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DOCUMENTO 3348. CARTA DE BOLÍVAR PARA EL SR. JOHN BAPTIST IRVINE, FECHADA EN ANGOSTURA EL 12 DE OCTUBRE DE 1818, EXPONE NUEVOS ARGUMENTOS DE JUSTIFICACIÓN DE LAS MEDIDAS TOMADAS DURANTE EL BLOQUEO DEL ORINOCO.*

Angostura, 12 de octubre de 1818, 8°

Al señor Bautista Irvine,

Agente de los Estados Unidos de la América del Norte, cerca de Venezuela.

Señor Agente:

Con mucha razón dice V.S. en su nota de 8 del corriente (que tuve el honor de recibir oportunamente) que mi comunica­ción del 7 fue leída con sorpresa de parte de V.S., porque no esperaba una nueva carta sin que hubiese precedido una nueva proposición. Si la nota de V.S. de 1° del corriente se hubiese limitado a despedirse del asunto, y no hubiese V.S. añadido otras observaciones, su sorpresa habría sido justa, como lo ha sido la mía al ver renovar una cuestión que, después de la pro­lija discusión, ha sido terminada formalmente por mi parte.

Aun cuando los argumentos de que V.S. se sirve, fueran nuevos, y no una repetición de los que he respondido ya, no me empeñaría en contestarlos, para que no crea V.S. que acepto y entro otra vez en la conferencia. Reclamo, sin em­bargo, el permiso de V.S. para repetir que si hay algunas apa­riencias o pretextos para negar el bloqueo marítimo de esta plaza, es preciso estar ciego a la luz y a la razón para afirmar, que el de tierra era una fantasma, o por lo menos, es necesario confundir el sitio con el bloqueo, y exigir para éste lo que no corresponde sino a aquél. La ley de las naciones y la espa­ñola que he citado a V.S. no hablan sino de bloqueo, para el cual basta que se prive a la plaza la introducción de provisio­nes, tomando las avenidas o caminos sin necesidad de estable­cer atrincheramientos, ni formar líneas de circunvalación, ni contravalación. Jamás fue nuestro objeto sitiar a Angostura: nuestras operaciones y posiciones siempre fueron de bloqueadores.

El hecho de haber incendiado el bergantín no arguye con­tra la existencia de nuestras fuerzas sutiles, ni prueba que fue abordado nadando. Nosotros no teníamos gente de mar para tri­pularlo, ni puerto cómodo y seguro para conservarlo. Esta es la causa para haberlo quemado, lo mismo que hicimos con los demás buques mayores que se apresaron, aun cuando eran to­mados a gran distancia de las cañoneras enemigas. Las mismas flecheras que se apoderaron del bergantín, reforzadas poco des­pués con las del apostadero de San Miguel, batieron y toma­ron al frente de este plaza, por medio de toda la escuadra española, para ir a batir la expedición que salió de aquí contra el apostadero que teníamos establecido arriba de la boca del Infierno. Logrado este suceso, completamente, regresaron a sus antiguas posiciones volviéndose a burlar de la plaza y de los buques de guerra. El Coronel Eugenio Rojas, a quien conozco, y el Teniente Coronel Rodríguez podían haber dado a V.S. no­ticia de todas estas operaciones efectivas en lugar de los cuentos que se han divertido en inventar.

Nada, de cuanto V.S. diga, puede destruir la superioridad de nuestro ejército de tierra sobre el enemigo, y lo que V.S. alega para probar insuficiencia de nuestras fuerzas navales, convencerá a lo más, que nuestra escuadra no constaba de tantos buques como la española, que al acto de evacuar las plazas y el río, fue engrosada con los buques mercantes arma­dos y tripulados con parte de la artillería y con las guarnicio­nes de los puestos que abandonaba. Pero si éramos tan inferiores ¿por qué no se atrevió a presentarnos batalla? ¿por qué en una persecución de más de cincuenta leguas no nos esperó, ni nos obligó a desistir de ella? ¿por qué huyendo en una disper­sión espantosa se dejó apresar una multitud de buques, la ma­yor parte de ellos armados? El valor y la habilidad, señor Agen­te, suplen con ventaja al número. ¡Infelices los hombres si es­tas virtudes morales no equilibrasen y aun superasen las físi­cas! El amo del reino más poblado sería bien pronto señor de toda la tierra. Por fortuna se ha visto con frecuencia un pu­ñado de hombres libres vencer a imperios poderosos.

Siento que las nuevas luces con que ha querido V.S. ilustrar la cuestión sobre las capturas, lejos de desengañarme como V.S. espera, me confirmen más y más en mi opinión de su legalidad. No creo que haya ningún argumento bastante fuerte pa­ra que pueda contraponerse o balancear siquiera la autoridad de las leyes que se han aplicado. Así tengo derecho para espe­rar que cese la correspondencia de que han sido objeto.

Con sinceros sentimientos de amistad y consideración tengo el honor de ser de V.S. el más adicto servidor.

BOLÍVAR

* De un impreso moderno: Vicente Lecuna, Obras Completas de Bolívar, tomo I, p.p. 355-357, da como fuente una fotografía. La Comisión no ha visto el original.

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