.
Portada del sitio > 12) Período (01ENE AL 30JUN 1818) Correspondencia Oficial > DOCUMENTO 2835 OFICIO DE BOLÍVAR PARA LUIS LÓPEZ MÉNDEZ, FECHADO EN ANGOSTURA (...)

DOCUMENTO 2835 OFICIO DE BOLÍVAR PARA LUIS LÓPEZ MÉNDEZ, FECHADO EN ANGOSTURA EL 13 DE JUNIO DE 1818, EN EL CUAL LE INFORMA EL CURSO DE LAS OPERACIONES Y LE REMITE UNOS BOLETINES.*

Cuartel General de Angostura, a 13 de junio de 1818. 8º.

SIMÓN BOLÍVAR,

Jefe Supremo de la República, Capitán General de los Ejércitos le Venezuela y de la Nueva Granada, &., &., &.

Al señor don Luis López Méndez encargado de los negocios de Venezuela en Londres.

Sin embargo de que los Boletines que tengo la satisfacción de incluir a V.S. contienen los sucesos más importantes de la campaña del presente año, para que se instruya V.S. plenamente de todo, voy a dar a V.S. confidencialmente algunos detalles que se han omitido, y de los cuales podrá V.S. hacer el uso que crea conveniente, reservando los que sean desfavorables.

Dueño por las victorias de Calabozo y El Sombrero de todos los Llanos que abandonó en su fuga el enemigo, y estropeada [1] nuestra caballería con las largas y forzadas marchas que había hecho, me fue forzoso regresar a Calabozo con el objeto de organizar las posesiones adquiridas; asegurar la tranquilidad del Llano, y engrosar el ejército con las gentes del país, para reparar las pérdidas que habíamos sufrido.

Entre tanto se ejecutaba todo esto destiné al señor General Páez con una división para que fuese e reforzar la otra línea contra San Fernando y forzase la plaza a rendirse o la tomase al asalto. Esta operación era de primera necesidad, porque existiendo San Fernando en el centro de los Llanos y a las riberas del Apure, retardaba y hacía difíciles nuestras comunicaciones, obstruía e imposibilitaba la navegación de este río, y ponía en continua alarma todos los pueblos vecinos y los que están situados a las riberas del mismo río. Las operaciones del General Páez, aunque muy felices, no tuvieron el pronto resultado que yo deseaba. El Ejército se desmoralizaba en Calabozo por la inacción: el enemigo se rehacía en Valencia y los Valles de Aragua: el suceso de San Fernando tardaba: no era posible esperar más sin exponernos a consecuencias muy funestas; fue, pues, preciso marchar. La marcha se dirigió sobre la Villa de Cura, que se hallaba ocupada por la izquierda del ejército español; mientras que el centro y la derecha existían en Valencia y San Carlos. El señor General Páez tenía orden de atacar este último puesto, y era mi objeto batir el primero, u obligarlo a que reuniéndose en Valencia al cuerpo principal de sus fuerzas, abandonase los Valles de Aragua, la capital y toda la parte oriental de la Provincia de Caracas donde podía el Ejército engrosarse rápidamente. La velocidad con que el jefe de nuestra vanguardia ejecutó el movimiento sobre la Villa de Cura, impidió al Brigadier español La Torre retirarse hacia Valencia, y prefirió dirigirse a La Victoria para libertarse de la persecución de nuestra caballería, que por la otra vía le habría impedido o molestado mucho la operación. De La Victoria La Torre continuó su retirada hacia Caracas dejando en nuestro poder todos los Valles. La superioridad de nuestras fuerzas sobre La Torre, la posición en que él se hallaba y la ventaja que nos daba la fuerte posición de La Cabrera, para resistir cualquiera tentativa que emprendiese Morillo por salvar la división que habíamos cortado, nos empeñó en el proyecto de perseguir ésta hasta destruirla. El cuerpo principal del Ejército marchó sobre Las Cocuizas y una gruesa columna de caballería y un batallón de infantería fueron a cubrir La Cabrera. Cuando nuestras fuerzas se hallaban a la vista del enemigo, que había sido envuelta ya por una partida, tuve el dolor de saber que La Cabrera había sido sorprendida y tomada por Morillo; que nuestras fuerzas se habían retirado en algún desorden, parte para la Villa de Cura y parte para La Victoria, el Ejército en aquel momento debió triunfar de La Torre; pero este triunfo era insignificante si no corríamos en socorro de nuestra caballería, y si daban tiempo al enemigo que había ocupado a Maracay para que ocupando la Villa de Cura nos interceptase las comunicaciones con el señor General Páez y con todo el Llano. Una marcha forzada que duró toda la tarde y la noche del 14 de marzo nos sacó del embarazo. Al amanecer del 15 estaba ya reunida al Ejército toda nuestra caballería y a aquella hora entramos en la Villa de Cura. El enemigo que al ocupar a Maracay había sufrido una pérdida considerable y que ignoraba la situación de La Torre, temió adelantarse de allí. El 15, reunido el ejército en la Villa de Cura, hizo alto a descansar de las fatigas precedentes hasta las tres de la tarde en que se continuó la retirada hacia el Llano. Las lluvias habían de tal modo deteriorado el camino que fue preciso al anochecer acampar.

Creyó Morillo fácil sorprender el Ejército en el campamento como había sorprendido la División de Cabrera: hizo una marcha forzada, y dio sobre nuestros puestos, avanzados a las inmediaciones de la Villa de Cura. Nuestras avanzadas lo contuvieron hasta que el Ejército tomó la posición de Semen donde se ha dado la batalla que está descrita en el Boletín del 19 de marzo. Pocas veces nuestras tropas han combatido con tanto valor como aquí. Cuantos cuerpos presentó el enemigo fueron arrollados y acuchillados: más de mil españoles perecieron o fueron heridos en esta acción: ni el General en jefe escapó; pero el fruto de tan gloriosa jornada quedó reducida a esto, porque nuestros caballos desmayados del hambre y del cansancio se inutilizaron, de modo, que nos vimos obligados a continuar nuestra retirada hacia el Llano, y aunque no fuimos molestados por el enemigo, la indisciplina de las tropas produjo algún desorden que dio causa a que se desmembrasen algunos cuerpos.

El señor General Páez después de haber ocupado a San Fernando y tomado prisionera la guarnición que intentó salvarse, marchaba ya sobre El Pao y San Carlos; pero este movimiento era inútil porque la División que existía allí, se había reunido a la de Valencia y el ejército enemigo formaba un solo cuerpo. Tuvo, pues, orden el General Páez para venir al Rastro y para que aguardase allí las tropas que después de la retirada de Semen se habían acuartelado en Calabozo. Cuando la División del General Páez entraba a aquel pueblo recibió avisos de que el enemigo se aproximaba. Se redoblaron los esfuerzos para dar la batalla aquella misma tarde acelerando la marcha de las tropas que salieron de Calabozo; pero éstas no pudieron llegar, y el enemigo informado de la reunión de las dos divisiones aprovechó toda la noche para retirarse con una precipitación extraordinaria y que tenía todo el aspecto de una fuga. Por viva que fue nuestra persecución no pudimos alcanzarlo hasta las inmediaciones de Ortiz a donde se había refugiado, confiado en lo montuoso y áspero del terreno. Se empeñó aquí el 26 una batalla cuyo resultado fue de poca importancia, porque no pudiendo perseguir al enemigo en su derrota, tampoco adelantamos nada en nuestras posiciones por aquella parte.

Mientras La Torre a la cabeza del ejército español ejecutaba los movimientos de que he hablado, destinó Morillo al Brigadier Real [2] con una débil división, para que ocupase de nuevo El Pao, y levantase allí un cuerpo de ejército con la recluta que debía hacer en el país y la que se le remitiese de todo el Occidente. Por otra parte El Pao era la dirección que más nos convenía para acercarnos a Valencia, donde se habían concentrado todas las fuerzas enemigas. El Ejército se movió para allí y el señor General Páez que fue encargado de batir a Real antes que se hiciese más fuerte, no pudo lograrlo, porque al acercarse nuestras tropas, se retiró éste a las alturas de Carabobo. El General Páez debía esperar para internarse a Valencia que se le incorporase una brigada de caballería que conducía de Harinas el Coronel Rangel [3] y una fuerte división que fui yo mismo a organizar en Calabozo reuniendo varios destacamentos que se habían destinado a perseguir las partidas de guerrilla que había diseminado el enemigo en su salida al Llano. La División se formó y marchaba ya en dos cuerpos que debían reunirse el 17 de abril para seguir a incorporarse al General Páez, cuando fue sorprendido y dispersado el cuerpo principal en las inmediaciones de San José de Tiznados por una división enemiga que salió de Carabobo a marchas dobles y por caminos desusados. El señor General Sedeño que mandaba el otro cuerpo tuvo que contramarchar sobre Calabozo a oponerse al vencedor.

Instruido el General Páez de estos sucesos, e informado de que el ejército enemigo marchaba sobre San Carlos, se dirigió allí con el objeto de examinar su situación y fuerzas y batirlo si era posible. Ocupó la ciudad, que el enemigo evacuó al sentirlo y tomando posiciones en las montañas y bosques vecinos, de donde no era fácil desalojarlos. Como aun no se le había incorporado el Coronel Rangel, el General Páez quiso aguardar este refuerzo para dar la batalla. Dejó, pues, a San Carlos, y vino a Cojedes donde efectuó la reunión. Este movimiento nos dio la ventaja de haber atraído al enemigo al llano; porque creyendo que nuestras tropas huían del combate salió precipitadamente en nuestra persecución. En el Boletín del 13 de mayo hallará V.S. los interesantes detalles de la sangrienta batalla de Cojedes, en que el ejército español perdiendo sus más célebres jefes y sus más selectas tropas ha quedado reducido a un esqueleto. Nuestra caballería que formaba nuestra fuerza principal necesitaba remontarse, porque los caballos que habían sufrido mucho no estaban en disposición de emprender marchas. Esta operación no podía ejecutarse sino en la Provincia de Harinas, donde existen nuestras remontas: el General Páez vino a ella.

Después de tantas batallas y combates en que no siempre la fortuna nos había concedido sus favores, nuestra infantería se había disminuido muy considerablemente, porque las armas para reponer nuestras pérdidas en esta arma, cada día se hacían más sensibles. Sin reformarnos no era posible perseguir al enemigo en sus posiciones de las montañas, que ha vuelto ha tomar después de la batalla de Cojedes. Además el invierno [4] hacía ya muy penosa la campaña, nuestras municiones se habían consumido, el ejército necesitaba de algún descanso, resolví, pues, suspender las operaciones activas y venir a esta capital a activar la adquisición de armas y municiones y levantar nuevos cuerpos de infantería. Probablemente dentro de dos o tres meses se abrirá de nuevo la campaña, si como espero, se cumplen las contratas que he celebrado para proveernos de lo que necesitamos. Yo me lisonjeo con que esta vez los sucesos serán más decisivos y que el enemigo debilitado con la enorme pérdida de sus tropas europeas que han desaparecido ya, sin confianza en las que hoy forman sus fuerzas y aterrado con los repetidos reveses que ha sufrido, no podrá oponernos una resistencia tan viva y obstinada.

Durante mi ausencia el señor General Páez con su bravo Ejército ha quedado encargado de defender los Llanos de Calabozo y toda la Provincia de Barinas, que habiendo sido los teatros principales de la guerra han quedado en nuestro poder. Los enemigos no poseen en todo aquel territorio un solo puesto, ni conservaban en él otras fuerzas que dos guerrillas con que Morales y Calzada vagaban sin atreverse a fijar en ningún punto, y sólo con el objeto de excitar los pueblos a la insurrección. Últimamente el primero ha sido sorprendido y destruido por el General Páez y el segundo después de haber perdido su caballería en un encuentro con el Coronel Rangel, debe haber caído en manos del Gobernador de Barinas, Gómez que había salido a buscarlo con un cuerpo de más de mil hombres.

Además del fuerte Ejército del General Páez, los Generales Marino y Bermúdez sitian con otra a Cumaná reducida a la última extremidad: el General Monagas aflige a Barcelona, dominando todos los Llanos y el interior de su Provincia; y el General Zaraza cargará con su División a la conservación de los de Caracas, ocupando la parte oriental de ellos.

Amenazado así el enemigo por todas partes y sin fuerzas de qué disponer, se ve forzado a permanecer en sus posiciones, que no podrá conservar cuando reformada nuestra infantería, se pongan en acción todas nuestras fuerzas.

La guerra en Venezuela ha tomado un aspecto tan decisivo a nuestro favor, que no hay que temer nada de parte de los españoles. Aun cuando les llegasen los refuerzos que V.S. me anuncia, estos no producirían otro efecto que prolongar un poco más la campaña, y dar ocasión al pueblo venezolano para multiplicar sus glorias, haciéndole redoblar sus heroicos esfuerzos y sacrificios. Ninguna fuerza venida de España puede obtener otro resultado. Ocupados por nosotros todos los Llanos, y estando sus habitantes decididos a sostener a todo trance su libertad, no le queda al enemigo que nos invade recurso para su subsistencia, comodidad para sus transportes, ni modo alguno de levantar fuerzas de caballería, sin las cuales es imposible dominar a Venezuela. Mientras más numerosos sean los ejércitos de infantería que bajen a nuestras Llanuras, más fácil y segura es su destrucción. Sin caballería además de que no encontrarán ni aun medios de qué subsistir, se verán continuamente asaltados por nuestras partidas volantes que los molestarán sin cesar y los debilitarán hasta que den con todas nuestras fuerzas reunidas. En la situación actual de las cosas nada tienen que esperar los españoles, y sí deben temerlo todo.

Para ser libre Venezuela y para libertar ella a la Nueva Granada no necesita sino de armas y municiones. Si V.S. se interesa y esfuerza porque estos auxilios nos vengan abundantemente, esté V.S. cierto de que no adelantarán los españoles un paso en nuestro país. Sólo la falta de estos elementos puede conceder a nuestros enemigos algunas ventajas, que ni sus fuerzas ni su valor les darán nunca, mientras la desigualdad en las armas no sea un obstáculo insuperable para nosotros.

Dios guarde a V.S. muchos años.

[BOLÍVAR]

Pedro Briceño Méndez.

Secretario de Estado y Relaciones Exteriores.

* De una copia xerox cuyo original se encuentra en el Archivo Diplomático y Consular del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia. Legaciones en Europa, tomo nº 471. Escrito de letra de Briceño Méndez. La copia fue suministrada por el señor Ingeniero José M. de Mier, de Bogotá. En la parte superior izquierda del documento original se lee "Principal".

Notas

[1] Interlineado: "desmayados" donde se testó: "destruidos".

[2] Pascual Real.

[3] Coronel Antonio Rangel.

[4] En el original está escrito "hibierno".

| | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0