Trujillo, 9 de abril de 1824.
Señor general Bartolomé Salom.
Mí querido general:
Ayer recibí la apreciable carta de Vd. del 17 de marzo por la cual he visto el estado de Pasto y de Quito, que Vd. refiere de un modo que merece demasiado cierto.
Nada me dice Vd. del refuerzo que me había ofrecido de 1.500 hombres, los que he esperado como el único refuerzo que puede llegar a tiempo. Pero si viene, tráigalos Vd. mismo a Guayaquil, porque el general Castillo ha hecho muy mal la última expedición. Sin víveres e infectados los soldados por la injusta detención en Guayaquil, en un pontón; la ropa deshecha; las piezas cambiadas, sin capotes y la distribución de los objetos muy mal hecha. Ahora ha mandado al Istmo los buques de guerra sin saberse si hay tropas allí.
Los buques del Perú se los ha dado a unos oficiales indignos, sin mi orden.
Todos los días tengo disgustos por las cosas que hace Castillo. Solamente debo agradecerle la energía y actividad con que ha obrado contra los desafectos en Guayaquil, aunque yo no sé si la causa fue tan probada que mereciese tal castigo.
Yo creo que Castillo, tiene muy buenas intenciones; pero también tiene dificultades que vencer ya en los medios, ya en las personas que lo rodean. Todo sale tuerto de Guayaquil, y, sin embargo, es lo mejor que tenemos en el día en la República, pues lo demás del territorio sólo nos sirve de embarazo. El Sur es lo mejor gobernado, según las noticias que tengo de todas partes, sobre todo con respecto al estado militar.
Si el teniente coronel Borrero le hace a Vd. mucha falta, no lo mande aunque se lo pidan. A propósito, la proclama de Vd. es lo más hermoso que se ha dado a la luz en estos días, y doy a Vd. las gracias por lo que me favorece en ella.
Recomiendo a Vd. al Marqués de San Jorge, que me ha pedido lo recomiende a Vd.; lo mismo digo con respecto de los amigos Salvador, Aguirre, Valdivieso y otros. Al Dr. Espantoso [1] que me perdone por no haberle respondido a sus amables cartas, pues que no tengo tiempo ni aún para escribir a Vd., por estar tratando de evitarle una visita de Canterac.
Trate Vd. al pueblo de Quito bien, pero el que caiga en alguna culpa capital fusílelo Vd.
La orden del día es terror, por este medio he contenido la propagación del crimen en este país. Ya todo marcha regularmente; el ejército se mejora en material y moral. Los godos nos tienen miedo y no se mueven aún. Las iglesias y los particulares nos están dando dinero con que mantener el ejército algunos meses.
El del Perú se ha reorganizado a mi modo, y esperamos estar dentro de poco en estado de derrotar a los godos en sus mismas posiciones. Si nos buscan ahora mismo son perdidos, y la guerra de América terminada.
No por este cuadro lisonjero deje Vd. de mandarme cuantos hombres estén a la mano; pues sin reemplazos no puede haber ejército.
De Vd. las gracias a Flores y a los demás buenos jefes que están en Pasto de mi parte, por su buen comportamiento en los diferentes combates, y por que han destruido a los pastusos.
Vd., mi querido general, consérvese bueno, y conserve si es posible ese departamento íntegro, contento y patriota.
Soy de Vd. de todo corazón.
BOLÍVAR
P. D. Todos los amigos están buenos y con esperanzas de derrotar a los godos antes de junio.
* De un impreso moderno, Memorias del General O’Leary, Tomo XXIX, pp. 467-469.
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