los peligros de los cabos de Hornos y de Buena Es­peranza. A estas consideraciones añadamos su clima templado y la abundancia de recursos para satisfacer las necesidades y exquisiteces de la vida. Con tal población, provista de tales riquezas, ¿qué más podría desear un país anheloso de ser libre?

Aturdida y distante, España no ha sido hasta hoy más que un pasivo espectador de los esfuerzos de la Nueva Granada para pri­varla de aquellas Minas sobre las cuales se complacían sus ava­rientos ojos, y que constituían la vanagloria del orgullo castellano. ¿De dónde proviene por tanto, la falta de libertades en estas gentes, si dependía de su propia decisión el alcance de sus deseos naciona­les? ¿De dónde la interrupción del intercambio en el comercio extranjero y el doméstico? ¿De dónde los murmullos de protesta de las aguas del Magdalena ante la ausencia en sus corrientes de los Champanes**, que de acuerdo con las leyes de la naturaleza, fueron en otro tiempo el medio de transporte de los productos de un fecundo país interior? ¿Y de dónde la decadencia de la fama de la ciudad de Cartagena, almacén del Atlántico, y emporio de la Nueva Granada? La respuesta es: ¡Desunión!

* Grandes canoas (Nota del traductor al inglés).

* De un impreso. {Memorias del General O´Leary}, tomo XXIX. (Cartas del Libertador) págs. 61-65. Se reprodujo también en “Cartas del Libertador. Complementos de las Memorias del General O´Leary nueva edición autori­zada por el Gobierno Nacional”. Caracas, 1888, pp. 68-74. No se conoce el manuscrito original de este documento. La Comisión acoge el texto de las Memorias, compulsado con el de la reedición de 1888, que en algún punto da mejor lectura, como dejamos anotado en las notas correspondientes. En “The Royal Gazette”, Vol. XXXVII, N° 37 pág. 23 (""Postscript"") Kingston del 23 al 30 de setiembre de 1815, había aparecido una versión al inglés de esta carta del Libertador, cuyo texto se reproduce en el Apéndice A, después del castellano, así como el artículo del The Courant al que se re­fiere el Libertador (Apéndices B y C). (Véase la nota principal del Doc. N° 1.300).

NOTAS

1) The Courant"" era uno de los periódicos que se publicaban entonces en la isla de Jamaica. El artículo al cual se refiere Bolívar se incluye en los Apéndices B (texto en inglés) y C (versión castellana hecha especial­mente para la presente compilación).
2)
El General Pablo Morillo.
3)
En las Memorias de O´Leary decía: ""vamos"".
4)
Llamada en inglés ""The St. lago Gazette"", se editaba entonces en la población jamaiquina de Santiago de la Vega.
5)
Arthur Wellesley, Duque de Wellington (1769-1852), famoso mi­litar y hombre público británico, vencedor de Napoleón en Waterloo.
6)
Se refiere, naturalmente, a la guerra de 1812-1814, que acababa ape­nas de terminar.
7)
Waterloo. La célebre batalla dada el 15 de junio de 1815, que puso fin al Imperio de Napoleón.
8)
En Cartas del Libertador, Complementos de las Memorias del General O´Leary nueva edición autorizada por el Gobierno Nacional, aparece esta palabra, que evidentemente exige el sentido del párrafo, y que fal­taba en el texto dado por Memorias de O´Leary.
9)
En “Memorias de O´Leary” dice: ""con nación alguna"".
10)
El Editor de las Memorias de O´Leary colocó debajo, entre parén­tesis, el nombre ""Simón Bolívar""

Traducción