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DOCUMENTO 4390 CARTA DE BOLÍVAR PARA EL GENERAL SANTANDER, FE­CHADA EN EL ROSARIO EL 1º DE JUNIO DE 1820, POR LA CUAL LE DA RESPUESTA A DOS CARTAS Y LE TRATA PARTICULARES DE DIVERSA ÍNDOLE.*

Cuartel General del Rosario, a 1º de junio de 1820.

Al señor General Santander.

Mi querido General:

Recibí ayer dos cartas de usted: la una de 19 y la otra de 21 del pasado. Voy a contestar por el orden de materias y siguien­do el orden de las discusiones, es decir, que todo negocio que se haya tratado más de dos veces queda decidido y no se habla más de él.

Sobre lo que usted me dice de Valdés en su anterior, diré que no sé qué responder, porque no puedo acertar en el juicio ni sé cómo mejorar la elección.

Confieso que si hubiese previsto las quejas que usted se fi­gura con razón sufrir por las nuevas exacciones, no habría adoptado la defensiva. Pensé de buena fe que con la casa de moneda y la salina se pagaría este ejército. Que los demás gas­tos se harían con las otras rentas; porque no mandándose más situados a Venezuela, todo se podría hacer sin gran sacri­ficio. Mi engaño ha venido de haber encontrado en las cajas de Bogotá 80.000 pesos a mi llegada.

En cuanto a observaciones raya. En cuanto a esclavos raya.

Jamás he pensado que usted haya negado nada al ejército y menos aún que usted sea su enemigo. Esto merecía una raya, sin discusión. A Morales he contestado que la columna de Briceño la puede mantener divinamente El Socorro, pues no ha­biendo padecido mucho la provincia y no habiendo hecho sa­crificios, que los haga ahora. Vargas viene para acá; pero le irán reemplazos de libertos.

El asunto de la dimisión se raya tabién porque ya lleva tres discusiones y si se hace una cuarta lo condeno a usted a ser Presidente de Colombia como lo deseo y pienso.

He aprobado lo que usted ha hecho, porque lo ha hecho bien, y no porque yo lo he mandado. Doy las gracias a usted por haber sacado un discípulo tan adelatado. También las doy por las observaciones sin andar en los corrillos y tertulias criti­cando las providencias activas y oportunas.

Usted no sabe nada de Valdés, ni yo tampoco, porque ni aun sé si ha marchado al Cauca.

La consulta sobre el Tribunal de Justicia, sobre la ley del Congreso puede ser justa: yo entiendo poco de leyes, y así me lavo las manos con respecto a este negocio, al Congreso y a la República de Colombia. Luego que se acabe la guerra puede ser que olvide hasta el nombre, porque un piloto hábil y precautelativo al salir de una tempestad le da las gracias a Dios y hace voto de no volverse a embarcar para no hallarse en otra seme­jante, y siendo yo tan enemigo del mar, imagínese usted si me gustarán las borrascas. Si hay trastorno, como usted lo llama, me alegro no haber tenido parte en él como usted dice.

Hormaechea que vaya al’ bajo Magdalena, ya por aquí es inútil. Me alegro que Obando [1] vaya al Sur, porque puede ser útil y no tomará sueldos por acá.

Que se cumplan los deseos de usted de salvar el país y de dejar a ustedes libres. He dicho en cuanto a la del 19, vamos a la adición.

Tengo paciencia y también la tienen las tropas y todos la tendremos mientras haya que comer; cuando no haya se aca­bará la paciencia y entrará el hambre, la cual se curará con los específicos admirables de los 50, 25 y 16.000 pesos de las provincias; 100.000 de la capital y las otras chucherías de las contribuciones moderadas. Con tales medidas no hay duda que tendremos ejército y más dolores que quejas. Siento mucho que usted sea el objeto de éstas. Repito que no se las propor­cionaría a usted, si las hubiese previsto; pero yo he oído decir que hasta el honor se debe sacrificar a la patria. No he visto el proceso mandado porque soy poco curioso. No me acuerdo de tal hombre porque soy olvidadizo. No sé lo que se ha ade­lantado con la libertad, porque soy muy ignorante. Pero sé muy bien lo que perderán esos señores si los vuelven a pillar los godos: Libertad, Vida y Bienes. Usted dice que merecen vi­vir en Turquía, y que nos aprovechemos de sus caudales. Yo digo que para qué han de ir a Turquía, cuando los españoles nos han transportado el Asia a América; nos han enseñado el Alcorán con sus prácticas, y nos han inspirado por espíritu nacional el terror. Cuanto más pienso en esto tanto más me convenzo de que ni la libertad, ni la más brillante ilustración nos harán hombres morigerados y mucho menos republicanos y verdaderamente patriotas.

Amigo: por nuestras venas no corre sangre sino el vicio mezclado con el miedo y el error. ¡Qué tales elementos cí­vicos! Baste de filosofía política. Sigamos a la del 21.

Valdés cree que el enemigo es fuerte y usted cree que llegados al Cauca somos excesivamente fuertes; no sé quién tenga más razón: mas no es esto lo que yo quiero saber, sino quién será quien triunfará. Este certamen es digno de me­ditación.

Al Batallón de Honda le habrán llegado los 300 fusiles que le he mandado del Batallón de Vargas. Que vuele este bata­llón a la escuadrilla; que vuele Córdoba y tome el mando de todas las fuerzas del Magdalena y Provincia de Cartagena.

Sobre la operación de los Rifles ya me parece inoportuna en el Banco. Calcule usted las circunstancias y me dará la razón. Usted me pide un puerto y yo lo he mandado tomar. Si perdemos el tiempo no se tomará porque la ocasión es calva. Córdoba en las sabanas de Tolú, nuestras tropas en la Provincia de Santa Marta, 300 fusileros reforzando nuestra escuadrilla; El Banco y Mompós no se sostienen, por las re­glas ordinarias. Los ingleses no dan espera y los reinosos en Santa Marta menos, porque se enferman.

Me alegro de Urdaneta: me alegro de que el señor Simón sea un bandido y sus compañeros también. Me alegro de que se hayan levantado en el Cauca 1.400 libertos; me alegro de que el provisor venda su hábito para matar españoles. Este es un verdadero apóstol de la política y de la patria, también lo será de su vida que no es menos interesante para él.

Estoy de acuerdo en tenerle lástima a los ciudadanos de Cundinamarca que están pagando esta nueva patria: con el puesto para sostenerla; con los justos gritos de los pueblos; y con el nuevo discípulo de Boves que ganaría sin duda más que Morillo.

Sobre su asunto particular digo que no tengo facultades para ceder bienes nacionales, pero que puedo hacer algo que valga más si usted me pide una cosa que valga la pena. Las fechas nada cuestan: servir a los amigos cuesta menos y aún mucho menos recompensar el mérito con los bienes co­munes. Junto con la casita de Córdoba se puede pedir lo que valga diez veces la casita. Usted se acordará que yo fui omni­potente en estos de bienes nacionales cuando no había legis­ladores ¿usted me entiende? Pues si me entiende rompa usted mi carta y acuérdese de lo que le digo.

No extraño nada, nada, que usted no tenga dinero ¿es usted algún...? Extraño, sí, que usted me dé esta noticia, que para mí jamás lo ha sido. Espero en este mes los 50.000 pesos sin perjuicio de los otros 14.000 que han de venir volando como sus hermanitos que vinieron por el cielo como si fueran ángeles.

Usted podrá quejarse de que he sido bastante largo, pero no he podido ser más lacónico. En una carta he abrazado una enciclopedia de cuestiones amistosas, pecuniarias, políticas, mi­litares, filosóficas y chismográficas.

Dígale usted a París que me escriba, que no he sabido de él desde que salí de allá, y que me mande "Los Incas del Perú".

Soy su amigo de corazón,

BOLIVAR

* De un impreso moderno. "Cartas a Santander", volumen II, págs. 163-166.

Notas

[1] Se refiere a Antonio Obando.

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