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DOCUMENTO 3392. PROCLAMA DE BOLÍVAR A LOS VENEZOLANOS, FECHADA EN ANGOSTURA EL 22 DE OCTUBRE DE 1818.*

SIMÓN BOLÍVAR

Jefe Supremo de la República de Venezuela, Capitán General de sus Ejércitos y los de la Nueva Granada, &., &., &.

A los pueblos de Venezuela

PROCLAMA

¡Venezolanos!—El Congreso de Venezuela debe fijar la suer­te de la República combatida y errante tantos años. Nuestras heridas van a curarse al abrigo de una representación legítima.

No es por una vana ostentación, no por hacer mi apología que os hablaré de mí: yo os he servido, y os debo cuenta de mi conducta.

Cuando las covulsiones de la naturaleza sepultaron al pue­blo de Venezuela en el más profundo abatimiento, el General Monteverde hizo entrar en la nada nuestra naciente República. Yo que más temía la tiranía que la muerte, abandoné las pla­yas de Venezuela, y fui a buscar la guerra que se hacía a los tiranos en la Nueva Granada, como el único alivio a los dolo­res de mi corazón. El Cielo oyó mis votos y gemidos, y el Go­bierno de Cartagena puso a mis órdenes cuatrocientos soldados que en pocos días libertaron el Magdalena y la mayor parte de la Provincia de Santa Marta. En seguida marché a Cúcuta, y allí la victoria se decidió por nuestras armas. Venezuela me vio aparecer [1] en su territorio coronado con los favores de la for­tuna.

El Congreso de la Nueva Granada me concedió el permiso de rescatar a mi Patria.— Muy pronto tuve la dicha de resta­blecer las autoridades constituidas, en la primera época de la República, en las Provincias de Mérida, Trujillo y Barinas. La capital de Caracas recibió en su seno a los bravos granadinos; pero Puerto Cabello cubierto por sus muros, llamó luego mi atención por su resistencia y apenas me dio tiempo para tomar medidas que salvasen del desorden el dilatado país que había­mos arrancado a los tiranos de España.

La expedición de SEn el impreso dice "parecer".alomón hizo concebir a los realistas nue­vas esperanzas, y aunque batido en Bárbula y las Trincheras, in­fundió tal aliento a nuestros enemigos, que casi simultáneamente sublevaron los Llanos y el Occidente de Venezuela. Las ba­tallas del Mosquitero y de Araure nos volvieron el Occidente y los Llanos. Entonces volé desde el campo de batalla a la Ca­pital, hice renuncia del poder supremo, y di cuenta al pueblo el 2 de enero de 1814 de los sucesos de la campaña y de mi ad­ministración militar y civil. El pueblo en masa sólo respondió con una voz unánime de aprobación, confiriéndome nueva­mente el poder dictatorial que ya ejercía. Nuevos reveses me llamaron a la campaña; y después de la lucha más sangrienta, volví del campo de Carabobo a convocar los representantes del pueblo que constituyeron el Gobierno de la República,

El desastre de la Puerta sepultó en el caos nuestra afligida Patria, y nada pudo entonces parar los rayos que la cólera del Cielo fulminaba contra ella.

Yo marché a la Nueva Granada: di cuenta al Congreso gra­nadino del éxito de mi comisión; premió mis servicios, aunque infructuosos, confiándome un nuevo ejército de granadinos y venezolanos. Cartagena fue el sepulcro de este ejército que de­bía dar la vida a Venezuela. Yo lo abandoné todo por la salud de la Patria; voluntariamente adopté un destierro que pudo ser saludable a la Nueva Granada, como también a Venezuela. La Providencia ya había decretado la ruina de estas desgraciadas re­giones, y les mandó a Morillo con un ejército exterminador.

Yo busqué asilo en una isla extranjera y fui a Jamaica solo, sin recursos y casi sin esperanzas. Perdida Venezuela y la Nueva Granada, todavía me atreví a pensar en expulsar a sus tira­nos. La isla de Haití me recibió con hospitalidad; el magnánimo Presidente Petión me prestó su protección; y bajo sus auspi­cios formé una expedición de trescientos hombres, compara­bles en valor, patriotismo y virtud, a los compañeros de Leonidas. Casi todos han muerto ya; pero el ejército exterminador también ha muerto. Trescientos patriotas vinieron a destruir diez mil tiranos europeos, y lo han conseguido.

Al llegar a Margarita una asamblea general me nombró Jefe Supremo de la Nación; mi ánimo fue convocar allí el Congre­so; pocos meses después lo convoqué en efecto; los sucesos de la guerra no permitieron, sin embargo, este anhelado acto de la voluntad nacional.

Libre Guayana, y libre la mayor parte de Venezuela, nada nos impide ahora devolver al pueblo sus derechos soberanos.

¡Venezolanos!—Nuestras armas han destruido los obstáculos que oponía la tiranía a nuestra emancipación. Y yo, a nombre del Ejército Libertador, os pongo en posesión del goce de vues­tros imprescriptibles derechos. Nuestros soldados han combati­do por salvar a sus hermanos, esposas, padres, e hijos; mas no han combatido por sujetarlos. El Ejército de Venezuela sólo os impone la condición de que conservéis intacto el depósito sagrado de la libertad; yo os impongo otra no menos justa y necesaria al cumplimiento de esta preciosa condición; elegid por magistrados a los más virtuosos de vuestros conciudada­nos y olvidad, si podéis, en vuestras elecciones, a los que os han libertado. Por mi parte yo renuncio para siempre la auto­ridad que me habéis conferido, y no admitiré jamás ninguna que no sea la simple militar, mientras dure la infausta guerra de Venezuela. El primer día de paz, será el último de mi mando.

¡Venezolanos!—No echéis la vista sobre los sucesos pasados sino para horrorizaros de los escollos que os han destrozado; apartad vuestros ojos de los monumentos dolorosos que os recuer­dan vuestras crueles pérdidas; pensad sólo en lo que vais a ha­cer; y penetraos bien de que sois todos venezolanos, hijos de una misma Patria, miembros de una misma sociedad, y ciuda­danos de una misma República. El clamor de Venezuela es Libertad y Paz; nuestras armas conquistarán la Paz, y vuestra sabiduría nos dará la Libertad.

Cuartel general de Angostura a 22 de octubre de 1818-8°

SIMÓN BOLÍVAR

* De un impreso coetáneo. Correo del Orinoco n° 14 del 24 de octubre de 1818. En el archivo no aparece el original de esta pro­clama, razón por la cual la Comisión ha tomado la versión publi­cada por el Correo del Orinoco, impreso oficial del Gobierno.

Notas

[1] En el impreso dice "parecer".

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