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DOCUMENTO 4923 CARTA DE BOLÍVAR PARA SANTANDER, FECHADA EN SAN CRISTÓBAL EL 25 DE SEPTIEMBRE DE 1820, EN LA QUE SE REFIERE A LAS ACTUACIONES DE ZEA EN EL CONGRESO, A LAS QUEJAS DE PAEZ SOBRE LA MISERIA DEL EJERCITO, A LA CAMPAÑA DEL SUR, A LA PERDIDA DE TURBACO Y A OTRAS MATERIAS.*

San Cristóbal, 25 de setiembre de 1820.

A S.E. el general F. de P. Santander.

Mi querido general Santander:

Incluyo a Vd. algunos documentos, todos de algún interés y ninguno agradable. El primero es uno de la diputación en que pide informes sobre la muerte de los españoles en Bogotá, de resultas de una carta del señor Zea. Este documento es curioso, y bien merece un elegante informe; pero si Vd. no quiere darlo puede guar­dar silencio. El señor Zea se ha llevado cerca de cien mil pesos según informes de Roscio, y hasta ahora no nos ha mandado más que consejos y pamplinas. Es posible que en adelante mande algo más, si no de utilidad, por lo menos de compromiso; porque como él hace lo que le da la gana, puede usar, como guste, de su buen juicio.

Debe Vd. saber que todo lo que se ha hecho en el congreso últimamente es obra de él: esto lo advierto para que no culpe Vd. a los otros, que demasiadas culpas tienen.

Una carta de Soublette dará a Vd. una idea del estado de las cosas y de la opinión por allá; y por no desesperar a Vd. no le envío un inmenso oficio de Páez, en que se queja como Jeremías de la situación y miserias de su ejército, de la muerte de los reinosos a pesar de mil esfuerzos y del temor que tiene de la disolución de sus tropas, de síntomas de insurrección de los pardócratas, y de una inundación sin ejemplo en el Apure que ha causado estra­gos en los caballos.

Va un oficio de Méndez sobre Vergara: Vd. debe devolverlo. Añadiré que Vergara no quiso firmar con Peñalver una declaración que éste hizo, desmintiendo una aserción que se había hecho correr de que nuestros diputados pedían la sumisión a España. Pocos días después publicó en otro diario que se conformaba con aquella declaración, lo que era una confesión tácita, de la inconformidad anterior. Ambas las he visto con mis ojos. Este asunto me parece que es gravísimo a los ojos del mundo; y aun más grave si se considera que los diputados de Chile y Buenos Aires son como Vergara. La nota de Rivadavia al duque de San Carlos es abominable, de una redacción de Guinea, y admite unas interpretacionse siniestras y deshonrosas. Todo esto, mi amigo, me confirma en mi resolución de salvarme como pueda de entre estos mandrias, malvados, imbé­ciles ladrones, facciosos, ingratos, y todos los peros del mundo.

Los de Buenos Aires y Chile son detestables: los nuestros ya Vd. los conoce. Los cartageneros se acaban de dejar batir en Turbaco por un puñado de españoles, y los mejores hombres del mun­do, que son los reinosos, se mueren con sólo menearlos. Ya no desertan, Jos pobres, pero es por estar seguros de quedarse muertos o enfermos.

Apropósito, la "Gaceta de Bogotá" está tan mal impresa que ha cometido un error imperdonable llamando nobleza de la capital a lo que yo creo que debía ser belleza. A este propósito, que digan alguna cosa en algún número como que es de algún artículo comunicado para taparle la boca a Díaz, que seguramente ha de verla, porque se habla de él en ella.

Mando a Vd. una copia de un oficio a Morillo para que lo inserte en la Gaceta. El objeto que he tenido es llamarle la aten­ción por San Fernando, mientras obran las tropas por el Occidente, y si además me da lo que le pido, me habrán pagado el trabajo de escribirlo.

Urdaneta no puede ir al Sur por mil razones, entre ellas es la primera porque se está muriendo. Dígale Vd. a Valdés que esté pronto para marchar a la primera orden que se le dé, porque mi intención es mandarlo ir a Quito, en el acto que conciba la idea de un armisticio o de paz efectiva, a fin de ganar terreno mientras que llega Ja orden de suspensión de hostilidades, debiendo llevar esta orden un oficial español que ka muy lentamente, a efecto de las medidas que para el caso tomaremos. Si vamos triunfando se le retardará la marcha, si somos batidos lo haremos volar. Creo haberle explicado a Vd. mi pensamiento, para que Vd. y Valdés to­men sus medidas en consecuencia, en inteligencia que yo creo infalible o un armisticio o la paz, a pesar de las grandes autoridades de Angostura que, porque están sobre el Orinoco, se creen sobre el Támesis, y que siendo de la raza de Manaure, se creen de la de Pitt.

El suceso de Turbaco fue completo al principio, gracias a la mala tropa y a los peores oficiales que allí estaban; pero después un piquete de caballería mandada por el cojo Jugo los hizo entrar en la plaza, llevándose el consuelo de haber confundido en sus asesinatos las condiciones, las edades y los sexos. Viva la guerra a vida del señor Torres. Diga Vd. en la Gaceta que, después de mi salida el 19 de este mes, sorprendieron los enemigos los reclutas que allí teníamos bloqueándolos; que robaron y mataron cuanto alcanzaron y que un piquete de caballería, a las órdenes del capitán Jugo, los precipitó a la plaza en el mayor desorden y confusión y aun dejando las municiones y las piezas de cañón que nos tomaron. Tenga Vd. entendido que se llevaron la plata única que se había podido mandar a la tropa. Mucha declamación contra la guerra a muerte de los españoles, y si en el artículo caben aquellos versitos que le mandé ahora días contra ellos, mé­talos de bruces, porque no hay cosa tan divertida como la poesía para cantar desgracias, y hacerlas amar con el encanto de las sirenas.

Montilla debió estar tres días después en Turbaco con el batallón de Córdoba que es excelentísimo y, por consiguiente, la expedición contra Santa Marta y Maracaibo debió retardarse; pero de todos modos se hará infaliblemente, pues así lo tengo ordenado, y creo que no habrá falta en la ejecución de estas medidas.

Envío a Vd. dos cartas de San Tomas para que se haga Vd. un extracto para la Gaceta; y una de París. Haga Vd. un compuesto de todas ellas para entretener a los ociosos de Bogotá. Añada Vd. que un oficial principal de Morillo, en su presencia, ha brindado por mí, comparándome con Bonaparte y añadiendo que aquél había hecho la guerra con recursos, y yo sin ningunos: esto indica paz, pues si no, no hablarían así los señores godos.

No voy con la columna de Plaza, como lo deseo infinito, porque entonces nos paran el trote los enemigos por Trujillo con todas sus fuerzas y, por consiguiente, nada habremos hecho con marchar y contramarchar o perder la división; mas si hay la menor necesidad de mi persona, volaré, aunque nos cueste alguna pena más la subsistencia y permanencia de las tropas por aquella parte; por la necesidad que habrá de aumentar su número y de tenerlas reunidas.

Adiós, querido general; mande Vd. a quien lo ama de corazón, no le pide más que dinero, desea verlo de presidente y convidado en la quinta a divertirse con el ciudadano Bolívar.

Adiós.

BOLÍVAR

* De un impreso moderno. Simón Bolívar, "Obras Completas", tomo I, págs. 498-500.

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