DOCUMENTO 1301. COMUNICACIÓN DE BOLÍVAR, FECHADA EN KINGSTON EL 22 DE AGOSTO DE 1815, DIRIGIDA AL PRESIDENTE DE LAS PROVINCIAS UNIDAS DE LA NUEVA GRANADA, EN LA QUE LE FORMULA SUS REFLEXIONES ACERCA DE LA DERROTA DE NAPOLEÓN EN WATERLOO Y SUS POSIBLES CONSECUENCIAS PARA AMERICA.*

Sección
7) Período (19MAY AL 19DIC 1815) Correspondencia Oficial

Personas

Lugares

Palabras Clave

Descripción:
{Kingston, 22 de Agosto de 1815.}

Excmo. Señor Presidente de las Provincias Unidas de Nueva Granada.

En este día han llegado de Inglaterra papeles públicos que anuncian la ocupación de París el 8 del próximo pasado julio por los ejércitos aliados contra la Francia; la restauración de Luis XVIII [ 1 ] a su trono, y la evasión de Napoleón Bonaparte.

La suerte del mundo se ha decidido en Waterloo [ 2 ]. La Europa ha quedado libre por esta inmortal batalla, y sus consecuencias pueden ser más importantes que cuantas han figurado en los anales del Universo, sobre todo con respecto a la América, que va a ver transportar a su seno el tremendo teatro de la guerra que por más de veinte años ha afligido a la Europa. Si es verdad que Bonaparte ha escapado de Francia, como se asegura, para venir a buscar un asilo en América, cualquiera que sea su elección, ese país será destruido con su presencia. Con él vendrá el odio de los ingleses a su tiranía; el celo de la Europa hacia la América; los ejércitos de todas las naciones seguirán sus huellas; y la América entera, si es necesario, será bloqueada por las escuadras británicas [ 3 ].

Si Napoleón es bien recibido por la América del Norte, ésta será combatida por toda la Europa, y, por consecuencia, Bona­parte intentará poner de su parte a los independientes de México [ 4 ], sus vecinos. Si es la América del Sur la herida del rayo, por la llegada de Bonaparte, ¡desgraciados de nosotros, para siempre, si nuestra patria lo acoge con amistad! Su espíritu de conquista es insaciable: él ha segado la flor de la juventud europea en los campos de batalla para llenar sus ambiciosos proyectos; iguales designios lo conducirán al Nuevo Mundo, esperando, sin duda, aprovecharse de las discordias que dividen a la América para entronizarse en este grande imperio, aunque para ello haya de correr el resto de la sangre que queda en nuestras venas, como si la América no fuese ya harto desgraciada, harto aniquilada con la guerra de exterminio que le hace la España.

Señor Excmo.: si el último golpe que puede recibir nuestro infeliz país viene a suceder, quiero decir, si Bonaparte arriba a nuestras costas, sea cual fuere su fuerza, sea cual fuere la polí­tica que se proponga seguir, nuestra elección no debe ser dudosa: debemos combatir a Bonaparte como al precursor de mayores cala­midades que las que sufrimos. Yo creo de mi deber indicar a V.E., que en el estado presente de las cosas, para evitar todo evento infausto por mala inteligencia de parte de nuestros enemigos o neutros, y por otras muchas causas que no pueden ocultarse a la alta penetración de V.E., parece absolutamente indispensable que el gobierno tome todas las medidas de precaución que sean condu­centes a impedir que Bonaparte o sus agentes penetren pública o privadamente en nuestras provincias y puertos. Es también una medida de igual urgencia hacer una declaratoria positiva y termi­nante que prevenga toda sospecha con respecto a los enemigos de la Francia, que podrán pensar que la América es bastante necia para ligarse con un tránsfuga, y protegerlo para que restablezca su tiranía en unos países que están combatiendo por la libertad y lo han sacrificado todo por obtenerla.

De la buena o mala conducta que tengan nuestros gobiernos americanos en esta extraordinaria crisis, depende el resultado final de nuestra causa. No puedo persuadirme que haya independientes tan enemigos de su país que abracen el partido de Bonaparte; pero si alguno cometiere esta imprudencia, no será seguido por los pueblos, y si lo fuere, la España será socorrida como lo ha sido Luis XVIII. Por el contrario, es casi cierto que la Inglaterra nos favorecerá con su poder, si nos declaramos contra su implacable enemigo, quien, si solicita un asilo, no es para vivir pacíficamente, sino para emplear el resto de su existencia combatiendo contra sus vencedores.

Dígnese V.E. aceptar con indulgencia estas obvias observaciones.

Tengo el honor de ser, con la más alta consideración, de V.E. humilde y obediente servidor.

Dios guarde a V.E. muchos años.

Excmo. señor.

Simón Bolívar.

* De un impreso moderno. El Dr. Vicente Lecuna en “Simón Bolívar, Obras Completas”, I, pág. 156-158 da el texto de este documento que dice haber tomado de la ""Colección de Autógrafos"", de Don Enrique de Narváez. La Comisión Editora no ha tenido otra fuente para compulsar el texto. En informe reciente, el Dr. José Manuel Rivas Sacconi, Director del Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, comunica que se trata de una copia existente en la mencionada Colección que se conserva en la Academia Colombiana de Historia. Acerca del destinatario, es muy posible que esta comunicación llegase a Bogotá cuando ejercía ya las funciones de Presidente de la Nueva Granada el prócer cartagenero Manuel Rodríguez Torices, sobre quien puede consultarse la nota 1 del Doc. N° 114 y la nota 2 del Doc. N° 118 en la Correspondencia Oficial.

NOTAS

1) El Rey de Francia Luis XVIII (1755-1824), hermano de Luis XVI. Ascendió al trono en 1814 y volvió a ocuparlo en 1815 después del episo­dio napoleónico de los Cien Días que culminó en Waterloo. Reinó hasta su muerte, acaecida en 1824.
2)
Waterloo. Lugar de la provincia belga de Brabante, donde se dio, el 18 de junio de 1815, la batalla que puso fin definitivamente al Imperio de Napoleón.
3)
Señalamos al lector que el Dr. Vicente Lecuna, al publicar este texto en “Cartas del Libertador”, tomo I, págs. 156-158, le anexa un fragmento de la obra Les Cent Jours, de Fleury de Chaboulon (tomo II, p. 278-280) reproducido en la biografía de Napoleón, por Emil Ludwig (edición fran­cesa, pág. 436), en donde se hace referencia a la intención que el Empera­dor tuvo de trasladarse a América.
4)
México. Se refiere aquí al territorio entonces denominado Nueva España (hoy Estados Unidos Mexicanos) y no sólo a su capital, la Ciudad de México.

Traducción