DOCUMENTO 7462. CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER, FECHADA EN GUAYAQUIL EL 30 DE MAYO DE 1823, EN LA CUAL LE MANI­FIESTA SU AGRADO POR LA INSTALACIÓN DEL CONGRESO Y LE EXPRESA SU ASOMBRO POR LA CRÍTICA QUE EN EL CONGRESO SE HA HECHO DE SU FELICITACIÓN, CUYO SENTIDO HAN TER­GIVERSADO. SE REFIERE ENTRE OTROS PARTICULARES, A LOS NUEVOS PERIÓDICOS RECIBIDOS Y A SU OPINIÓN SOBRE ELLOS. HACE ALUSIÓN AL PERÚ Y FORMULA APRECIACIONES SOBRE ALGUNOS JEFES DE GOBIERNO AMERICANOS.*

Sección
22) Período (02ENE AL 31MAY 1823) Correspondencia Oficial

Personas

Lugares

Palabras Clave

Descripción:
{Guayaquil, 30 de mayo de i 823.}

Al Señor General F. de P. Santander.

Mi querido General:

He recibido el correo y carta de Vd. del 21 de abril. He celebrado mucho la instalación del Congreso por los grandes bienes que de él resultan a Colombia, si adopta providencias de mejoras administrativas. La hacienda necesita de reforma y la exige con urgencia.

Parece bien extraño que se diga en el Congreso que es una amenaza mi felicitación, me parece que yo no quise más que protestar mi adhesión a la Constitución y mi firme resolución de mantener la Ley que me han hecho jurar contra toda mi conciencia, que me dice que no es bastante fuerte aún para mantener un pueblo de esclavos en sumisión a leyes liberales. También creo que es un rasgo de moderación no poco notable, que yo atribuya a la ley fundamental la vida de Colombia, y que reitere de nuevo mi oferta de Cúcuta de que tanto se ha hablado aun entre los más famosos republicanos. Si esos caballeros me injurian porque yo no soy un testigo falso, que ando jurando todos días y perjurando el otro día para volver a jurar obediencia a los caprichos de cada cual que va al Congreso, aseguro a Vd. que no sé entonces qué es lealtad, virtud, patriotismo, puesto que llaman amenaza las pro­testas más generosas de sacrificar uno su sangre por cumplir lo que esos mismos señores han mandado en el otro Congreso. Dí­gale Vd. al padre Briceño, a Baralt, Hurtado y Osío, que si no fuera por mí estarían ahorcados los patriotas de entre ellos, y los godos también de entre ellos estarían aún esclavos. Dígales Vd. que

yo no necesito de amenazas, que yo tengo poder para hacer lo que mejor me parezca en el momento que turben el orden público, y entablen las reformas, porque entonces el ejército y el pueblo me pedirán que los salve de la cruel imbecilidad de sus reformadores. Dígales Vd. que yo no quiero más que la libertad de Colombia y que por eso he ofrecido de nuevo mi sumisión a las leyes; que Constant[ 1 ] dice que sólo un malvado pretende reformas en una constitución nueva que aún no se ha experimentado su efecto. La cita no sé si es exacta, pero sé que hay algo más que esto en lo que dijo en nuestro curso de política.

Celebro mucho la retirada de Morales de la Goajira.

Dígale Vd. al padre Azuero que estoy muy agradecido por la generosidad con que me ha defendido, cuando él es el único hombre que tiene justos motivos de queja contra mí por la crueldad con que lo traté en su curato por mi exaltación natural.

Los nuevos impresos que Vd. me ha mandado están muy buenos. El Paisano me parece muy bien escrito y lo mismo los otros. La {Gaceta de Bogotá} tiene infinito mérito y me ha hecho reír mucho un artículo sobre San Miguel y Herrera con el cuento de la amarradura de los diputados. El {Aficionado} ha sacado mucho partido de la virtud del padre Padilla[ 2 ].

En cuanto al {Patriota}, diré a Vd. francamente que ya es tiempo de que cese, porque ya se conoce el anónimo y no le conviene de ningún modo a dicho anónimo ponerse a conversar en esas plazas y calles de Dios con todo el mundo, y tener que recibir las pachotadas de sus conlocutores. La respuesta de Sarda y las más que vayan dando me ha inspirado esta idea, y me ha parecido de mi deber comunicársela a Vd. En cuanto a las {corridas de toros } digo otro tanto. Nariño me escribe que se quiere ir de Colombia o venirse donde yo estoy, pero que no lo hace porque está enfermo en una cama: voy a contestarle que tendré mucho gusto en verlo y de proporcionarle lo oportunidad de sacarlo del laberinto en que se halla en esa capital, pero con {modo}, para que no publique mi carta.

Siento mucho los males de Briceño pero no puedo convenir en que Soublette salga de Venezuela porque allí me dice Peñalver que hace mucha falta. Un paisano puede desempeñar la Secretaría de Guerra como lo hemos visto algunas veces en España. Los militares instruidos y buenos son muy pocos y muy preciosos.

Doy la enhorabuena a los nuevos generales.

Dígale Vd. a Azuero y Torres que estoy encantado con lo que redactan. Sobre el Perú dirijo a Vd. muchos papeles que le informarán del estado de aquellas cosas. No he marchado porque no me ha venido el permiso del Congreso; en cuanto venga me iré. Es inútil decir a Vd. lo que Sucre me escribe, porque Vd. verá en sustancia lo que él dice, por mi respuesta. El Perú me quita más tiempo, y me da más tormentos de cabeza que Colombia, porque yo sé que Colombia no tiene más que es un mal que yo no puedo remediar y el que tiene el Perú sí lo puedo.

Extraño mucho que estos comisionados españoles no adelanten nada. La guerra con Francia hará que la negociación marche al galope.

El negocio de Zea es el segundo mal de Colombia, después del primero que he citado. Recibió dos millones y doscientos mil pesos, y dio el valor de diez millones. Yo no sé cómo pagar las atrocidades de Zea.

A pesar de que Sucre y Salom son los dos mejores hombres del mundo no dejan de tener enemigos en Quito, porque estos indios son más malos que todos los demás y los blancos peores que los caraqueños, lo que no es poco decir.

He contestado a Vd. su carta por partes, añadiré algo de mi peculio.

Mosquera viene sin haber hecho nada en Buenos Aires, porque allí no hay gobierno sino anarquía y no hay razón sino orgullo. Dicen que el gobierno de Chile tiene las mejores disposiciones hacia Colombia, y que ofrece todo para el servicio del Perú, con tal que yo sea el jefe que mande en aquella parte.

En el Perú hasta el Congreso que era enemigo mío, se ha hecho mi mayor amigo, todos me llaman y yo no espero más que el permiso del cuerpo soberano para irme a emprender una obra tan grande como la de Colombia, con más dificultades físicas, aunque con más medios militares.

Por acá estamos esperando de un día a otro, la noticia de la caída de Iturbide para completar la obra de la opinión y de los absurdos: mis colegas han sido muy chiquitos y han emprendido obras muy grandes. Yo por lo mismo, cada día temo más haberme elevado demasiado; eso mismo me debilita el deseo de ir al Perú, no sea que vaya a sufrir una caída como la de mis compañeros los jefes americanos. Mucho me intimida la suerte de esos caballeros y si algo me retiene después de recibir el permiso del Congreso es la aprehensión de seguir el ejemplo que nos dio San Martín con todos los héroes argentinos, chilenos, y mexicanos. Sólo los colombianos, amigos y compañeros míos, conservan su gloria y reputación. Esta consideración bien merece un bello y soberbio artículo en la {Gaceta de Bogotá}; los contrastes deben ser Colombia, sus héroes y sus generales, por una parte, y por la otra el resto de la América independiente con sus gobiernos absolutos y disolutos, con sus héroes, trigarantes, emperadores, direc­tores, protectores, delegados, regentes, almirantes, etc. También puede entrar lo pasado y lo presente, de la nueva y vieja Colom­bia y la consecuencia debe ser que{ no hay cosa mejor que nuestra Constitución y nuestra conducta}. Sin meter a Nariño para nada ni a ninguna persona odiosa de las patrias viejas, sólo deberíamos hablar de los principios y de las cosas.

De todo corazón.

BOLÍVAR.

El amanuense con ser un doctor muy instruido no sabe escribir. Perdone Vd.

* De un impreso moderno. {Cartas del libertador} (Fundación Lecuna), tomo III, págs. 408-411.

NOTAS

1) Benjamín Constant, escritor y político francés (1767-1830).
2)
Tanto el Padre Juan Nepomuceno Azuero como el Padre Diego Francisco Padilla, ambos neogranadinos, dieron muestras de simpatía por el Libertador. Al revés del grupo que encabezaba el Padre Antonio María Briceño, que se caracterizó por su animadversión contra Bolívar en el Con­

greso reunido en Bogotá.

Traducción